La Caleta de Famara, el pueblo que lucha por conservar su esencia pese a la saturación turística en Lanzarote

Natalia G. Vargas

Teguise —

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Rosi creció descalza en las calles de arena de la Caleta de Famara. Regenta una de las cafeterías más emblemáticas del pueblo y, desde hace una década, el ritmo de trabajo de los veranos se ha extendido a todo el año. La saturación turística que sufre Lanzarote se ha propagado por todos los rincones de la isla, alcanzando a este pequeño pueblo pesquero de poco más de 1.000 habitantes. Rosi apenas tiene tiempo para sentarse en una de las mesas de su croissantería. Es lunes por la mañana y los clientes ya se amontonan en la puerta de su local. La vecina agradece el volumen de trabajo, pero critica la gestión de las administraciones: “No quiero que llenen todo esto de asfalto y nos quiten nuestra esencia”. 

Las alarmas saltaron en el pueblo en febrero, cuando sus calles amanecieron convertidas “en un parking”. El Ayuntamiento de Teguise sustituyó los aparcamientos en línea de la entrada del pueblo por una serie de estacionamientos en batería. Cada día, decenas de vehículos de alquiler ocupan estas plazas. Desde la cafetería, Cata, vecina de la Caleta, observa con tristeza la estampa. “Antes alzabas la vista y veías a las personas que trabajaban en las escuelas de surf. Les preguntaba si querían un café y se lo llevaba. Ahora solo vemos coches”, cuenta. 

Más allá del tráfico, los residentes afirman que su pueblo no escapa de la saturación turística que atraviesa la isla. “Encima de mi casa vive gente diferente cada semana, y así es difícil vivir en comunidad. Algunos de los vecinos de siempre se han tenido que ir porque no pueden hacer frente al alquiler”, cuenta Kadiva. Ella recuerda que las cosas comenzaron a cambiar hace una década. “Esto antes era un pueblo solitario. Echamos de menos el silencio, ver la bruma del mar y la seguridad”, subraya. El auge de la vivienda vacacional no solo ha disparado los precios del alquiler de larga estancia en Lanzarote, sino también en el resto del Archipiélago.

“Hace unos años yo solo tenía un vehículo en frente de mi casa, y era un barco pequeñito”, añade Kadiva. Vecinos y vecinas se han manifestado a las puertas del Ayuntamiento de Teguise, gobernado por Coalición Canaria, el Partido Popular y Vox, para protestar contra la transformación de un Parque Natural en un “inmenso parking”. Los vecinos critican que la corporación no haya tenido en cuenta las propuestas planteadas por los locales para mejorar la movilidad de los vecinos.

Además, un grupo de madres y padres lamenta el mal estado de las aceras. A lo largo de todo el pueblo se combinan aceras sin terminar, calles de arena y socavones. “Salir a pasear con los niños termina siendo agotador. En este plan de movilidad solo se mueven los coches, y yo elegí vivir aquí para que mis hijos se criaran lejos del ruido, del agobio y del cemento”, aseveran. 

El 24 de enero, la corporación municipal anunció la puesta en marcha de un plan de movilidad y señalización para “mejorar la fluidez del tráfico en diferentes vías públicas”. Por su parte, el concejal de Tráfico y Movilidad del municipio, Eugenio Robayna, defiende que hasta ahora en la Caleta de Famara solo se han hecho “actuaciones puntuales”. “Simplemente hemos cambiado dos calles de sentido por una cuestión de seguridad”, explica a esta redacción. Las dos principales vías del pueblo antes eran de doble sentido, ahora solo de uno.

“Es lo que defiende no solo el concejal, sino toda la parte técnica y la Policía Local. No podíamos entender que el camión de la basura y la guagua coincidieran en la misma calle, más las sillas y las terrazas”, sostiene. Respecto a los aparcamientos, Robayna sostiene que se han ganado “entre 50 y 60 estacionamientos”. “Ahora el Ayuntamiento está intentando buscar una bolsa de suelo en la Caleta para crear aparcamiento, que es lo que hace falta”, añade. 

Aunque desde el Ayuntamiento sostienen que estas modificaciones buscan mejorar la seguridad del pueblo y de los peatones, algunos padres y madres del pueblo insisten en que no se está consiguiendo. “Apenas hay visibilidad para salir de los aparcamientos y al ser vías de un único sentido los coches pasan a gran velocidad”, aseguran. 

La playa de Famara

A la población residente no solo le preocupa el impacto del turismo en su calidad de vida, sino también el efecto de la sobrepoblación en el entorno natural en el que viven. Para frenar el tráfico de coches en las dunas de Famara y su deterioro, el Ministerio de Transición Ecológica ha instalado unos paneles a pie de playa en los que se prohíbe aparcar sobre el jable, acampar y verter residuos en la zona. 

El jable de Famara es uno de los tesoros de la isla. Este paisaje es clave para la supervivencia de determinadas aves como la hubara. Esta especie endémica de Canarias puede encontrarse en Fuerteventura y en Lanzarote, pero los investigadores ya han advertido de que está en riesgo de desaparecer por la presión humana. El jable también tiene especial importancia para la vida de los alcaravanes y los cernícalos, que tienen en estos entornos su zona de cría. 

A pesar de las protecciones que tiene este espacio natural y de los carteles del Ministerio, los coches siguen amontonándose en la costa. Al otro lado del pueblo, separados por una playa de seis kilómetros, están los conocidos bungalows. Diferentes personalidades tienen allí residencias vacacionales, entre ellas, el expresidente del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero.

Todas las vías de acceso a los bungalows están privatizadas y cortadas por una valla. Solo pueden acceder quienes allí residen. “No entendemos por qué no se quitan esas vallas para que los coches puedan aparcar sobre el asfalto y no sobre la arena”, se preguntan los vecinos. Desde el Ayuntamiento no aclaran si se trata de un espacio público privatizado irregularmente.

“Sé que hay temas urbanísticos pero estamos indagando para saber si se puede aparcar en las calles que rodean a los bungalows”, responde el concejal de Teguise. Mientras tanto, los vecinos exigen medidas rápidas y que faciliten su rutina. “Los veraneantes tienen más derechos que nosotros”, concluye Rosi.