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Opinión - 'Morder el polvo', por Esther Palomera

El líder de la manada

Seguimos siendo otra especie más que sigue al líder de la manada.  Orbitamos en base a la misma actitud y conducta que lo hacen otras especies.  De idéntica manera que un grupo de leones, elefantes, monos y demás especies, nos dejamos regir y condicionar (en muchos casos ciegamente) por el carisma y el porte profético de un ejemplar de nuestra especie que se ha elevado sobre algún montículo para señalarnos un camino.  Esa conducta primitiva prosigue noqueando todas nuestras emociones y toda nuestra lógica coherente, forjando un fanatismo hiriente con los demás y con nosotros mismos

Partiendo de que no hay ningún camino perfecto, ni ningún líder de toda manada que sea una deidad ausente de errores o miserias, el gran problema de los miembros de dicha manada es dejar todo el pensamiento y toda la reflexión a ese Moisés y a sus tablas.  Ahogamos nuestra propia visión, toda nuestra visión, para dejarla en manos de otros, que nos convencerán irremediablemente de que su visión y su camino es el único.    

Es evidente, y no es ahí donde quiero llegar, que compartir las mismas ideas con todo líder no implica fanatismo; lo que sí conlleva el fanatismo es liberar o dejar exento de miserias y errores las tablas de salvación de todo líder.  Agarrarse a ellas como si fuera el último trozo de madera en el mar que pueda ayudarnos a arribar a alguna playa o algún puerto.  Tendríamos, en todo caso, y para beneficio nuestro, que aprender a nadar y a encauzar el bravío de las olas con nuestras propias manos y nuestros propios razonamientos libres, sin atadura ninguna a cauce que baje producto de las lluvias acaecidas en los últimos días, y en ello, también, dar cuenta que procurar las mismas ideas tampoco significa apropiarse de las mismas miserias.

Lamentablemente, siguen existiendo y forjándose líderes de la manada en base a la ceguera de cientos y cientos de miembros del rebaño. 

Andrés Expósito

www.andresexposito.es