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La fábrica de los milagros: las universidades contemporáneas

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Tu futuro nunca había estado tan cerca. No te enseñamos a buscar trabajo, te ayudamos a crearlo. Tu talento es la clave, la formación, el impulso”. Ahora que las universidades, públicas y privadas, han comenzado la campaña para captar alumnado para el próximo curso, las vallas publicitarias y los transportes públicos se llenan de lemas publicitarios. Parecen sacados de un manual de autoayuda y, al igual que una conocida marca de prendas deportivas, parecen incidir en la idea de que “Nothing is imposible”, de que, si de verdad te esfuerzas, no hay nada que no puedas conseguir. Aunque, en realidad, el producto que pretenden vender es la formación universitaria que ofrecen. “Estudia en nuestro centro y tendrás el empleo de tus sueños, la capacidad de consumo que tú quieres y así podrás vivir la vida de tus sueños”. ¿Pueden las universidades cumplir aquello que prometen?

Desde bastante antes de la Ley de Reforma Universitaria de 1983 nuestra sociedad acordó que las funciones sociales de la universidad pueden sintetizarse en tres grandes ideas 1) proveer a la sociedad de personas con formación profesional de carácter avanzado 2) contribuir a la creación del conocimiento, mediante la investigación y 3) contribuir al desarrollo económico y social de los territorios en que se asienta, entre otras cosas, mediante la difusión del conocimiento y de la cultura. Hasta no hace tanto había una cierta especialización de funciones: mientras que las Escuelas Universitarias (Magisterio, Ingeniería, Trabajo Social o Empresariales) se centraban en formar profesionales, las facultades estaban más orientadas a la investigación y a la creación y difusión de cultura. Había ciudades en que había universidades y otras en que no, y buena parte de la investigación, financiada por el Estado y centralizada, se realizaba a través del CSIC. En los últimos cuarenta años el crecimiento de la universidad ha sido enorme: casi se han multiplicado por cuatro las universidades, los estudiantes y el profesorado. Y, en términos generales, puede decirse que la calidad del sistema universitario ha mejorado muchísimo. Antes mucha gente empezaba su carrera como profesor(a) universitario, recién había terminado sus estudios de licenciatura o diplomatura, porque el extraordinario crecimiento hacía que se contratara a quien quiera que estuviera dispuesto a seguir una carrera académica. Ahora, además de tener un doctorado, es necesario desarrollar y demostrar una trayectoria investigadora y docente significativa antes de optar a cualquier puesto estable. 

¿Son buenas nuestras universidades investigando o dando clases? Dado que uno de los rasgos de nuestro carácter colectivo es despreciar lo propio y pensar que todo lo de fuera es mejor, mucha gente tiende a pensar que, por supuesto, cualquier “universidad” de Wichita, Manchester o Magdeburg es mejor que las nuestras, sólo por el ser americana, británica o alemana. Dado que uno de los rasgos de la conciencia colectiva que últimamente difunden los medios es el desprecio hacia todo lo público, y que el nuestro es un sistema de universidades fundamentalmente público, mucha gente tiende a pensar que nuestras universidades son una fuente de ineficiencia que sirven sólo para mantener a un ejército de holgazanes que reproducen lo que los políticos quieren oír. Sin embargo, el hecho es que nuestras universidades, en docencia e investigación, son razonablemente buenas. De acuerdo con los criterios que se usan internacionalmente para evaluar estas cuestiones, como, por ejemplo, la publicación en revistas científicas indexadas, la aportación de nuestras universidades a la ciencia y al conocimiento es mucho mayor ahora que hace cuarenta años y es, cuando menos, igual de buena que otras similares, ya sean estas americanas, inglesas o alemanas. Y pido disculpas si al afirmar esto hiero la sensibilidad de quien cree como dogma que aquí no se pueden hacer las cosas tan bien como en “los sitios importantes”. 

¿Por qué está nuestra sociedad tan insatisfecha con nuestras universidades? Pues porque, si se analiza por un lado la publicidad de las universidades, y por otro la manera en que éstas se organizan y seleccionan a su personal, es fácil comprender que las universidades se han convertido en organizaciones que prometen cosas que no pueden cumplir. Por un lado, a los jóvenes que quieren cursar estudios las universidades les prometen “formación profesional de carácter avanzado”, que gracias al título van a conseguir el trabajo y los ingresos que desean. Por otro lado, a los jóvenes que quieren desarrollar una carrera académica, y acabar dando clase a esos otros jóvenes, se les selecciona en base a su capacidad investigadora y, en el mejor de los casos, docente. Conozco a algún compañero que, tras décadas dedicado al ejercicio profesional se ha pasado a tiempo completo a la universidad. Creo que el alumnado suele estar contento con sus clases, porque les da lo que esperan: consejos para el ejercicio profesional. Pero lo cierto es que en la universidad no se le contrató por su experiencia profesional, sino porque, en paralelo a ésta, quizá como hobby, se había dedicado a una cosa tan extraña como publicar papers en revistas académicas. Como consecuencia de la creencia de que lo que hay que hacer es “preparar para el mercado” ahora en las universidades se imparte más “Dirección de Empresas” y menos “Sociología de las Organizaciones”. Y por eso no se entiende que las universidades no son sólo entornos de consenso en que cada subsistema cumple su función. Sino también espacios de conflicto en que agentes con dotaciones de recursos e intereses diferentes intentan imponer la definición de la situación que les favorece. Vivimos en sociedades complejas, que incluyen subsistemas con autonomía relativa. El dueño de un restaurante pide que con sus impuestos hagan mejores universidades. Y los rectores están convencidos de que con el dinero que les dan los contribuyentes están haciendo las mejores universidades posibles. Lo que pasa es que, mientras que para los segundos la mejor universidad es la que más papers produce, para el primero es la que garantiza una buena posición para su hija.