Espacio de opinión de Canarias Ahora
Podemos puso las semillas, Vox recoge los frutos
En 2018 Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, politólogos de la Universidad de Harvard, escribieron Cómo mueren las democracias un libro en el que advertían de que la democracia, que asociaban, entre otras cuestiones, a la tolerancia, podía estar en peligro. Siete años después, puede decirse que la democracia ha pasado ya a mejor vida. Como señala Varoufakis en su libro sobre Tecnofeudalismo, el origen de la situación arranca en el malestar generado por la crisis financiera global de 2007-08. Según señalan medios tradicionalmente asociados a la derecha, la banca española alcanzó en 2024 unos beneficios de récord. ¿Por qué cuando la banca tiene pérdidas, como sucedió en la crisis, es rescatada por el Estado, y cuando tiene beneficios no devuelve el dinero con el que fue rescatada? Porque el dinero que pagó su rescate fue financiado mediante medidas de austeridad, que provocaron un malestar social que fue canalizado por el surgimiento del primer populismo del siglo XXI. En España tuvimos a los “indignados” y el 15-M, y como consecuencia de estos, partidos como Podemos plantearon que la causa de nuestros problemas era la existencia de una “casta” (los políticos) que vivían a costa de los honrados ciudadanos que se partían la espalda trabajando para ganar un sueldo. Luego, como extensión lógica de ese argumento, Vox empezó a difundir la idea de que la culpa de nuestros problemas es de los chupópteros que trabajan para la administración, de la paguitas a los inmigrantes y demás gandules que viven sin dar palo al agua, y que tienen dinero sólo gracias a que el Estado, mediante los impuestos, le quita a los honrados ciudadanos lo que es de ellos para dárselo a esta manada de mangantes y delincuentes.
En las pasadas Navidades se habrán reunido en la misma mesa maestras, funcionarios, médicos y enfermeros junto a profesionales de la empresa privada como comerciales, banqueros o especialistas en logística. Quienes trabajan para lo público pueden haber contado alguna anécdota, y quizá haber aceptado que les consta que donde trabajan hay personas aprovechadas, poco honestas y que no hacen bien su trabajo, aunque la inmensa mayoría de maestros, enfermeros y funcionarios se esfuercen por hacer bien su trabajo. ¿Se puede generalizar esos casos y decir que nuestros problemas se basan en que los honrados ciudadanos pagan sus impuestos para mantener a un ejército de mangantes? Si en esa misma mesa se habrá aceptado también que hay especialistas en logística, comerciales y banqueros corruptos, ¿por qué se dice que todos los funcionarios son unos gandules y no que todos los banqueros, comerciales o empresarios son unos corruptos? El argumento, se dice, es que el hecho de que el sector público genera SIEMPRE ineficiencias no es una opinión político- ideológica, sino una verdad incontestable respaldada por la ciencia, en este caso, por la que se considera más “científica” de las ciencias sociales, la Economía. Pero lo cierto es que en ciencia no hay verdades, sino tan sólo teorías que de momento no se han falseado. En ciencia no hay verdades, sino proposiciones que se deberían someter a contrastación empírica para decir que, de momento, se dan por válidas. “Que dice Adam Smith que la mano invisible del mercado hace que cada quien buscando su propio beneficio se genera un mayor bien común”. Pues pongámonos a buscar datos para ver si esa hipótesis se mantiene o no. Y hay quien plantea que el cambio climático (que hay quienes niegan) es un caso de manual que demuestra que esto no es siempre así: buscando cada quien su propio interés nos estamos cargando la casa común.
La democracia no está en peligro, ya falleció. Porque uno de los principios de un estado democrático es que “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Elon Musk, al frente del Departamento de Eficacia Gubernamental, plantea justamente lo contrario: les dice a los trabajadores públicos que son ellos quienes deben demostrar que son inocentes, porque, mientras no se demuestre lo contrario, son culpables de ser unos chupópteros y de contribuir al saqueo por parte del Estado de los honrados trabajadores. Sin embargo, nos dicen, en el sector privado, si alguien no hiciera bien su trabajo sería eliminado por la competencia de mercado. ¿Es imposible que haya enchufados en la empresa privada? Si en la secundaria y en muchas universidades, en vez impartir el catecismo ideológico capitalista que pasa por “Ciencia Económica” se enseñara otra cosa, se entendería que no: que, desde los monopolios y monopsonios a las rentas de situación y de marca, de las que disfrutan, entre otros, magnates como Musk, existen muchos motivos que explican que pueda haber ineficiencias en la empresa privada. Y, junto con la democracia, murió el respeto. En el estilo chulesco tan propio de los ultras, hay ahora quien parece convencido de que si se cruza con un empleado público y no le gritan “chupóptero” está siendo cómplice del saqueo de los honrados trabajadores por parte del Estado. Hubo un tiempo en que la gente era inocente hasta que se demostrara lo contrario, y los ricos del sector privado trataban con respeto a funcionarios, médicos y maestros del sector público, pues creían que con su trabajo contribuían a construir un mundo, con seguridad jurídica y sanitaria o acceso universal a la cultura, por ejemplo, en el que ellos querían vivir. Ahora que los ricos se piensan ir a vivir a Marte, por lo visto, no les importa cómo sea este mundo en el que, los pringados que no nos podemos permitir otra cosa, tendremos que vivir.