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Las dos muertes de Doramas y el enigmático cronista Pedro López

Efe / Ana Santana

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El episodio que consagró al guerrero canario Doramas como héroe legendario, su épica muerte en combate contra el gobernador Pedro de Vera y sus hombres, hacia 1480, fue descrito de manera minuciosa por una fuente enigmática. ¿Procede este relato del soldado Pedro López, que sobrevivió a la refriega?.

Quien indaga sobre esta cuestión es Antonio M. López, promotor del Proyecto Tarha de divulgación de la historia antigua de Canarias, quien señala en una entrevista que es en el borrador de la Conquista de las Siete Yslas de Canaria de Marín de Cubas, redactado en 1687, donde aparece el nombre de Pedro López.

Es un nombre que aparece asociado a un misterioso cronista que, según Marín de Cubas, “escribió algo sobre la conquista que les oyó en aquellos días [a los canarios]”, y que no es el conocido Pedro Gómez Escudero.

Sin embargo, en el volumen de la Conquista de 1694 “no volveremos a encontrar mención alguna a este cronista”, pero sí al soldado homónimo, al que Doramas desarma durante su último combate y, añade Antonio M. López, la pregunta es “inevitable” ante “la exquisitamente detallada relación del suceso” que realiza el doctor Tomás Marín de Cubas.

De él procede la versión más épica, casi cinematográfica en su descarnado realismo de la muerte de Doramas, y Antonio M. López apunta que la urdimbre del texto posee una complejidad difícil de justificar por la mera fantasía.

Pero volvamos al origen del mito de Doramas como héroe popular, un guerrero que sumó los clásicos atributos personales de valentía, abnegación y autosacrificio a su origen humilde, pues pertenecía al estamento de los trasquilados, el más bajo en la antigua sociedad grancanaria, y su primer oficio fue el de ladrón de ganado, atestiguado por algunas fuentes narrativas.

Doramas halló la muerte en combate contra el gobernador Pedro de Vera y sus hombres, que habían salido en expedición de castigo a fin de encontrar y dar caza al que por entonces consideraban el principal líder de la resistencia isleña contra las fuerzas castellanas de invasión, en una fecha situada entre finales de julio de 1480 –pocos días después de la primera arribada de Vera a Gran Canaria– y un día de San Andrés –30 de noviembre– de ese año o de 1481.

Y es que para la historiografía la vida de Doramas acaba de dos maneras distintas: una, la narrada por el historiador barroco fray Juan de Abreu Galindo, y otra, la atestiguada por las demás relaciones antiguas “que no presentan demasiada variación entre ellas, con una sola y notabilísima excepción: la casi cinematográfica, y no por ello necesariamente dramatizada, versión de Tomás Marín de Cubas”.

Las primeras crónicas (las denominadas Ovetense, Lacunense, y las relaciones de Francisco López de Ulloa y Pedro Gómez Escudero) ofrecen una visión del último enfrentamiento de Doramas que casa con lo esperable de un combate medieval, con el valor de que localizan la refriega en la toponimia aún existente: el valle de Tenoya y el camino de Arucas.

Ello contrasta con la versión que aporta Abreu Galindo, para quien el combate “a cara de perro” nunca tuvo lugar porque, según él, Doramas propuso sustituir el enfrentamiento campal por la celebración de un duelo a muerte entre él y algún elegido de los castellanos, al modo caballeresco.

Doramas, tras matar al primer voluntario, se enfrenta a Vera en persona y este lo hiere mortalmente, renunciando el canario a seguir luchando. Y “para rematar lo inverosímil de su galante historia, Abreu Galindo hace a un agónico Doramas pedir el agua bautismal, omitiendo de paso toda mención” a que los castellanos cortaron la cabeza del canario.

Pero al llegar a la crónica de Marín de Cubas destaca la excepcionalidad del relato: Pedro de Vera emprende la expedición de castigo con 50 lanzas de a caballo y 200 peones en busca del enemigo, camino de la sierra hacia el valle de Tenoya, antes de Arucas, y habiendo caminado una legua vieron algunos canarios armados “que se iban juntando”.

Media legua adelante vieron muchos canarios en los riscos emparedados o metidos en corrales de piedras a modo de fortaleza, continúa el relato que, de repente, pasa a la primera persona: “Hicimos alto y de improviso venían el valle arriba muchos canarios armados de montantes de palo muy presurosos a los caballos, era esta la cuadrilla del afamado Doramas, que venían del mar donde se habían bañado”.

Detalla entonces la refriega con tiros, fuego y alanceamiento y la lucha valerosa de Doramas hasta su muerte, herido por Pedro de Vera gracias a otro ataque recibido por la espalda, cuando le fue cortada la cabeza y traída durante muchos días a la plaza de San Antón “para escarmiento de atrevidos”.