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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

SEGUIMOS SIENDO CHARLIE

Hace unos días un buen amigo me preguntó en dónde había quedado el reivindicativo eslogan “Je suis Charlie”, una vez pasado el tiempo.

Yo le respondí que, en realidad, la reivindicación por la libertad de expresión en el mundo gráfico no era nueva. Más bien, todo lo contrario. La diferencia estriba en que si bien, antes, para acabar con esa libertad de expresión se boicoteaba una colección o se juzgaba inquisitorialmente a una editorial –hasta lograr que ésta cerrara- hoy en día se ha llegado al asesinato puro y duro. Las consideraciones ideológicas y/o religiosas han sido, y son una mera excusa para justificar una irracionalidad que lo único que busca es imponer un pensamiento único, muy del gusto de los sistemas totalitarios o de aquéllos que presumen de tener la mente bien estrecha.

Lo más sorprendente es que, semanas después del ataque, el país que lo sufrió le está volviendo a dar la oportunidad a ideologías conservadoras que, sin ser de extrema derecha, tampoco es que se signifiquen mucho en la defensa de la cultura, la formación y, por ello, la libertad de expresión.

No quiero decir que los ciudadanos franceses deban votar a una determinada ideología, a causa de un atentado tan salvaje como el que ocurrió en Charlie Hebdo, pero estaría bien que reflexionaran y se dieran cuenta de quién defiende la libertad de expresión y quién no. Y las ideologías conservadoras no suelen hacerlo tanto como debieran.

No obstante, lo que no se debe olvidar es que, sin libertad de expresión, un sistema democrático no funciona y la realidad demuestra que sucesos como el de Charlie Hebdo son una excusa perfecta para imponer normas que, lejos de defender a los ciudadanos, lo que buscan es acabar, precisamente, con esa libertad de expresión que dicen defender.

Y como ya he dicho anteriormente, de esto el mundo gráfico sabe mucho, y bien. Por ello, quien piense que la lucha en pos de la libertad de expresión terminó tras la manifestación multitudinaria parisina está muy equivocado.

Si queremos que este mundo no se vaya más por el sumidero de lo que ya se está yendo, no debemos olvidar que todos somos Charlie, de una u otra forma.

Hace unos días un buen amigo me preguntó en dónde había quedado el reivindicativo eslogan “Je suis Charlie”, una vez pasado el tiempo.

Yo le respondí que, en realidad, la reivindicación por la libertad de expresión en el mundo gráfico no era nueva. Más bien, todo lo contrario. La diferencia estriba en que si bien, antes, para acabar con esa libertad de expresión se boicoteaba una colección o se juzgaba inquisitorialmente a una editorial –hasta lograr que ésta cerrara- hoy en día se ha llegado al asesinato puro y duro. Las consideraciones ideológicas y/o religiosas han sido, y son una mera excusa para justificar una irracionalidad que lo único que busca es imponer un pensamiento único, muy del gusto de los sistemas totalitarios o de aquéllos que presumen de tener la mente bien estrecha.