“El secreto, el gran aliado del porno”: expertas alertan del avance silencioso del cibermachismo entre la infancia y la juventud

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —
28 de noviembre de 2025 14:00 h

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Este jueves se celebró la tercera edición de Mujeres Conectadas: estrategias contra el cibermachismo, un espacio para fomentar un diálogo constructivo para desafiar las normas, cuestionar los estereotipos y construir un ciberespacio inclusivo y respetuoso para todas las personas. La primera mesa: Cómo detectar y prevenir las ciberviolencias machistas en los entornos educativos y en casa, contó con la participación de cuatro expertas que analizaron cómo la violencia se ha adaptado al mundo digital y la necesidad de abordarla desde las familias, centros educativos y políticas públicas.  

La sala se terminaba de acomodar, entraba la conexión en directo y la presentadora del acto, la periodista Gara Santana, daba la bienvenida a las primeras ponentes. Idaira Alemán, experta en la lucha contra la trata de seres humanos y especializada en educación en sexología y sexualidad humana y en prácticas participativas para la transformación social, además es coordinadora general del Proyecto Por-No hablar; Estíbaliz Linares, profesora e investigadora experta en violencia de género, menores y vida virtual. Combina su labor académica con la co-dirección de la consultoría Sormena S.L.

Pino de la Nuez Ruiz, jurista feminista y abogada especializada en derecho de familia y penal con enfoque de género, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis y diputada del Colegio de Abogados de Las Palmas y Cristina Gil, psicóloga del Servicio Insular de intervención integral a víctimas de violencia sexual, y desarrolla el proyecto 'Sin Filtros’, que aborda las violencias machistas en redes sociales. Una mesa que estuvo moderada por la periodista de Canarias Ahora Natalia G. Vargas

Cristina Gil fue la primera en intervenir en un primer bloque y explicó la presión estética que ejercen las redes sociales, marcando de manera profunda a las adolescentes. “Las redes son masivas, cientos de miles de personas opinando sobre tu cuerpo”, advirtió la psicóloga, haciendo hincapié en la avalancha de filtros y comparaciones constantes que destruyen la autoestima y hacen que cambien sus hábitos sociales. Contó que se ha encontrado a jóvenes que le han confesado que evitan encuentros porque no pueden verse sin un filtro, generando así una situación de aislamiento social. 

La normalización es tal que incluso las fiestas de pijamas infantiles, de niñas de 11 o 12 años, han empezado a girar en torno al skincare. “Vamos tarde como sociedad”, recalcó, aunque también recordó que las redes pueden usarse de forma saludable si se selecciona bien el contenido. 

La coordinadora del proyecto Por-No hablar, Idaira Alemán, introdujo una de las claves del debate, la pornografía como una forma de ciberviolencia estructural.

“Es la única ciberviolencia que consideramos ocio”, señaló. Su consumo se produce en soledad, sin contexto, sin acompañamiento, lo que la convierte en “la más silenciosa”. A través del porno se naturaliza el dolor, el miedo y la desigualdad entre el hombre y la mujer. “No somos conscientes del daño que producen esos vídeos. El secreto es el gran aliado del porno”, lamentó, y contó que así se lo transmiten los y las jóvenes en los talleres que imparte en centros educativos. 

Sobre los riesgos a los que se enfrentan los niños y niñas en el mundo digital, la investigadora Estíbaliz Linares destacó ese acceso temprano a la pornografía. “Los estudios coinciden, la edad media empieza en torno a los 12 años, aunque muchas veces es antes”. Algunas familias aplican controles parentales que funcionan, pero no existe un único modelo de familia. “Las realidades son muy diversas, no podemos tratarlas como homogéneas”, explicó, refiriéndose al ámbito de la educación, cultura, trabajo, conciliación…

En el ámbito jurídico, la abogada feminista Pino de la Nuez describió los vacíos legales que se dan en numerosas ocasiones. La violencia digital es múltiple, cambiante, expansiva…, y el derecho no ha ido a la misma velocidad. La falta de tipos delictivos se convierte en “obstáculos para combatir este tipo de violencia”. Además, subrayó la brecha formativa en perspectiva de género y la falta de recursos en las familias, centros educativos y en los profesionales que atienden a menores.

Cristina Gil complementó este análisis haciendo alusión a la impunidad del anonimato, los perfiles falsos y la velocidad a la que circula el contenido en redes. “Incluso hay pornografía en TikTok, y muchas familias ni lo imaginan”, resaltó.  

Linares comentó otro obstáculo que se encuentran las profesionales que imparten formaciones para educar y formar a la ciudadanía, y es la baja participación de las familias. “Siempre vienen las que ya están sensibilizadas, y casi siempre mujeres”, lamentó. Esta falta de implicación deja a muchos menores sin espacios seguros. En este punto, Idaira Alemán añadió que a las administraciones públicas les cuesta entender la urgencia de trabajar con la infancia desde edades tempranas, “Tenemos que llegar a los peques. El contenido, antes o después, aparecerá”, insistió.

La mesa ‘Hablamos’ concluyó con la participación de algunas personas del público, que aprovecharon la ocasión para reforzar la idea de que las ciberviolencias machistas no son un problema aislado. Son estructurales, están normalizadas y afectan a quienes no tienen herramientas para enfrentarlas. Abordarlas exige conversación, educación, políticas públicas y leyes. Las expertas coinciden en que “en el espacio digital la violencia machista se ha multiplicado, transformado y normalizado, especialmente entre las personas más jóvenes”.