Un teléfono contra la doble pandemia de los mayores: el miedo al contagio y a la soledad

Saray Encinoso

Santa Cruz de Tenerife —

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Berta González Aguiar se hizo socia de Cruz Roja “cuando era muy jovencita”. “Me he pasado toda la vida pensando que sería voluntaria cuando me jubilara y resulta que ahora son los voluntarios los que tienen que venir a mí”, dice desde el otro lado del teléfono, en su casa de Santa Cruz de Tenerife. A sus 72 años -vive sola desde el 25 de mayo del año pasado, cuando falleció su hija -, esta mujer, que no ha podido cumplir su sueño de ayudar a los demás, ha limitado sus salidas y contactos con familiares y amigos. Desde que empezó el confinamiento, a mediados de marzo, Berta no puede realizar las actividades que antes hacía con la ONG –“echo de menos ir a la playa, al supermercado o a los almuerzos”-, pero, a pesar de la tristeza, de no poder ver a sus nietas o a su hijo, que viven en Ibiza, se siente “afortunada” al saber que “siempre” hay alguien al otro lado de la línea.

Los teléfonos se han vuelto servicios esenciales para las personas mayores desde que se declaró el estado de alarma para frenar la COVID-19. Son la única forma de mantener contacto con el exterior. La televisión no ayuda mucho. Sin otras plataformas de entretenimiento a las que acceder, los mayores solo tienen a su disposición los canales convencionales, que desde hace más de 50 días se centran en transmitir noticias sobre el coronavirus, poco alentadoras para la mayoría de los ciudadanos y nada para ellos. Cada vez que ven el telediario o los boletines informativos sienten más miedo por una enfermedad especialmente dura con quienes superan los 70 años y su sensación de aislamiento empeora.

Según la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (2019), en Canarias 66.300 personas de 65 años o más viven solas. Hay quienes siempre pueden llamar a un familiar o a un amigo, como es el caso de Berta, pero otras personas encuentran más dificultades para dar con una voz que las reconforte. Para ellas están disponibles servicios como Cruz Roja te escucha, el Teléfono de la Esperanza o el Teléfono de Mayores del Gobierno de Canarias.

El Teléfono de las Personas Mayores de Canarias (900 70 70 20) es un proyecto del Teléfono de la Esperanza y del Gobierno de Canarias que nació en 2016 para prevenir la soledad no deseada de la población mayor del Archipiélago. Estos dos servicios telefónicos han hecho estos días un esfuerzo mayúsculo por combatir la ansiedad y la tristeza de muchos ciudadanos, gran parte de ellos de edad avanzada. Los voluntarios han doblado turnos para poder dar respuesta al incremento de llamadas. Solo entre el 16 de marzo y el 20 de abril se recibieron 2.410, frente a las 994 del mismo periodo del año pasado. De ellas, 1.543 provinieron de mujeres (473 en 2019) y 867 de hombres (471 hace un año).

Además del sentimiento de soledad, del miedo a sufrir la enfermedad y de la angustia cuando son los seres queridos quienes la padecen, las conversaciones telefónicas han tratado sobre asuntos como la crisis económica que ya ha empezado, conflictos generados por el confinamiento forzoso, las dificultades de convivir con personas que tienen enfermedades mentales, la forma de enfrentarse a crisis suicidas o peticiones de ayuda para afrontar el duelo.

Covida, casi mil voluntarios registrados

Para atender este aluvión de consultas, los voluntarios del Teléfono de la Esperanza y del Teléfono de Mayores también han tenido que reinventarse. No solo han dado aliento y derivado a mayores a recursos especializados y se han adaptado tecnológicamente para trabajar desde casa -o incluso para ofrecer consultas de psicología online-, sino que también han promocionado una aplicación que pone en contacto a jóvenes que quieren ayudar a personas mayores.

Se llama Covida y fue diseñada por un chico de Fuerteventura que vive en Bilbao, explica José Cabrera, psicólogo y director técnico del Teléfono de la Esperanza en Canarias. “Covida te pide una serie de datos por seguridad para que te actives como voluntario y te permite establecer un radio de acción de uno o dos kilómetros a la redonda. De esta forma, cuando una persona mayor lanza una alerta porque necesita un medicamento o algo del supermercado, el voluntario que tenga disponibilidad puede aceptarla y encargarse”, detalla.

En las islas hay 1.236 mayores registrados y 959 voluntarios. Estos datos son los más elevados de todo el territorio nacional, algo que tiene que ver con el hecho de que el equipo del Teléfono de Mayores haya informado a sus usuarios de que existía esta aplicación y haya ayudado a darse de alta a quienes estuvieran interesados y no tuvieran los conocimientos necesarios para hacerlo. La iniciativa surgió porque intuían que muchas de las personas que llamarían durante la cuarentena lo harían para pedir ayuda para llevar a cabo gestiones fuera del domicilio. Así ha sido: no sabían cómo enfrentarse al encierro sin un mínimo de apoyo.

“El elemento clave diferenciador en España hemos sido nosotros. Está disponible en todo el país, pero en otras regiones no existe este soporte, no puedes hablar con alguien para que informe de su existencia o te dé de alta a través de la web si no eres capaz de hacerlo, como hacemos nosotros a través del Teléfono de Mayores del Gobierno de Canarias”, explica.

Covida fue desarrollada por KUVU, una startup social dedicada al homesharing con la que Cabrera y sus compañeros ya trabajaban y a través de la que también intentaban favorecer el contacto entre jóvenes y mayores. La aplicación fue puesta a disposición de la ciudadanía el primer fin de semana del confinamiento. Canarias, a través del servicio que costea el Gobierno autonómico, difundió la aplicación. En la actualidad, más de un tercio de los mayores de toda España que están registrados residen en el archipiélago, algo que se repite con más de la mitad de los voluntarios inscritos.

Pero, además de contar con alguien que te haga recados, también hay muchos mayores en situación de vulnerabilidad que no disponen de medios de subsistencia mínimos.

Una de las entidades que está trabajando para atender a los mayores, tanto proveyéndolos de recursos como escuchándolos, es Cruz Roja. Sus voluntarios están disponibles para cualquiera que se encuentre en una situación extrema. Han priorizado la atención telefónica, pero también continúan yendo a los domicilios de estas personas a entregarles kits de alimentación y de higiene.

El programa de mayores de Cruz Roja incluía, hasta ahora, actividades de ocio, culturales y educativas que buscaban la estimulación cognitiva. Con toda la población encerrada en casa, la asistencia ha tenido que reinventarse. “Las primeras semanas nos centramos en contactar con los usuarios y en atender a muchas personas nuevas que han tenido que recurrir a nosotros para cubrir sus necesidades básicas”, cuenta Beatriz Rodríguez Padrón, responsable del programa en la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

“Las personas mayores ya son de por sí personas vulnerables, pero normalmente tienen a un familiar o a un vecino que les ayuda. Ahora, como tenemos que estar en casa, es todo más complicado. Sin embargo, gracias a los voluntarios de Cruz Roja pueden hacerlo”.

En total, la ONG ha repartido alrededor de 1.000 kits de alimentación e higiene a sus usuarios solo durante las primeras cinco semanas de aislamiento y, en algunos casos, material de papelería para que sigan realizando actividades de estimulación cognitiva, aunque sea de forma autónoma, porque los voluntarios no pueden estar en el domicilio. Además, han distribuido numerosas donaciones de alimentos, por parte de empresas, que han ido llegando estas semanas hasta la entidad.

“Al principio, los mayores nos manifestaban mucho su nerviosismo por las noticias que veían en la televisión, por las cifras de fallecimientos; nos hablaban mucho de lo que estaba ocurriendo en las residencias de mayores. A medida que fueron pasando los días se fueron tranquilizando; ahora están más preocupados por sus familiares que por ellos mismos, por que sus hijos pierdan sus puestos de trabajo y por que la situación de la sociedad empeore”, relata Rodríguez Padrón.

Para evitar que la angustia que sienten crezca, desde Cruz Roja les aconsejan que no vean todo el día las noticias. “Es importante que estén informados, pero no es bueno que abusen”.

La organización, además de hacer seguimiento a sus usuarios, de suministrarles recursos básicos y de mantener el transporte a los centros sanitarios, también ofrece ayuda a través de un teléfono gratuito – “Cruz Roja te escucha”- que tiene como objetivo proporcionar a toda la población, independientemente de su edad, acompañamiento psicológico y psicosocial en estos duros momentos.

“Cuando hacemos esas llamadas de seguimiento entre los mayores y detectamos casos en los que es necesario, activamos este recurso también”, explica la coordinadora del programa. En total, la organización ha atendido a 40.153 personas de todas las edades en toda Canarias por teléfono, a quienes, además de proporcionarles ese apoyo, han explicado las medidas de seguridad que debían seguir para evitar contagiarse de la enfermedad.

Desde el sábado 2 de mayo, los mayores también pueden salir un par de horas al día. Para muchos, este chute de vitamina D es una ayuda, sin duda, pero no soluciona el problema de fondo: siguen siendo un colectivo de riesgo, muchos tienen problemas de movilidad, las distancias hay que seguir manteniéndolas y las visitas a familiares y nietos aún tienen que esperar a tiempos mejores. Y lo peor: nadie tiene claro cuánto tardaremos en derribar esa barrera -la falta de contacto físico- que nos aísla aún más.

El teléfono siempre ha salvado las distancias. En la actualidad, cuando hay multitud de aplicaciones que nos acercan, es más útil que nunca para los mayores, una generación que vive ajena a esas tecnologías. Las únicas voces que escuchan un día tras otro no pueden ser las que salen de una televisión que solo anuncia desgracias.

Los voluntarios lo saben. También los familiares. “Yo, en general, salvo porque ya no tengo a mi hija, estoy agradecida. Cruz Roja siempre está pendiente de mí y de cualquiera, porque no hace falta ser socio para que te ayuden, y ahora hablo dos veces al día con mi hijo; todo esto también ha traído cosas buenas”, concluye Berta, con optimismo.

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