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El suplemento de viajes de Canarias Ahora te invita a visitar el mundo de otra manera. Aquí encontrarás datos útiles, ideas y, sobre todo, muchas experiencias de viajeros como tú.

Girona da para mucho más que un día

Casas de colores en las riveras del Río Onyar, una de las estampas típicas de Girona. VIAJAR AHORA

Viajar Ahora

Girona —

La primera impresión engaña. Los boquetes abiertos en la Plaza de la Independencia y en el Carrer de Santa Clara conducen al viajero hacia los puentecitos coquetos que cruzan el Río Onyar. La muralla de casas pintadas de colores vivos, que ocupa el lugar de la antigua muralla derruida durante la guerra contra el francés, son algo así como un subterfugio; un engaño. De entre los tejados apenas sobresalen la mole imponente de la Catedral y la torre elegante y gótica de la Iglesia de Sant Feliu. Hay que cruzar los puentes y aventurarse más allá del Carrer de l’Argentería (platería) para descubrir la Girona encantada.

El lugar en poco ha cambiado en los últimos diez o doce siglos. Una trama de callejuelas retorcidas que, en vueltas imposibles, esquinas de ángulos forzados y escaleras enclaustradas entre paredes no conocen las nociones básicas de la geometría. Aquí, hablar de perpendiculares o paralelas es una utopía. Callejeamos por uno de los conjuntos medievales mejor conservados de Europa; una maravilla donde se pueden seguir los rastros de las cien culturas que han hecho de España un lugar único.

Así. De golpe. Concentración que apabulla. Rincones en los que se pueden ver las piedras ciclópeas de la antigua muralla romana, verdaderos rascacielos medievales donde alternan el románico y el gótico, plazas sobre antiguos claustros, baños árabes construidos por cristianos pero con símbolos cabalísticos judíos… Así es Girona, una ciudad que merece mucho más que una visita furtiva desde la vecina y cercana Barcelona.

Los encantos del Call

La presencia de la comunidad judía en la ciudad de Girona está documentada desde el año 888 de nuestra era. Los textos de la época nos hablan de la vecindad de personas de religión ‘mosaica’ en la villa, una realidad que, sin duda alguna es anterior a esta primera referencia escrita si tenemos en cuenta que apenas unos siglos después, los judíos gerundenses se contaban por miles y gozaban del mismo estatus jurídico que el resto de los habitantes del burgo. Eso sí, los judíos contaban con espacios propios y una especie de gobierno autónomo que sólo rendía cuentas al rey, quien los protegía a cambio de importantes tributos (ascendía a más de 13.900 escudos barceloneses a finales del siglo XIV, lo que da muestra de la gran capacidad económica de esta comunidad).

Aún así, las relaciones con el resto de los vecinos del burgo no fueron siempre fáciles, con periodos de convivencia fraternal, coexistencia más o menos pacífica y momentos donde la violencia dejó un triste rastro de sangre. Por ello los judíos se recluyeron en barrios especiales. Las juderías o Alfamas que, en estas tierras catalanas de la Corona de Aragón, recibieron el nombre de Call. En Girona, el barrio judío se encontraba en torno a la actual Calle Força, que lo recorre longitudinalmente. Impresionantes ejemplos de arquitectura medieval y lugares de obligada visita como el Museo de Historia Judía (Dirección: C/ Força, 8; Tel: (+34) 972 216 761; Horario: L-S: 10.00 – 20.00; D y F: 10.00 – 14.00; E-mail: callgirona@ajgirona.cat) convierten a la antigua calle principal de la primera ciudad romana en la arteria principal del barrio histórico gerundés. Pero para empaparse del verdadero espíritu del Call hay que vagabundear escaleras arriba o abajo y pasar sin miedo bajo los arcos y rastrear la presencia de aquellos hombres y mujeres en las lápidas que adornan esquinas. Hay que explorar alguno de los pasajes más angostos de este laberinto tales como las calles de ‘San Lorenç’, ‘Manuel Cúndaro’ o la inverosímil escalera de ‘La Pera’.

El Carrer da Força desemboca en una de las antiguas puertas de las murallas. Sillares milenarios que formaban parte de los muros de la modesta ‘Gerunda’ que los romanos montaron allá por el siglo I para guardar la Vía Augusta que comunicaba la provincia hispana con Roma. Los testimonios que dejaron los siglos se pueden rastrear en el moderno y muy bien montado Museo de Historia de la ciudad (Dirección: Carrer da Força, 27; Tel: (+34) 972 222 229; Horario: octubre a abril M-S 10.30 – 17.30 D y F 10.30 – 13.30 mayo a septiembre M-S 10.30-18.30 DyF 10.30-13.30; E-mail: museuhistoria@ajgirona.cat ) y en el Museo Arqueológico (Calle Santa Llúcia, 8; Tel: (+34) 972 202 632; Horario: junio a septiembre M-S 10.30-13.30 y 16.00-19.00 DyF 10.00-14.00 octubre a mayo 10.00-14.00 y 16.00-18.00 DyF 10.00-14.00; E-mail: macgirona.cultura@gencat.cat) que tiene el atractivo añadido de estar ubicado en el Convento románico de Sant Pere de Galligants.

La ciudad de lo insólito

La ciudad da mucho de sí. Y para que quede de manifiesto vayan dos particularidades. La Catedral cuenta con la nave gótica más ancha del mundo; y también con una buena colección de arte (impresionante el Tapiz de la Creación, del siglo XII) y algunas trazas románicas (impresionante el claustro). Pero una de las grandes sorpresas que le esperan al viajero son los Banys Arabs (Dirección: C/ Ferrán el Catolic sn; Tel: (+34) 972 213 262; Horario: L-S: 10.00-19.00; D y F: 10.00 – 14.00; E-mail: cultura@girones.cat). Estos baños construidos a finales del siglo XII se construyeron siguiendo el ejemplo de los ‘hammanes’ andalusíes aunque tienen la particularidad de haber sido levantados en un puro estilo románico que los hace únicos en el mundo. Ejemplo del refinamiento de las élites de la ciudad, la huella judía más evidente es una estrella de David que adorna la pared del vestuario. Los ‘Banys’ se abandonaron en el siglo XV y a partir de 1617 sirvió de despensa y cocina a un convento de monjas capuchinas.

Antes de abandonar la zona conviene darse una vuelta por la gótica Basílica San Feliu, y bajar hasta la Plaza del mismo nombre para besar el ‘culo de la Leona’ (hoy la réplica de una antigua escultura medieval), una de las más graciosas costumbres del lugar. Si el viajero opta por subir por la calle Bellaire se sorprenderá ante la pequeña Capilla de San Nicolau, de un románico tan simple que bien pasaría por templo bizantino. En la cercana Carrer Pou Rodó se ha creado un polo de arte contemporáneo con galerías y talleres de artistas.

Una de las mejores formas de volver a las orillas del Onyar es a través del Paseig Arqueologic, un recorrido por las alturas de las antiguas murallas (Força Vella) que permite ver el casco histórico desde arriba e hitos como la Universidad y el Convento de Sant Doménec. Muros adentro se repiten las imágenes de callejuelas, arcos, escaleras y putjadas (cuestas) que van de acá para allá formando una red intrincada e imposible. Cerca del río, la cosa se amansa. Se nota la mano reformadora de la Ilustración y el XIX aunque, por suerte, lugares como la Rambla de Llibertat o la Plaça del Vi mantienen una estética que no desentona con el entorno.

Más allá del río quedan las tiendas, los palacetes modernistas, el curioso y más que recomendable Museo del Cine (Girona es la ciudad europea con más salas de cine por habitante) y las avenidas amplias, los parques, la estación de tren, los edificios residenciales, el mercadillo del Parque de la Devesa…

Cuatro propuestas en Girona

El Restaurante Baubar (Plaça de la Catedral, 8; Tel: (+34) 972 485 007) es uno de nuestros locales preferidos de la ciudad. Enclavado en pleno Call, ofrece un sabroso menú centrado en la tradición gastronómica sefardí. Cocina de los judíos medievales a las puertas del Call. Imprescindible. Otro de los lugares que nos encanta es la Librería Ulyssos (Carrer de la Cort Reial, 3; Tel: (+34) 972 211 773), una de las pocas librearías dedicadas a los viajes que hay en España: una auténtica delicia en la que podemos pasar horas. Un aliciente más para quedarse a dormir en Girona, más allá de lo encantador de un paseo nocturno por las callejuelas del Call, es su variada e importante oferta de locales con música en directo. El Sunset Jazz, en pleno barrio histórico es uno de nuestros preferidos. Otro local con encanto es la Juguetería Zeppelín, a dos pasos del casco histórico y una auténtica delicia para los que no han dejado de ser niños.

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