La cola del dragón: Un paseo por la Gran Canaria más salvaje

Los cantiles de la costa noroeste de Gran Canaria se precipitan hacia el mar formando lo que los locales llaman, la Cola del dragón. Viajar Ahora

A esta parte la llaman La Cola del Dragón. La línea que marcan las alturas desde el Macizo de Tamadaba hasta la Punta de la Aldea forma una especie de línea quebrada que desciende desde los poco más de 1.000 metros de altitud de Risco Faneque, hasta que la isla se hunde literalmente en las aguas del Atlántico en la Playa de La Aldea. Hasta hace poco, internarse por estos parajes requería de grandes dosis de paciencia. La carretera GC-200 tiene los 44 kilómetros más largos del mundo. Y no exageramos. Los locales dicen que entre el cruce de Agaete y la Playa de La Aldea hay 365 curvas; una por cada día del año. Hoy, gran parte de ese trayecto se hace a través de una moderna carretera que a base de puente y túnel logra rendir la hasta hace poco omnipotente dictadura de la geografía. Se ganó en seguridad y rapidez; se pierde uno de los tramos de vía más espectaculares del mundo (y no exageramos). Pero el viajero pasa por aquí una o dos veces en su vida; los vecinos todos los días.

Cuando la nueva carretera esté culminada (dicen que en 2024) esos 44 kilómetros se habrán convertido en poco más de 18. Pero muchos de esos lugares espectaculares seguirán siendo accesibles para viajeros poco intrépidos. Lugares que convierten a esta parte de la isla en una de las más atractivas para los que buscan algo más que sol, playa y compras. Una pequeña muestra de lo que fue Gran canaria hasta no hace mucho tiempo: un lugar de enorme belleza natural; un pequeño continente en el que tienen cabida desde los verdes bosques a los desiertos más áridos. El cruce de la GC-200, a escasos metros del centro de la localidad de Agaete, actúa de frontera entre la Gran Canaria más humanizada y domesticada y la más salvaje.

Camino a Guayedra .- Guayedra quedó al margen del desarrollo de la isla casi desde el final de la conquista española. Aquí quedaron algunas de las familias aborígenes a las que se permitió seguir residiendo en Gran Canaria. Aquí se siguieron habitando las viejas casas y practicando las viejas costumbres varios siglos después del término de la guerra (1483). Y hasta hace bien poco, este barranco fértil repleto de palmerales y pequeños cultivos en los que aún pueden verse vestigios de la sociedad prehispánica en viejas casas, muros y acequias. Antes de llegar al acceso que baja hacia la costa podemos hacer una parada sobre los riscos que dominan el Puerto de Agaete. Las vistas son brutales. Guayedra es un paraíso. La pista de tierra se interna en un pequeño paraje de palmeras y huertos que culmina en una de las playas más bonitas de esta parte de la isla. Hace poco han abierto un pequeño hotel en el lugar (ver mapa). Si se sigue el barranco a mano inversa (hacia los muros que suben hacia Tamadaba) un pequeño sendero lleva hasta el Barranco Oscuro, un lugar lleno de pequeñas pozas y cascadas. Siguiendo el trazado de la GC-200, poco antes de dejar atrás el valle de Guayedra, se llega a un pequeño conjunto de casas aborígenes.

Playa de Faneroque .- El acceso no es fácil pero la recompensa es mucha. La mayoría de los que la visitan dejan el coche en la GC-200 y siguen el camino que desciende hasta la costa. El primer tramo se hace a través de una pista de tierra (accesible ara vehículos 4X4) y los últimos pasos cuelgan literalmente del abismo hasta que se llega a pie del cantil. La playa se compone de dos tramos. Uno de arena negra de unos 400 metros de longitud y otro de pequeñas piscinas naturales y charcones dónde impacta la marea (los jacuzzis los llaman de manera coloquial). Faneroque es una playa totalmente virgen. El acceso es complicado, pero merece mucho la pena.

El Risco y el Charco Azul .- El pequeño pueblo de El Risco se asienta en un amplio valle abierto justo detrás de las alturas del Roque de Faneque. Es un lugar impresionante cuajado de pequeños huertos y palmeras aisladas que adelantan los primeros pinos del vecino Tamadaba. Es uno de los lugares más fotogénicos de la isla y, desde hace algún tiempo, un verdadero paraíso para el turismo rural. Para los locales El Risco era una de las paradas obligadas en la ruta en coche hacia La Aldea (aún se pueden degustar los míticos bocadillos del Bar Perdomo). Hoy su principal atracción para los viajeros es el sendero que lleva hasta El Charco Azul, una pequeña poza a pie de risco con cascada incluida que merece la pena ir a verse. El camino no demora más de media hora por sentido y lleva hasta uno de los rincones más bonitos de la comarca. El Risco también tiene su playa. El acceso se hace en coche (pista de tierra) desde el propio pueblo.

Fin de trayecto en La Aldea .- Con la nueva carretera, el trayecto entre El Risco y la Playa de La Aldea apenas demora diez minutos a marcha tranquila. Un moderno túnel de más de 3,5 kilómetros permite pasar bajo el pequeño macizo de Tirma y ahorrarnos gran parte del camino. Eso sí; atrás quedaron los tiempos en los que se pasaba por el mítico Anden Verde, un lugar en el que la vieja carretera se pegaba al acantilado quitándole la respiración a los aprensivos. Para acercarse al Mirador del Balcón hay que desandar un poco lo andado. Desde aquí puedes ver los últimos dientes de la cola del dragón justo antes de hundirse en el mar. Más allá está la desembocadura del Barranco de La Aldea, que culmina en una extensa playa de piedra. Aquí también hay bastante que ver. Está el antiguo poblado aborigen de Los Caserones, una pequeña necrópolis tumular y los alrededores de la propia playa.

Etiquetas
stats