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Predecir el pasado

José Miguel González Hernández

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Podemos definir el riesgo como la valoración económica de la incertidumbre. Asumiéndolo como bueno, reconozcamos que no todo cabe en un modelo. La complejidad con la que están constituidas las relaciones sociales, a la vez interrelacionadas con las motivaciones económicas, provoca que, cuando intentamos llevar a cabo una actuación con el objeto de analizar una situación o, incluso, poder solucionar un problema, debamos simplificar la parametrización de los instrumentos a utilizar, porque de lo contrario pensaríamos que es imposible acometer medida alguna. Pero, a mayor simplificación, es probable que estemos en un contexto de pérdida de eficacia y, por lo tanto, de acierto.

Esta reflexión no se hace como justificación a las incorrecciones que se establecen a la hora de plantear escenarios futuros, haciendo cierta la típica broma que dice que la economía es la ciencia que predice el pasado. Por ello, asumiendo que estamos en un entorno complejo, debemos apostar por la ocurrencia probabilística de todos los escenarios que pueden darse, ya sean positivos o negativos, y así actuar en consecuencia. Incluso pudiera suceder que, anunciando lo que va a suceder, alteramos de forma directa el resultado final porque estamos ante un modelo recursivo que se retroalimenta y revierte sobre el sistema. Por lo tanto, el esquema debe readaptarse continuamente a la nueva realidad tras la modelización.

Cualquier actividad económica está siempre sometida a incertidumbre debido a multitud de razones, lo que origina unos riesgos que se deben asumir. Este desasosiego puede deberse porque no se conocen todos los datos y circunstancias que llevan aparejados. En este sentido, existe un ambiente de incertidumbre cuando falta el conocimiento seguro y claro respecto del desenlace o las consecuencias futuras de alguna acción, lo que puede derivar en riesgo cuando se aprecia la perspectiva de una contingencia con posibilidad de generar un daño. Por ello, la propia indecisión supone cuantificar hechos mediante estimaciones para reducir riesgos futuros, entendiendo la dificultad de tal acción.

Pero la incertidumbre es subjetiva porque varía para cada sujeto y para cada actividad a desarrollar. Esta diferencia cualitativa y cuantitativa de intensidad de la inquietud se encuentra relacionada con el grado de información e identificación del problema. La única forma de reducir el riesgo, o al menos sus consecuencias, se consigue mediante su identificación lo más clara posible, lo que permite poner en marcha todas aquellas acciones necesarias para intentar anularlos o minimizarlos con el uso de técnicas que permita convertir la propia incertidumbre inherente al riesgo en efectos previsibles y así poderlos trasladar a un estado tangible de gestión, porque, aunque no se conozca, sí afecta.

Asumiendo que, ni la historia ni los problemas nacen con nosotros, debemos apostar por la innovación en el diseño de políticas económicas innovadoras debido a que la diversidad de estrategias hace que el funcionamiento del sistema sea más óptimo. Por el contrario, si todos los agentes hacen lo mismo, las expectativas se vuelven adaptativas y, en tiempo real, se neutralizan. Así que la osadía al poder.

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