'The Following' 3x10 Review: una despedida para siempre
Por Silvia MartínezSilvia Martínez
Cinco capítulos. Tan solo cinco capítulos – la temporada es de quince y no de trece como algún día dijimos por aquí – son los que le quedan a la season de ‘The Following’ para llegar a su fin. Y, a decir verdad, habiendo visto ‘Evermore’ – juego de palabras con el famoso ‘Nevermore’ (‘nunca más’) de ‘El Cuervo’ de Poe, pero cambiándolo por un ‘siempre más’–, se nos puede generar fácilmente la duda de si alguno de los capítulos restantes va a superar a éste en calidad y, sobre todo, en tensión.
Como todas las semanas, seguimos al tanto de la posible y casi segura cancelación de la serie debido a sus audiencias, que, si bien han subido ligeramente estas dos últimas semanas, suponemos siguen sin ser suficientes para que FOX dé luz verde a una cuarta temporada. Claro que, aunque igualmente la disfrutaríamos, lo cierto es que si todas las tramas empiezan a tener su desenlace y Williamson hace de ‘The Following’ una ficción con final como Dios manda, quizá tampoco echemos tanto en falta una cuarta temporada.
Todo tiene su fin y el de ‘The Following’ tendrá que llegar algún día. Ahora, vayamos a lo que todos estábamos esperando desde hace una semana… ¿Habrá llegado también el fin de Joe Carroll?
(¡Cuidado SPOILERS!)
¿EL ÚLTIMO ADIÓS?
Es el día de la ejecución de Joe Carroll, asesino en serie con incontables crímenes a sus espaldas, y el país entero permanece pegado a su pantalla de televisión esperando escuchar la última hora de todo lo referente a su muerte. Ryan Hardy, el atormentado agente del FBI responsable de su captura, no iba a ser menos y ni siquiera puede dormir pensando en que el dueño de sus pesadillas – literalmente, recordémoslo – va a dejar de existir por siempre jamás.
Éste, por su parte, se dirige con su ya característico sarcasmo hacia la sala de ejecución, escoltado por varios antidisturbios y la fiscal que ya hemos visto en alguna ocasión esta temporada, como quien va a tomar un refresco a una terraza: Tranquilo, sereno, confiado… Todos esos adjetivos que hacen de Joe Carroll uno de los psicópatas más carismáticos de la televisión, aún siendo de los más despiadados, y de James Purefoy un intérprete como la copa de un pino.
Ni siquiera uno de los presos más peligrosos, por supuesto siempre sin contar a Carroll, se escapa de su buen humor cuando se burla de él por ser ‘menos criminal’. Ay, Joe, tú sí que sabes cómo contentar al público.
Aunque sin duda, lo que mejor se le da, quizá incluso más que la enseñanza, es lo que él llama ‘arte’ pero nosotros conocemos como ‘asesinato’. Y hoy, el día de su ejecución, una vez más, lo pone en práctica: esa patilla de las gafas de sol con la que se despedía el pasado capítulo sirve, una vez más, para que Joe vuelva a disfrutar con la sangre y alargue su inevitable destino. Habiendo despachado a los antidisturbios, ahora son la fiscal, el médico y un miembro del gobierno los rehenes que probablemente hagan las delicias de Joe si no consigue lo que quiere:A Ryan Hardy.
THEO, EL PROTECTOR
El equipo de antidisturbios tiene todo preparado para entrar en la habitación donde se encierra Carroll con los tres rehenes cuando éste les hace una muy clara declaración a través de una de las cámaras de seguridad: si lo hacen, un rehén morirá. Si deja de poder tener controlado todo ese ala de la prisión mediante las cámaras, un rehén morirá. O lo que es lo mismo, de cualquier manera, un rehén morirá, salvo que Hardy vaya para allá. Y, obviamente, aún con Gwen totalmente asustada en casa y con algo muy importante que decirle – ¡está embarazada! ¿Os acordáis? –, Ryan accede a aceptar la petición de Carroll no sin antes despedirse de Max y Mike y recibir su consejo de acabar con Joe en cuanto tenga oportunidad.
Chaqueta fuera, camisa fuera, esposas puestas y brazos hacia atrás – acompañados del pequeño detalle de un par de descargas eléctricas, aunque eso Hardy aún no lo sabía – son las condiciones que Joe Carroll tiene para abrir la puerta automatizada de la sala en la que se encuentra y hacer acceder a Ryan. Él, por su parte, pone como condición liberar a un rehén y el médico, que está subido a una mesa con una soga improvisada alrededor de su cuello igual que los otros dos rehenes, abandona la sala.
Mientras tanto, Theo, en el nuevo hogar que ocupó la semana pasada y que resulta ser su verdadero hogar – allí vive su hermana, único pariente que parece tener – tiene encerrado al mejor criptógrafo de América que no le ha servido de nada para averiguar qué pone en la agenda de Strauss, así que podemos entender que no le espera un futuro muy prometedor. Tampoco al actual rollete de su hermana, que no ha parecido caerle en gracia a un Theo que está dispuesto a todo por proteger a su hermana. Ésta conoce todo acerca de la vida que lleva Theo y lo acepta sin más problemas que preocuparse de la integridad de ambos ahora que el FBI sabe la verdadera identidad de su hermano. Aunque no debería de qué preocuparse: no sabemos cómo pero Theo siempre tiene todo bajo control y esta vez, con las cámaras y mecanismos informatizados de la prisión desviados también a su ordenador, dudamos que vaya a ser diferente.
¿Su plan actual? Descifrar la agenda de Strauss donde encontrar el nombre de alguien que le devuelva su anonimato. No sin antes acabar con Ryan Hardy, claro. Parece que se gana muchos enemigos este Hardy, ¿eh?
EN LO MÁS PROFUNDO DE SU CORAZÓN
¿Y qué es lo que quiere exactamente Joe Carroll de Ryan Hardy? Quiso que estuviera presente en su ejecución y éste no quiso, vale. Pero, ¿y ahora? Pues nada más y nada menos que la verdad. Que admita que está sufriendo porque se acerca la muerte de Joe Carroll y éste, sin ninguna duda, ha sido la relación más importante de su vida. Una parte de él. Su alma gemela. Y ahora sí que sí, se suceden una serie de magistrales frases sobre todo por parte de Carroll y una muy correcta interpretación tanto de Purefoy como de Kevin Bacon en la que, prácticamente, se despiden el uno del otro dándose cuenta, sobre todo Hardy, de que lo que realmente hay en lo más profundo de su alma es una verdadera conexión con Joe. Y éste, sabiendo que por fin ahora Ryan también lo sabe y para siempre vivirá en su corazón, siente que ya puede morir a gusto.
No obstante, sólo nos hace falta remitirnos unos minutos atrás para ver que si Theo tiene el control de la prisión desde su ordenador, nada bueno va a pasar en un sitio donde Hardy esté presente. Contra todo pronóstico, es su hermana la que sorprende incluso a él mismo cuando acciona el botón que abre las celdas de los presos más peligrosos de la prisión. Esos que compartían ala con Joe y de los cuales él mismo se reía.
Veremos si ahora también sigue riéndose…
“VA POR NOSOTROS”
Una fiscal, un miembro del gobierno y un policía son como una caja entera de gominolas para presos potencialmente peligrosos y exactamente así es como deben de sentirse ellos tres ante el acorralamiento que están sufriendo. Una puñalada para el gobernante, sendas palizas para Hardy y Joe, que aunque no sea una gominola tan jugosa se ha reído de uno de ellos y eso también vale, y un intento de hacer con ella no-queremos-saber-qué para la fiscal. Ése es el regalito que los presos tienen para nuestros cuatro amigos. Sin embargo, cuando Hardy consigue librarse de lo suyo, sale hacia el exterior ensangrentado y dando verdadero miedo para salvar a la fiscal, que yace en la nieve debido a los golpes de los dos presos que querían encargarse de ella.
Carroll, por su parte, está en una celda intentando librarse por todos los medios del grandullón que creía no tan peligroso y que, si nada lo impide, va a ser quien comparta en su biografía de Facebook un ‘yo maté a Joe Carroll’. ¿O no? En manos de Ryan queda, porque es él quien llega a la celda y los ve desde fuera. Y haciendo gala de la afirmación que lo más profundo de su corazón sabía pero él no, le salva de ser estrangulado por el otro preso al mismo tiempo que Carroll después, le salva a él.
El adiós de Joe Carroll ya es definitivo. Carroll y Hardy se despiden para siempre cuando Joe le confiesa que puede vivir en paz sabiendo que Ryan es su legado real, su hermano, y éste le anuncia que están a punto de venir a por él para ejecutarlo. Joe Carroll, vestido de blanco, encadenado de pies y manos, se dirige mediante un pasillo del mismo blanco inmaculado, ahora sin retorno, a la celda de ejecuciones donde una inyección letal acabará con su vida para siempre. Su corazón está tranquilo y ahora, todavía más, viendo que Hardy también está presente en su definitivo viaje. Un viaje que derrotará también a Hardy, seguirá dejándole tocado y le llevará a volver a caer en la más profunda de sus tentaciones.
“Y dijo el cuervo…‘Nunca más’.” Adiós, Joe.
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