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Se consumó el “cañetazo”

Antonio Morales

Se consumó el “cañetazo” en la UE, pero como andamos enredados con las tarjetas fulleras de Bankia, el ébola y el pulso de la Generalitat, hemos pasado de puntillas sobre el asunto. Y a otra cosa mariposa. Efectivamente, el pasado día siete de este mes la Eurocámara, después de un duro tira y afloja y tras un pacto entre Juncker y el líder de los socialistas europeos, Gianni Pittella, aprobó, con 83 votos a favor, 42 en contra y tres abstenciones, el nombramiento de Miguel Arias Cañete como comisario europeo de Energía y Cambio Climático. Con el voto favorable de los populares europeos, los liberales y los socialistas (con la excepción de los españoles que expresaron un voto negativo testimonial), el exministro español pasa a dirigir unas áreas de especial sensibilidad para Europa y el planeta y se hacen visibles las intenciones del Gobierno europeo sobre estas cuestiones. Se hacen más patentes sus objetivos. Solo votaron en contra, según González Pons, los fascistas, los comunistas y los socialistas españoles.

Europa coloca a partir de estos momentos al frente de la política energética y de la lucha contra el cambio climático a un señor que pertenecía a un Gobierno y a un ministerio que se ha caracterizado en los últimos años por atacar sin tregua a las energías renovables en España, por apoyar el fracking y las extracciones de crudo, por negar el cambio climático y por desarrollar actuaciones encaminadas a privatizar y desproteger el litoral español, los Parques Nacionales, las evaluaciones medioambientales, los bosques públicos, las aguas públicas, los caladeros, etc. Que ha sido consejero de numerosas inmobiliarias con intereses en las costas españolas para las que se restringe el dominio público y se aprueba una prórroga de 75 años de las cesiones de uso. Que ha participado y participa de manera particular o familiar en empresas petroleras que han abierto y abren la espita a conflictos de intereses brutales. Que ha hecho lo indecible por facilitar la entrada de transgénicos en España y en Europa.

Pero no se queda solo en eso. España es en estos momentos el sexto país de la UE que más contamina, con 341 millones de toneladas de CO2 -muy lejos del objetivo marcado por el Protocolo de Kyoto de reducir la cantidad a casi 290 millones- y ha aumentado sus emisiones desde 1990 hasta ahora en un 20%. También entre los años 2008 y 2012, España gastó más de 800 millones en comprar derechos de CO2, una manera nefasta de endeudarse mientras se sigue contaminando. Es el país europeo que, junto con Luxemburgo, Austria y Liechtenstein, necesita comprar más derechos de emisión: una política de nuevos ricos que avasalla al medio natural y a los países pobres.

Y hay más datos. España se encuentra también a la cabeza en infracciones de la legislación medioambiental europea. En estos momentos se sitúa en el cuarto puesto con casi 90 expedientes abiertos relacionados con la sobrepesca y la pesca ilegal, la eliminación de residuos mineros, la falta de estudios de impacto para obras de enorme calado, la existencia de 31 vertederos incontrolados y el incumplimiento de las Directivas de políticas de aguas y cuencas hidráulicas, de depuración de aguas y de control de partículas sólidas en el aire (según el Informe Anual de Calidad del Aire, de Ecologistas en Acción, el 36% de la población española, casi 17 millones de personas, respira aire contaminado, lo que produce unos 20.000 fallecimientos prematuros cada año).

Mientras en el mundo la energía eólica ha aumentado en casi 18.000 MW la potencia instalada y se calcula que puede llegar a 40.000 a final de año, en España se ha montado un único aerogenerador en Galicia que ha conseguido un aumento de potencia de 0,1 MWh. Se ha pasado de ser un país de vanguardia a engrosar el vagón de cola en nuevas implantaciones. Cada día se destruyen empleos, desaparecen pymes y las empresas españolas de tecnología punta tienen que emigrar para realizar obras e inversiones en lugares como China, EEUU, Alemania o India. Para colmo, Bruselas acaba de dar el visto bueno a una apuesta decidida de Alemania por las renovables, que la convierte en líder europeo en el sector; a Reino Unido, que se afianza como uno de los países pioneros en eólica marina y a Francia, que cuenta con la legislación más avanzada. Mientras tanto en España se hace una voladura controlada de las energías limpias.

Como pueden comprobar, no cabe la menor duda de que Arias Cañete es el representante ideal porque pertenece a un partido y a un Gobierno implicado en la lucha contra el cambio climático y a favor de las energías limpias. Que se trata de un individuo que se ha dejado la vida defendiendo un nuevo modelo energético y preservando el medio natural y el clima. Perdonen la ironía, pero es que se trata de más de lo mismo. De más razones para alejar a la ciudadanía de la política y de las instituciones. Para ahondar en el descrédito y en la corrupción de las ideas, la política y la economía.

La Unión Europea nos había convencido a todos de que los objetivos de reducir los gases de efecto invernadero en un 20%, de alcanzar una cuota de renovables de un 20% y de conseguir una mejora de la eficiencia energética en un 20%, eran irrenunciables para el 2020. Era la famosa meta del 20/20/20 que había creado expectativas e ilusiones. Pero han cambiado los propósitos: a principios de este año la Comisión Europea planteó un recorte de emisiones obligatorio de un 40% frente a los niveles de 1990 y una meta del 27% para las renovables para 2030, que no será un objetivo obligatorio ni derivará en sanciones para los estados incumplidores. Una estafa. Y han puesto para administrarlo al mejor de sus peones. A alguien a quien el cambio climático y sus efectos dramáticos sobre el planeta le importan un bledo. A alguien que nunca apostará por las renovables para evitar la combustión de energías fósiles y para impedir el fracking que se extiende por el continente después de que la UE se lavara las manos para dar vía libre a este esperpento y así seguir al dedillo los postulados exigidos por el lobbie eléctrico europeo “Magritte”.

Y lo más grave es que todo esto se ve refrendado –aunque los socialistas españoles voten en contra para salvar los muebles- por un gran pacto de los conservadores, los liberales y los socialistas europeos. Se consuma así una gran coalición que lidera Juncker, que repite las prácticas de la anterior legislatura donde los socialdemócratas y los populares votaron coincidentemente en un 70% de las ocasiones y que no hace sino profundizar en el rechazo de los ciudadanos hacia Europa y hacia el bipartidismo que lo inunda todo. Como dice Sami Naïr, los conservadores y los socialistas “no son lo mismo, pero en Europa se han comportado igual”. Y se siguen comportando igual. Y no solo en Europa.

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