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De un alarmante Estado de alarma

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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a. Catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones, incendios urbanos y forestales o accidentes de gran magnitud.

b. Crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves.

c. Paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos 28.2 y 37.2 de la Constitución, y concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo.

d. Situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad“.

Texto íntegro del artículo cuarto de la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción, y sitio.

Había que hacerlo, había que declararlo ante la insolidaria actitud de un colectivo corporativista como el de los controladores aéreos, que piden más en una situación de crisis como la actual. Que piden más cobrando ya en medio de la que está cayendo un salario medio de 200.000 euros anuales. Pero muchas son las preguntas que se derivan de su implementación y de la razón o razones que motivaron su aparición; son muchas como para no formularlas; son muchas como para no saber por qué no se hizo más para evitar llegar a la situación que lo motivó; son muchas para saber si hay un algo más detrás de él; son muchas para indagar la manera en la que se está gestionando: el pasado sábado 11 de diciembre, en pleno estado de alarma, seis días después de declararlo, seguían los retrasos, retrasos de dos o más horas en los vuelos entre Canarias y Madrid debido al control del tráfico aéreo. Nunca antes, en nuestra aún joven democracia, se había declarado un estado de alarma. Ni siquiera tras los salvajes atentados del 11M de 2004 en Madrid, para no alterar con su declaración la legitimidad electoral democrática. Y ahora se hacía tras seis años de negociaciones sin sentido y de huelgas salvajes de los controladores. ¿Tras seis años sin renovación de convenios colectivos ya sea mediante negociación o mediante laudos arbitrales? Militarización y cierre del espacio aéreo, estado de alarma, ¿Por qué y para qué? ¿Será una forma de desviar la atención ante la inminente privatización de AENA, ya anunciada por el Presidente socialista del Gobierno del Estado? Poco se puede protestar sindicalmente en medio de un estado de alarma prorrogado y prorrogable.

Llegados a donde se había llegado, el domingo 5 de diciembre había que hacer lo que se hizo. Quizás había que haber declarado primero el estado de alarma y luego cerrado el espacio aéreo y militarizado al colectivo, porque en democracia el orden de los decretos sí que altera el resultado de su suma, así como la aparición o no de responsabilidades políticas. Pero lo acertado de ese orden lo decidirán finalmente y ad futurum los tribunales de justicia. Al igual que, si las hubiere, las responsabilidades penales o de otro orden de los controladores. Lo que hay que volver a preguntarse es la razón por la que desde 2004 no se tomaron por el Gobierno del PSOE las medidas pertinentes para regularizar colectivamente un colectivo endogámico, así como para renovar y modificar por los cauces democráticos y legales pertinentes su normativa colectiva. Tanto unos como otros deberían pensar un poco más en la sociedad a la que unos gobiernan y otros atenazan.

La democracia, en cuanto término que se refiere a alguna entidad real, dice ante todo, una forma (o un tipo de formas), entre otras, según la cual o las cuales puede estar organizada una sociedad política. Así como el conjunto de formas desde las que se implementa. Por tanto, democracia, en cuanto realidad, no en cuanto mero contenido ideológico, es una forma (una categoría) política, a la manera como la circunferencia es una forma (una categoría) geométrica. Pero en democracia también las formas son manifestaciones de procesos, procedimientos, derechos y garantías. De ahí que se deba ser sumamente cuidadoso, excesivamente cuidadoso, a la hora de suspenderlas. Este estado de alarma, además, está “provocando” que no se hable lo que se debiera del veto presupuestario en el Senado, de la crisis económica pemanente, o de la derrota electoral socialista en Cataluña. Y en política, ya lo dijo Franklin Delano Roosevelt, las casualidades no existen, existen las causalidades. Respecto a la democracia hay que distinguir entre el momento procedimental de la democracia y el momento ideológico de la democracia. La práctica política real sería el momento procedimental de la democracia y el momento ideológico lo constituyen las ideologías democráticas acerca de en qué consiste la democracia. Lo que se ha roto con este alarmante estado de alarma, en una situación máxima constitucional, son los procedimientos democráticos que nos hemos dado. Es formalismo democrático el definir la democracia como Estado de Derecho. No lo olvidemos nunca.

José Carlos Gil Marín

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