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La dictadura de Zapatero

Juan García Luján / Juan García Luján

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Seis días después se reunió también en Madrid el Comité Federal del PSOE. 248 dirigentes asistieron al máximo órgano entre congresos. Largo discurso de José Luis Rodríguez Zapatero. Que bien lo estoy haciendo. No cederé ante los poderosos. No debemos inquietarnos por dos editoriales y tres tertulias. Aplausos, aplausos y más aplausos. Después del jefe intervinieron 31 dirigentes del PSOE, la mayoría altos cargos autonómicos. Apoyamos a Zapatero, también a Leire Pajín, qué bien los estamos haciendo, la derecha se equivoca. Nosotros defendemos a los débiles. También en Europa seremos la referencia de la izquierda (esto último, más o menos, lo dijo López Aguilar).

Así funcionan los dos principales partidos políticos en España. El camino recorrido por ZP y por Rajoy para llegar a sus puestos es bien diferente. Mariano llegó por la vía digital, el gigantesco dedo de Aznar le cedió el poder del partido como si fuera una herencia. Zapatero se lo curró más. El diputado por León se presentó su candidatura en el XXXV Congreso del PSOE en julio de 2000. Competía con José Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez, frente a ellos Zapatero era un desclasado que no se había destacado durante el felipismo, se presentó como se fue Antonio Machado “casi desnudo, como los hijos de la mar”. En Canarias le hicieron la campaña Juan Fernando López Aguilar y José Segura. Juan Carlos Alemán y Jerónimo Saavedra se decantaron por José Bono. Pero a veces la herencia no funciona y Zapatero ganó la secretaría general por 414 votos frente a los 405 de José Bono.

Comenzaba la muerte del felipismo. En el PSOE se empezaba a respirar aire puro después de la agonía del último gobierno de Felipe González. Tiempos de primarias. Los militantes votaban a los candidatos electorales. Fue una fiebre democrática donde se estaba construyendo un nuevo partido. Se sabía de lo que se quería salir aunque no estaba definido a dónde se iba. Bueno, quizá Zapatero lo tenía claro. En las elecciones generales de 2004 Zapatero volvió a ganar a todas las encuestas. Se dijo que el PSOE ganó las elecciones. Apenas cuatro años después nuevos comicios. En esta ocasión quien ganó fue ZP. La marca personal ha ido absorbiendo la identidad del partido. Le pasó lo mismo a Aznar, que llegó a la Moncloa por la victoria del PP. Pero su segunda victoria fue la victoria de Aznar.

Cuenta el antropólogo Marvin Harris que durante 35.000 años la vida del ser humano transcurrió sin necesidad de reyes, ni reinas, ni primeros ministros, ni presidentes, ni gobernadores. El hombre era transhumante, se movía de un lugar al otro. No necesitaba poseer tierras. Después se hizo sedentario. Las primeras aldeas eran asambleas democráticas. Pero aumentaron las poblaciones, la propiedad privada y todas esas complicaciones que provocaron guerras, enfrentamientos y grupos humanos que se organizaban de forma cada vez más jerárquica. Así llegamos a los partidos políticos.

El debate abierto por el diario El País y los medios del grupo Prisa sobre la falta de democracia en el PSOE y la dictadura impuesta por Zapatero tiene un origen económico. El decreto sobre la televisión terrestre de pago afecta directamente a los negocios de la empresa de Juan Luis Cebrián. Las cosas no cambiaron en el PSOE a partir de este verano. El cambio fundamental se produjo cuando las elecciones primarias pasaron al baúl de los recuerdos y la marca ZP comenzó a sustituir a la del PSOE. No hay dictadura de Zapatero, hay una partitocracia que funciona basándose en el caudillismo, que sólo tiene paz interna en los partidos cuando están en el poder y el jefe dispone del poder del Boletín Oficial del Estado o de la comunidad autónoma que sirve para comprar estómagos y voluntades con dinero público.

Que falta democracia en los partidos, sí. Que un patrocinador, empresario de la construcción o mediático, manda más que un militante base, pues sí. Para explicar, por ejemplo, el cambio de posición del PSOE respecto al puerto de Granadilla no hace falta hacer un análisis de la evolución de la mentalidad de sus militantes. No. Hace falta entender la frase del constructor-destructor Antonio Plasencia: “un empresario honrado es el que financia a todos los partidos políticos por igual”.Sería bueno un debate sobre la democracia en los partidos políticos. Pero ni en España ni en las islas se está dando un debate real. Algunos periódicos de las islas pintan a López Aguilar como El País está retratando a ZP. Algunas críticas son razonadas y necesarias, pero a veces las causas son las mismas: las críticas de Aguilar a los concursos públicos del gobierno de Rivero-Soria estropea sus negocios. Al lado del PP canario, donde se expulsa directamente a quienes respalden candidaturas que no salgan de los caprichos de su caudillo (Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Nuevas Generaciones...), el PSOE es la Comuna de París. Pero si profundizamos un poco, los partidos políticos españoles son tan democráticos como el sistema capitalista es justo. O sea, leche machanga.

Juan García Luján

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