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¿Qué fue del ébola?

Francisco Pomares

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En noviembre del pasado año, el ébola había matado ya a cinco mil personas en África. Por aquellas fechas, con la recuperación definitiva de Teresa Romero, la enfermedad dejó de ser asunto de gran interés para los medios en España, al margen de los detalles de si la enfermera había ocultado o no el haber tratado con enfermos de ébola a los médicos que la atendieron. Después de más de un mes sin que la epidemia de ébola sea noticia de impacto en los medios nacionales, ni siquiera tras descartarse el último episodio con alarma en Sevilla, la noticia de que Teresa Romero y su marido han adoptado un cachorro hembra American Stanford, de nombre Alma, para sustituir al sacrificado Excalibur, volvió a traer a los medios el recuerdo de que miles de personas siguen afectadas por ébola –la mitad de ellas morirán con toda probabilidad- y que a pesar de que los nuevos contagios siguen reduciéndose, la situación sigue siendo gravísima en cinco países del continente africano.

Pero el ébola ya ha dejado de ser una prioridad para la inmensa mayoría de esos ciudadanos que, hace tan solo un par de meses, se apartaban sin disimular demasiado en las colas de los supermercados o en el trasporte público de cualquier persona de color (negro).

Hoy, incluso buscando en San Google es difícil encontrar información de actualidad sobre la situación actual de la enfermedad, sin acudir a páginas especializadas o a los boletines oficiales de la OMS. La historia de esos miles de personas que aún van a morir en las próximas semanas, antes de que la pandemia quede definitivamente controlada, ya no le interesa absolutamente a nadie. Los detalles de la repatriación de los sacerdotes españoles infectados y del caso de la enfermera Romero en el Carlos III, desató el terror ciudadano, un gigantesco debate público y la caída de algún responsable político con lenguaje de carretero. Pero más allá de reflexionar sobre la insolidaridad de las sociedades occidentales, sobre la inhumanidad de esa parte del mundo al que nos gusta definir como civilizado o desarrollado, lo sucedido con el ébola debería hacernos pensar en como los medios se han convertido en un instrumento para la extensión del miedo entre los ciudadanos. El mismo fenómeno ocurrido antes con la Gripe A, o más recientemente con los atentados yihaddistas de París. Los periodistas somos hoy trompetas que anuncian el Apocalipsis cada dos o tres meses. Curioso trabajo éste.

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