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El gobierno del señor azul

Thalía Rodríguez / Thalía Rodríguez

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El señor azul fue elegido por el pueblo un lluvioso día de noviembre. Los ciudadanos acudieron a sus colegios electorales a depositar su voto. Y tras una jornada bastante tranquila, las urnas hablaron y lo tiñeron todo de azul.

La euforia de algunos, que veían al señor szul como salvador de la crisis que azotaba el lugar se mezcló con la tristeza y decepción de otros que preferían otros colores. Entre los opositores al color azul algunos protestaron porque decían que la ley por la que se contabilizaban los votos no era justa, ya que el valor de éstos variaba favoreciendo a unos y perjudicando a otros. Los había que estaban contentos porque, aunque su color no había ganado, al menos había ampliado mucho el número de votos hasta conseguir una pequeña representación. Porque en este lugar, aunque a veces no lo pareciera, había más colores que hacían más rica la convivencia entre sus ciudadanos.

Pero pronto el gobierno del señor azul comenzó a teñirlo todo de azul. Al día siguiente, los ciudadanos asistieron perplejos a una transformación del paisaje al que estaban acostumbrados. De pronto, todo era azul. Las calles se volvieron azules, los árboles se tiñeron de azul, los coches se volvieron todos del mismo color, hasta cosas que siempre habían sido azules como el cielo o el mar se volvieron de un tono más oscuro, un azul marino que lo cubría todo.

Pero eso no fue todo, la música, las películas y los libros también se volvieron azules. Cosas intangibles como los impuestos, se tiñeron de azul, la sanidad y la educación fueron cubiertas por una gran capa azul que no dejaba mirar a través de ella. Lo mismo ocurrió con los servicios sociales y con algunos derechos. Hasta la crisis, que hasta ese momento había sido de color rojo, pasó a ser azul. Todo era completamente azul.

Los ciudadanos comenzaron a angustiarse con esta monocromía. A algunos les dio por enfadarse: no es justo, decían, queremos más colores. Otros se resignaron al verse decepcionados por el señor azul, que había prometido encontrarles un trabajo. Y también los había que salían a la calle a protestar pero ni el señor azul ni su gobierno escucharon sus reivindicaciones y los ciudadanos tuvieron que esperar algunos años para poder decidir sobre el color de su país.

Lo que nadie supo jamás es que fue lo que hizo el señor azul para teñir todo el país de su color. Algunos dicen q se sentó a esperar, y esperó y esperó hasta que otros cayeron. Otros aseguran que el señor azul era muy listo y tenía un amigo al que nadie vio jamás que se hacía llamar mercado. Lo que sí sabemos es que ese lluvioso día de noviembre ese lugar cambió y se volvió más aburrido y más sombrío.

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