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Cosas de la campaña de la precampaña de la campaña

Acto Podemos Barcelona, Pablo Iglesias primer plano

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

En Evaristo Carriego dejó escrito Borges que el argentino es un individuo, no un ciudadano; que el Estado es para él una abstracción impersonal y que por eso no considera un crimen robar dineros públicos. No sé si la observación es atinada o fue cosa suya pero, de ser cierta, debe considerarse semejante actitud legado hispano; al fin y al cabo, los argentinos no descienden de los indios sino que descendieron de los barcos, como se dijera por los días en que andaban los latinoamericanos a la búsqueda de una identidad común: la que resultó ser el lenguaje que, años después, daría lugar al boom literario.  

A lo que iba: son demasiadas las ocasiones en que he oído elogiar la habilidad de alguien que se ha enriquecido a costa del Estado; desde una profesión liberal o desde una empresa, con beneficios también para quienes optaron por el funcionariato o la política y el poder. Así ha sido en España durante demasiado tiempo, siglos diría, con el resultado de una impunidad tan garantizada que bastó rascar un poco para poner en evidencia el tremendo saqueo del país. Hay quienes han calculado que el importe del fraude conocido hubiera bastado para ahorrarle a millones de españoles el terrible sufrimiento de los últimos años. Ha habido políticos que no se han ocultado para proclamar el principio eje de su ensolerada concepción política: para los amigos, el favor; para los enemigos, la ley. Es ésta, tradición que no desapareció con la democracia; y reflejo de la idea de que vale defraudar al Estado se me antoja el precioso anuncio fijado en la puerta de cierto amañado listillo: “Se hacen declaraciones de la renta a devolver”. El Estado, por su parte, trató de generar una conciencia fiscal inexistente con el eslogan machacón de “Hacienda somos todos” que encontró enseguida el añadido popular de “unos más que otros”, que no por ser un chiste dejaba de poner de manifiesto la raíz de esa mentalidad no contributiva, podría decirse.

Con todo, la democracia introdujo poco a poco una conciencia fiscal. La que pesa como una losa sobre quienes no tienen otra renta que las de su nómina sometida a la más estrecha de las vigilancias. Son más Hacienda que los otros, las grandes empresas y fortunas que cuentan con mecanismos (legales, eso sí) que, sumados a los menos legales o directamente ilegales, les hace más llevadero cumplir, pagar proporcionalmente menos o simplemente no pagar. Hubo, por supuesto, adelantados a su tiempo, gente desagradable indignada por trato tan desigual. Sin que se les hiciera caso pues quienes estaban sujetos por una nómina sin posibilidad de evitar la inspección seguían votando a quienes estaban en el cogollito, como diría Proust, de los privilegiados y favorecidos. Los que precisamente por tener más dinero tenían las mayores posibilidades y vías de colocarlo fuera del país. Me refiero, claro está, a dinero no producto de actividades delictivas por más que con tanto manoseo encubierto y saltos de un paraíso fiscal a otro acababa por no diferenciarse.  

Tuvo que venir la crisis para que la condena de los fraudes, que apenas servía para pasto de articulistas y frustración de los inspectores de Hacienda honestos, ganara presencia ruidosa en las calles. El Gobierno se puso más bien de parte de los acaudalados que son, paradójicamente, los que más abominan del Estado al que consideran un obstáculo a la barra libre total y absoluta para sus dineros. El mismo Estado en el que ellos hacen y deshacen, el que aboga por la desregulación de los capitales y los mantuvo a salvo de la crisis cargando sus consecuencias sobre los de siempre. El Estado, que no es el pueblo políticamente organizado sino la organización de los poderosos, ha inducido al Gobierno, el español en este caso, a preparar engendros como la ley de Seguridad Ciudadana para ahogar el chillerío de indignados y desesperados. Ha entrado en una fase no por nueva menos conocida en lo que tiene de reculada.  

De Podemos y Ciudadanos  

En este clima, sigo simplificando, surge Podemos que atribuye la situación, no creada sino destapada por la crisis, a la “vieja política”. En Podemos cristalizaron los descontentos y las ansiedades que reclaman un cambio con perspectivas de futuro y el partido de Iglesias se dispuso a ser el instrumento. Pero lo hizo mezclando altanería y juventud con el inevitable cambio generacional. Esto no resta nada a su razón de ser, salvo por el grave pecado de no reconocer mérito alguno a la hasta no hace tanto sacralizada Transición. Olvidó Podemos que la Transición, con sus defectos de origen y los errores que pudo evitar, tuvo que pechar con el hecho de que Franco murió en la cama, que su Régimen no fue derrocado; lo que denotaba la debilidad de los sectores democráticos por la que debían pagar un precio. Fue positivo, desde luego, que lograran agavillar una serie de derechos políticos y sociales, ciudadanos en definitiva, que son los que ahora exige Podemos, sin conceder que fueron los protagonistas de la Transición quienes los formularon y llevaron a la Constitución. Quizá, de no empeñarse en descubrir el Mediterráneo, hubiera sido más justo el reproche de que poco han hecho por profundizar en la democracia; por no darle el mayor contenido a los derechos por fin admitidos, más que reconocidos. De hacerlo, habría dificultado y hasta impedido al PP impulsar el evidente retroceso democrático en el que apela, con notable cinismo, a la misma Constitución que procura vaciar. Ya ha hecho sus amagos “reformistas” hasta en el título VIII, el de las autonomías, en el que seguramente incidirá a poco consigan un resultado suficiente en la próximas elecciones. Ese objetivo, no reconocido abiertamente, es lo que imposibilita al Gobierno Rajoy gestionar el problema de la integración territorial española y contribuye a agravarlo cara al futuro.

Señalar con el dedo a la “vieja política” en bloque, sin discriminar, comienza a pasarle factura a Podemos. No creo que la campaña en contra, basada en sus conexiones “bolivarianas” y en las añoranzas comunistas que les atribuyen sean la causa del estancamiento que reflejan las encuestas. Esos sucedáneos del “oro de Moscú” indican la pobreza dialéctica de la derechona que encarnan a la perfección personajes como Marhuenda, director de La Razón y hasta decir basta Eduardo Inda, de El Mundo, tertulianos de la jaula de grillos que es el debate de Sábado Noche, de La Sexta. Poco engañan ya. El verdadero daño a Podemos es esa actitud de desprecio por lo mucho o lo poco, según la apreciación de cada cual, que se ha conseguido en treinta y tantos años de democracia constitucional. Quizá a eso se deba que Podemos haya suavizado sus posiciones, al decir de algunos comentaristas. Pero esa es harina de otro costal.

Ante Podemos, por no decir frente, aparece Ciudadanos. No son pocos los electores que votaron a Podemos en las europeas de puro cabreo con los partidos tradicionales. El descontento no es para menos pero como los vacíos tienden a llenarse, no sorprende que un partido con el atractivo de la juventud como Ciudadanos se saliera del primigenio ámbito catalán para extenderse por el resto del país. Una iniciativa clarividente de la que tengo mis motivos para pensar que no brotó en la cabeza de Rivera. Y que quien fuera dio en el clavo lo demuestra la alarma de los peperos más pedestres que hicieron de inmediato su ecuación: Podemos es al PSOE lo que Ciudadanos al PP. Si estaban satisfechos de que a los socialistas los debilitara Iglesias por la izquierda, les inquietó que les saliera a ellos Rivera con la misma intención por el centro derecha con posibilidades de entenderse a un lado y a otro desde su evidente condición de recambio del PP, en consonancia con los tiempos que corren y en previsión lampedusiana de un batacazo de Rajoy. No tardaron los peperos menos dotados para el ajedrez en desmerecer a Ciudadanos con el anticatalanismo de toda la vida, como se vio en la campaña andaluza. Menos tardaron en hacer que se callaran en lo que algunos comentaristas advierten un acercamiento, pues es Ciudadanos el más indicado para echar una mano si le vienen mal dadas a Rajoy. Cosa que no ha pasado por alto Podemos, que ya le está enviando “recados” críticos.

En este sentido, el periódico El País se ha apresurado a señalar coincidencias programáticas de Ciudadanos con las ideas de FAES, la fundación que preside Aznar. La oportunidad periodística no se la quita nadie; otra cosa es que políticamente vaya o no más allá de la mera coincidencia en las propuestas. Conviene no olvidar en este punto que para los sociólogos el electorado medio español es moderado, de centro y que si en un momento de cabreo decidió votar a Podemos en las europeas, de cuya trascendencia interior siguen sin percatarse, tienen ahora a Ciudadanos, más acorde con su forma de pensar.

Hay otro dato que merece tenerse en cuenta y es la intransigencia de Ciudadanos en Andalucía. Bien está que se exija a los socialistas que borren  de sus listas y dejen fuera de la vida pública a quienes anden en trances judiciales. Y por supuesto, que se niegue a pactar con partidos que presenten candidatos imputados. En realidad, no solo Ciudadanos está en esa tesitura: lo están todos temerosos de que un mal paso en Andalucía les perjudique en las elecciones de dentro de unas semanas. Una vez celebradas éstas, verán cómo se vira alguna torta. Da la sensación de que a Rivera le supo a poco que los ex presidentes Chaves y Griñán decidieran salirse, de motu proprio, para no dificultar el acceso a la presidencia de Susana Díaz. Lo que no ha ablandado al líder de Ciudadanos que exige constancia por escrito o poco menos de esa decisión. Lo que adorna con un alarde de firmeza al contratar investigadores que miren debajo de las camas de sus propios candidatos.

Rajoy se apareció a los periodistas

Todas estas movidas, especulaciones y certezas las remató, en un primer remache, Mariano Rajoy que se acaba de aparecer a los periodistas en carne y hueso. Trató de convertirse en realidad virtual, pero no pudo ser y el prodigio se produjo el lunes pasado. Aceptó, incluso, que le preguntaran, si bien no sé  todavía si se eligió a los periodistas llamados a presenciar el auto sacramental de su regreso a la Tierra. Imagino que tal y como andan las cosas en el PP, con el miedo al desastre electoral, agravado por el hecho de no contar con un sustituto solvente, han cogido por el bebe a Rajoy para que se presentara ante los medios. Estuvo bien aunque no dijera nada de particular. Ni siquiera sorprendió que se anunciara como candidato autodedignado a la reelección en las generales que se celebrarán, supongo, en el último trimestre del año. Ni que pidiera a la gente que tuviera confianza en él.

Mientras aguardamos a que unos y otros pasen la prueba del nueve de las urnas, no viene de más añadir alguna que otra cosilla sin más trascendencia que constatar que en el PP son genio y figura hasta la sepultura. Se observa, por ejemplo, en las reacciones ante el caso Rato. Casi al unísono todos los peperos que han opinado sobre el asunto han insistido en que las actuaciones contra el ex ídolo milagrero demuestran que el Gobierno y su partido no se entrometen en la acción de la Justicia, que todo el mundo, Rato incluido, es igual ante la ley. Pero lo han dicho en un tono y con una insistencia tan torpe y propia de argumentario de obligado cumplimiento que dan a entender que no se inmiscuyeron porque no quisieron, que de quererlo a ver quién es el guapo que lo impide. En otras palabras, que la independencia judicial depende de su graciosa voluntad. Como si no supiéramos lo que hay. Días después se produjo el escrito del fiscal anticorrupción en el asunto de la reforma de la sede de Génova. Imagino que se circunscribiría estrictamente a consideraciones jurídicas, pero no puede negarse que hacer al PP simple responsable subsidiario para cargar la mano sobre los dos tesoreros y el estudio de arquitectura que hizo la obra, suena raro, raro, raro. No es posible que en un partido de estructura piramidal y con gran sentido de la autoridad de arriba abajo no se enteraran sus dirigentes de que Bárcenas llevaba dieciocho años poniéndose las botas. Los burros vuelan, pueden creerme.

Otro sí, León de la Riva, alcalde de Valladolid desde hace unos  cuantos años. No es el suyo un caso de corrupción sino de desacato a la sentencia judicial que le ordenó derruir una obra ilegal en su domicilio. Lo llevaron a juicio y fue su alegato que él era ginecólogo y no entendía ni papa de Derecho Administrativo. Según parece, el alcalde que, como médico, atiende a no pocas señoras del régimen popular, no alcanza el grado de cultura suficiente para saber que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y que no cumplir con lo ordenado en sentencia firme es delito. Sin contar en cómo es posible que tras lustros de alcalde no haya aprendido nada, según asegura, de los procedimientos administrativos.

Y no les digo de Trillo y de Pujalte sino que el otro día tomé café con un amigo, de los cachondos, al que no veía hace tiempo. Al despedirnos me pidió la minuta de honorarios por el rato que estuvimos conversando: -Para eso hay que ser diputado del PP y tener más cara que un saco de las antiguas pesetas.

Para rematar, Esperanza Aguirre. Tiene mucha razón para lamentar la mendicidad callejera y que haya gente que duerme al raso, en algún parque o donde le cuadre. Pero reconocido su buen corazón, está claro que lo que le conmueve de verdad no es el drama que viven tantas familias sino el qué dirán de los numerosos turistas que nos visitan que saldrán corriendo. Igualito que Soria cuando ordenaba como alcalde que les dieran caza en parques y jardines y los mandaran a la Península. Aguirre, ya saben, aspira a la alcaldía de Madrid y está convencida de que les gusta dormir al aire libre porque no van a los albergues para gente sin techo. Por lo visto no sabe que los de la ciudad que pretende gobernar están saturados. Ya, por último, sus sospechas de que hay mafias de buen vivir detrás y de que quienes están en la calle y son en su mayoría de “origen extranjero” ha acabado por convencerme de que dice la verdad cuando afirma que le engañaron los zarandajos que colocó en altos cargos, que los aprovecharon para participar en el saqueo. No entiende nada o lo simula. Porque no se puede ser tan lista y tan cortita a la vez.

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