Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Una casta cópula con Pepe Dámaso

Libro escrito por Jorge Batista Prats e Ilustrado por Pepe Dámaso. (Canarias Ahora).

Jorge Batista Prats

Las Palmas de Gran Canaria —

Que iba yo carretera abajo desde Tejina a La Punta del Hidalgo – desconozco si era ingenioso – donde tenía sentados mis reales y unos cuantos céntimos. La señal. Curvas peligrosas a izquierda y derecha. Y, como siempre, acudí al punta / tacón, que no es lo que bailaban Fred Astaire y Gingers Rogers. Aquello era claqué y la vía por la que yo circulaba, una sucesión de curvas encadenadas a un hermoso paisaje lleno de vida de cardones y tuneras. Tan bonitas las curvas, que sólo encuentro equivalencias en Mónica Bellucci. El punta / tacón, para aquellos que no lo sepan, es una técnica de conducción que permite ir rápido y no salirse por la tangente, camino de las chacaritas, en los alquitranes traidores y sinuosos. El asunto está en aunar la maniobra de apurado de frenada con la reducción del cambio. Se va pisando el freno con la punta del pie derecho y, con el tacón se dan pequeños acelerones, para facilitar que el coche reduzca la marcha actuando, obviamente, sobre el embrague. De quinta, a cuarta, a tercera, a segunda si es necesario … y mándele caña hasta la próxima curva. Una técnica que es preciso practicar para no romperse la crisma, así que no se me lancen ahora para San Mateo, que luego me detienen por apología del acoso en carretera. Aunque se me trate de misógino e intervenga el Juzgado de Violencia sobre la Mujer, advierto que si es fémina la que conduce, que olvide todo lo que he dicho o acabamos en el risco. A seguir como siempre con el tacón de aguja. En cuanto a los hombres, la gran mayoría debe hacer lo mismo. Esas cosas vintage sólo se usan ya en los rallies y cada vez hay más automóviles con cambio automático. Yo, siempre fui un romántico.

Y nos dieron las diez y las once, las doce, la una, las dos y las tres, y de repente enfrento como un señor una curva y escucho dentro del habitáculo ese vulcanismo peculiar, azufrado y vernáculo, que es la magnífica voz de Pepe Dámaso: “Jorge, se acabó tu tiempo … vete a tomar por culo”. Me cambió la cara y el gesto. ¿Qué carajo es ésto? Lo descubrí al instante: había sido abducido por un flash back. No recorría la vía del Calatraveño a Santa María por tierra fragosa do ví la Vaquera de la Finojosa. No. Estaba en otra isla. No en carretera general sino en una casa particular de La Isleta. Pisaba Gran Canaria momentos después de haber dejado atrás aquel fogón donde se comen las costillas de Casa Tomás. Pensé en Einstein, la relatividad y la relación espacio-tiempo … pero no me sirvió de nada. Pepe Dámaso me puso de patitas en la calle. Y en la calle yo me vi, bajando hacia La Naval muerto de risa, vivo de vida y ebrio de surrealismo

Todo tiene un érase que se era, frase mágica que nos conduce al pasado y que en muchísimas ocasiones abre los cuentos. Que la vida también es cuento que cuenta el tiempo. Un día se me rompió el periodismo de tanto usarlo. Pero no se me rompió de rotura o ruptura. Se me rompió de creación. Como un big bang incontrolado e incontrolable. Y el lenguaje entró como un Alien sin palpar la aldaba de mis entrañas. Aunque yo gritaba como apaleado y descosido pícaro, porque el lenguaje vale para lo descosido, lo roto y hasta lo ignoto. Que escribí un libro y fue tal el placer de hacerlo, que juré no dejarme gobernar jamás por la indolencia o el confort y recorrer mundos que son otros pero están en éste, como decía Huxley y repetía mucho aquel amigo ya lejos, Leopoldo María Panero. Una noche en la fría noche de La Laguna daba yo un curso de Periodismo Literario, cuando una señora entró y se sentó en la fila de pupitres del fondo de la clase. Aquella vez vi por vez primera a Magda Lázaro, médico de Médicos del Mundo y, sin duda alguna, la mejor galerista de arte de Canarias. Magda tiene su galería, pero todo el mundo sabe que está obligado a marcar su número de teléfono si quiere llevar el gusto y la clase a cualquier exposición. Aunque ella muchas veces dice ¡No! Y pasaron cortados o barraquitos y algunos trozos de queque del Búnker, tortillas de papas, tomates aliñados y cañas de las de enfrente del Mencey, sardinas fritas y ensaladas de una tasca lagunera vestida de abril y faralaes. Y gusté de su conversación y compañía. Porque Magda no hiere el bocado del tiempo jalando de las riendas. Deja que se desplace al trote. De la misma manera que subía de Santa Cruz a Guamasa fumándose un purito mientras conducía su viejo Golf cabriolé, una vez nacida la noche. En alguna ocasión creí que el descapotable era la diligencia de John Ford y yo, John Wayne. Pero sólo fue un momento.

Un día, creo que precisamente aquel cuando salí del cuarto de baño hecho un Ecce Homo tras afeitarme con mi cuchilla del Western, pensé en escribir un libro sobre la mujer en África y algún otro tema de sangrante actualidad. Y, tal como dije antes, llamé a Magda. Quería que la obra no fuera sólo literatura sino que hubiera también una interpretación plástica. Nunca dice sí ni no sino “déjame pensarlo”. Construido el pensamiento, con delicadeza exprimido como limones aquellos que maduran en un patio de Sevilla, consideró que el artista indicado era Pepe Dámaso. Por su versatilidad y porque la misma Magda vio en la técnica del collage el collage que yo tenía en la mente. Y Pepe dijo sí y yo a aquella obra que íbamos a emprender la llamé Cópula. Con ese nombre inició su vida en las librerías que, al fin, debían ser morada y espera. Ella reía y decía “Ay Pepe, como eres!”. Y Pepe cogía a Gofio y, cual rapsoda, afectado por una intensa pasión surrealista, hablaba de cópulas galácticas, de la muerte del artista cuando termina la obra y de ese renacer inmediato “que es la gran capacidad del arte: la continua e inagotable búsqueda de sugerencias …”. Tal vez fue allí. En aquel gran estudio de La Isleta, estanterías llenas de cientos de vasos con pínceles aprisionadas las martas por momificados óleos, allí, cuando Dámaso nos decía que “Gofio está nervioso. Seguramente a él también le duele África, porque percibe la turbulencia del proceso creativo que yo sufro. Pero, insisto, ¿Por qué siempre el drama …?” Sí. Tal vez fue allí cuando Magda gestó estas palabras, que formarían parte del prólogo de Cópula: “El coloquio plástico / literario ha fluido entre los autores superponiéndose a ellos mismos y, así, esta obra es la consecuencia de un abrirse al diálogo, no sólo de cada autor con sus respectivas obras sino también de cada autor con el otro y de las obras de cada uno entre ellas”.

Cadáveres sobre el muelle

Dámaso, veo plásticos de colores embalsamando mis letras. Presumo, sus cuerpos …

Estás ante un collage sencillo y profundo. Los plásticos son alegoría de muerte de esos africanos que llegan aquí donde supuestamente iban a encontrar el Paraíso. Insisto en que has sido un gran provocador. Me has puesto en evidencia con tu literatura un mundo que yo tenía dentro, que conocía profundamente. El bagaje que tienes con la muerte, con la vida, con el tiempo, lo llevo yo desde hace sesenta años. Los cadáveres sobre el muelle y en las calles de Qana los he envuelto efectivamente en plástico, con bolsas, algunas de ellas de basura. Mi estudio es una caja de sorpresas donde se manifiesta la alquimia. Secreto cofre misterioso que tengo. El plástico, material innoble que no se recicla, que no muere, aquí no ensucia sino que denota tristeza.

 

No creo que llegara a un año el tiempo que pasé viajando los fines de semana desde Tenerife a Gran Canaria para hablar face to face con Pepe Dámaso y también con Jorge Alberto Liria, responsable de la edición del libro, a través de Anroart Ediciones S.L. Él, Pepe, continuamente presto al humor y al diálogo profundo, siempre tiene cosas que contar. Su vitalidad se le escapa del cuerpo y la proyecta sobre los demás como un enorme alud pasional que a nadie puede dejar indiferente. Hablamos de César Manrique, claro, de Lanzarote, del poeta Pedro Cabrera, de ese singular exilio que es existir en la isla. Reímos y acariciamos a Gofio, recibí a su lado a amigos que lo visitaban, lo acompañé a alguna exposición, cenamos varias veces en el Parque de Santa Catalina y, también, en una de sus visitas a Tenerife comimos las garbanzadas y los solomillos al grill de madera de olivo que tan excelentemente prepara otro Pepe, que no es artista sino chef del restaurante El Calvario de Tacoronte. Y tomamos agua e infusiones, obviamos la política, las ideologías y el alcohol … Me contó cuando, junto a César, se atrevió a meterse en el Apollo de Harlem para ver cantar a James Brown. “Sólo había negros gigantescos, Jorge, pero no nos ocurrió nada”. Y de cuando, en un vuelo transoceánico, Miles Davis se levantó de su butaca para preguntarle dónde compraba la ropa … Y pensé que ese triángulo que construimos Pepe, Cópula y yo durante un tiempo de nuestras vidas había tomado voz en una preciosa balada de Bruce Springteen: “Yeah me and Frankie laughin and drinkin, nothin feels better than blood on blood, takin turns dancin with Maria as the band played Night of the Johnstown Flood”.

Epílogo

En muchas ocasiones, las distancias no son distancia ni los tiempos, tiempo. Y fue del rezumar del tiempo de lo que más hablamos Pepe Dámaso y yo. Una vez le insinué que el tiempo se nos iba agotando poco a poco. Me contestó lo siguiente: “Jorge, no se te ha acabado el tiempo. El tiempo lo da el acaecer. Estás en lo que estamos haciendo. No podemos hablar ahora del tiempo porque estamos creando. El tiempo es el reloj en la caja que lleva a Naguib Mahfuz. Estamos en el Cosmos. Estamos en la galaxia. Tenemos que llenar miles de años luz. Nos queda mucho por crear. Estoy muy feliz”.

 

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Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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