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Pier: El gol interminable (1994)

Alineación del Betis 96/97, que como líder de la competición recibe al Madrid en un abarrotado Villamarín con un equipo formado, de arriba abajo y de izquierda a derecha, por: Ríos, Vidakovic, Jarni, Pier, Finidi, Prats; Merino, Alfonso, Luis Fernández, Alexis y Quesada.

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Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaPier Luigi Cherubino Lolli (1971) nació en Roma, pero con seis años vino a Tenerife. Formado en el Puerto Cruz, debuta con el Tenerife en Primera División con sólo 18 años. Tras cuatro temporadas como blanquiazul se va al Sporting de Gijón. Explota con los asturianos en el curso 94/95, lo que le vale para ser internacional y fichar por el Betis en una rara maniobra. Triunfa en el Villamarín durante dos años, pero marcha al Zaragoza, donde no juega ni un minuto en su segundo curso. Regresa al Tenerife y vive un descenso y un ascenso. Luego está unos meses en el Extremadura y el Terrassa, para retirarse en la AD Laguna y la SD Alcalá (Madrid).

El gol interminable

El gol interminableSiete de junio de 1992. El Heliodoro ha entrado en estado de histeria colectiva. Ricardo Rocha acaba de marcar en propia puerta y deja al Real Madrid sin título de Liga. Quedan sólo trece minutos para el final y el CD Tenerife empata un partido que tenía definitivamente perdido (0-2) a la media hora de juego. La igualada hace campeón al FC Barcelona, que gana al Athletic en un Nou Camp que empieza a digerir la noticia que llega a través de los transistores y la televisión. Y en la Isla, mientras el sol empieza a ocultarse lentamente, la locura de las gradas se traslada al terreno de juego.

Apenas un minuto después del autogol de Rocha, aún bajo el shock que produjo el empate (2-2), Manolo Sanchís (48 veces internacional y cinco campeonatos de Liga conquistados en ese entonces), en su afán por evitar un intrascendente saque de banda, golpea la pelota hacia su portería. Y Paco Buyo, con una docena de años de experiencia en la máxima categoría, recuerda la llamada Ley de Murphy/Gattuso: “Nada es tan malo que no pueda empeorar”. Y para evitar un saque de esquina deja un balón muerto en el corazón del área. Entonces, de la nada, surge Pier Cherubino para marcar el gol interminable, un 3-2 que va a convertir al Heliodoro Rodríguez López en un manicomio.

“Dentro de diez años se recordará ese gol”, le dijo esa noche el padre de Fernando Redondo al delantero tinerfeño. Se equivocó don Fernando. Han pasado 18 años y ese gol aún no se ha olvidado. Ni en Tenerife, ni en España toda. “Es el gol que ha marcado mi carrera deportiva. He logrado tantos más importantes, pero ése decidió una Liga y fue algo que puso a Tenerife en el mapa futbolístico mundial después de que se dudara de nosotros”, comenta Pier Cherubino, que ha vuelto a ver ese tanto “más de mil veces. ¡Si todos los años, cuando se acerca el final de la Liga, lo repiten en televisión!”.

Pier se ganó ese día un hueco en el corazón del tinerfeñismo (y del barcelonismo). Y en las dos primeras jornadas del curso siguiente, también saliendo desde el banquillo, marcó ante Atlético de Madrid y Barcelona para lograr una gesta sin precedentes: anotar de forma consecutiva ante los tres grandes del fútbol español en tres partidos seguidos, sin ser titular… y con sólo 20 años de edad. Ese curso explota como delantero. En las 14 primeras jornadas, pese a jugar sólo cinco encuentros de inicio, marca seis goles y relega al banquillo a Pizzi, Dertycia o Estebaranz. Supierman, le bautiza la prensa local.

En su mejor momento, una lesión ante el Rayo Vallecano le aleja de la titularidad. Y el fichaje de Diego Latorre le resta minutos. Sólo jugaría 137 más en lo que quedaba de Liga y no volvería a marcar. Pero al acabar el ejercicio 92/93 festeja la primera clasificación del CD Tenerife para la Copa de la UEFA. Y ya en Europa tendría un protagonismo especial ¡como portero! Fue en el Abbé Deschamps, donde el Auxerre sólo había perdido un partido europeo en quince años, en el choque de vuelta de la primera eliminatoria continental de la historia del Tenerife, que había empatado (2-2) en el Heliodoro y ganaba (0-1) en Francia.

El Tenerife estaba a un gol de la eliminación, en inferioridad numérica tras la expulsión de César Gómez, con los cambios agotados y sin portero después de que Agustín sufriera una rotura de clavícula que le retiraría del fútbol. Con sólo nueve jugadores, uno debía asumir la condición de guardameta. Felipe Miñambres dio un paso al frente, “pero entonces vi que los animales aquellos medían de 1,90 para arriba y le dije que me dejara los guantes. Ochotorena [el portero suplente] se escondió tras una valla y me daba instrucciones sin que le viera el árbitro, que alargó el partido diez minutos”.

El Auxerre tiró tres córners y un par de centros laterales a la olla. “Pero aguantamos”, resume un futbolista que esa temporada también participó en la histórica victoria (2-1) ante la Juventus en la despedida europea. Al acabar el curso, pese a jugar más que nunca, el que se despidió fue Pier, que se marchó al Sporting “para demostrarme que podía tener hueco en Primera División”. En Gijón tardó quince minutos en inaugurar su cuenta goleadora, con un certero cabezazo que batió a Busquets y empezó a cavar la fosa de un Barça tetracampeón. Y tardó un mes en recibir la llamada del seleccionador.

“La convocatoria de Clemente fue un espaldarazo. Iba a labrarme un futuro y estaba en la selección absoluta”, explica Pier, tan habituado entonces a jugar con la sub 21 que en Barajas se equivocó de guagua y se fue al autocar de los pequeños. Andoni Goikoetxea, el míster de la sub 21, le sacó de su error. Ya en Macedonia se encontró con un país en reconstrucción tras independizarse de la antigua Yugoslavia. “Los veteranos como Hierro o Beguiristáin bromeaban conmigo y me decían que, para una vez que iba con la selección, jugaba en un estadio que se caía a pedazos… pero yo estaba feliz”, recuerda.

“Al empezar la segunda parte, cuando Clemente me dijo que calentara, sólo rezaba para que no hubiera contratiempos y pudiera hacer el cambio. Entré por Julio Salinas, que había hecho los dos goles. Cuando se acercaba a la banda para darme el relevo pensaba en mi familia, en Begoña, que ya era mi novia y estaba en Gijón, en la gente que me quería… Del partido en sí no me acuerdo gran cosa. No entré mucho en juego, pero aguanté bien la presión arriba y Javi me dijo al final que estaba satisfecho con mi trabajo”, apunta Pier, que guarda como recuerdo una moneda de 2.000 pesetas acuñada ese mismo día y que le regaló un vecino suyo de Gijón.

La España de Clemente jugaba entonces con un solo delantero (y seis o siete defensas) y la nacionalización de Pizzi dejó a Pier sin más convocatorias hasta que un año después, ya en el Betis, fue llamado para disputar un amistoso ante Argentina. Tres días antes de la cita, Pier se lesionó en Vallecas al chocar con su compañero Alfonso. “Fue un centro al área al que yo voy de cabeza, mientras él intenta una chilena. Chocamos y al caer me disloco el hombro. Y esa noche Clemente ¡llama a Alfonso para que me sustituya! A partir de ahí, él se quedó fijo. Siempre bromeamos y le digo que me lesionó adrede”, señala.

Lo cierto es que Pier no volvería a la roja a pesar de que durante dos temporadas en el Betis refrenda todo lo bueno que apuntó con el Sporting. En Gijón sólo está un curso, pero se gana a El Molínón con 11 goles en 35 partidos de Liga, con dos tantos en la agónica promoción ante el Lleida y con una gran actuación en Copa del Rey, en la que el equipo asturiano llegó a semifinales. “En Gijón lo tenía todo y la gente me quería muchísimo, pero llegó la oferta del Betis, me cogió joven y Ruiz de Lopera me engañó. Pasé de ser el ídolo al tipo más odiado”, explica.

En sus dos temporadas en el Betis, Cherubino rindió a un nivel notable. Los andaluces fueron octavos en la campaña 95/96 y cuartos al curso siguiente, en el que alcanzaron la final de la Copa del Rey para caer ante el Barça en la prórroga. Pier hizo 14 goles en la Liga el primer año y nueve en el segundo para formar con Alfonso “una pareja de delanteros efectiva y complementaria, pues lo que le faltaba a uno lo tenía el otro”. Además, Pier guarda un recuerdo imborrable de su estancia en Sevilla: el nacimiento de Andrea y Bárbara, sus dos hijas. “El título de Copa hubiera sido la despedida soñada, pero no pudo ser”, lamenta.

Luego, en el verano de 1997, el fichaje de Oli por el Betis provoca la salida de Pier. Y la marcha de Morientes del Zaragoza (al Real Madrid) le hizo recalar en La Romareda. “Tenía 25 años, había marcado cincuenta goles en Primera División y llegué con expectación (tras el pago de 500 millones de pesetas) el último día del cierre del mercado de fichajes. Era mi momento, pero en mi debut en La Romareda me expulsaron por agredir a Pompei, un argentino del Oviedo. No hubo daño, pero fingió bien, el Comité de Competición había anunciado mano dura y pagué los platos rotos: seis partidos de sanción”, resume Pier.

Volvió a jugar y Luis Costa le mantuvo de titular. Pero sólo hizo un gol. Al Tenerife, curiosamente. “No fue un buen año y además la demanda del Sporting acabó en condena millonaria… Al final se pudo llegar a un arreglo, pero en aquel momento, con todo eso en la cabeza, no se podía jugar al fútbol”, apunta. Y al curso siguiente, ya con Rojo en el banquillo, no fue convocado ni una sola vez. Y cuando en enero surgió la oferta del CD Tenerife no lo dudó. El equipo de su tierra era colista y aún no había ganado en el Heliodoro, pero Pier regresó a la Isla. Y aunque hizo cuatro goles en doce partidos, no bastaron para evitar el descenso.

Dos años después vive el ascenso de Leganés y regresa a la élite, vestido de blanquiazul y con Rafa Benítez en el banquillo. “Fue un curso complicado porque no contó mucho conmigo, pero hay que reconocer que era un excelente entrenador y que el preparador físico, Paco Aiestarán, nos tenía perfectos”. Por el camino quedó, ya en las últimas jornadas, un gol al Universidad “y una celebración que fue una liberación”. De vuelta a Primera División, Pepe Mel apenas le dio partidos y en enero se fue al Extremadura para acabar luego su carrera profesional en el Terrassa, aunque también jugó en la AD Laguna (Tercera División) y la SD Alcalá (Segunda División B).  

En la actualidad vive en Tenerife, ha hecho los cursos de secretario técnico, colabora con la Televisión Canaria y no hay día en que alguien no le recuerde aquel gol al Madrid. Aunque antes de ese 7 de junio también existía Pier Cherubino, nacido en Roma (Italia) un 15 de octubre de 1971, criado en Tenerife desde los seis años y que dio sus primeras patadas a un balón “en el alevín Orotava ¡como defensa central! con Felipe El Sordo”. Pepe Galindo le pulió en el Puerto Cruz, donde pasó de interior derecha a ariete y compartió ataque con Fabián Rivero. Tras un año en el Tenerife Aficionado, cuatro goles en un partidillo bastaron para que Miera se fijara en él.

Su condición de extranjero le impidió jugar ese curso, pero en la tercera jornada de la temporada 90/91, con 18 años y Xavier Azkargorta en el banquillo, debutó ante el Sporting al estar lesionados Rommel y Quique Estebaranz. “Aprovecha la oportunidad, porque así se las ponían a Fernando VII”, le dijo Azkargorta aquel día. No consta que Sanchís o Buyo le dijeran algo parecido el 7 de junio de 1992. Pero Pier aprovechó su oportunidad. Y marcó el gol interminable.

 

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