Apaga y vámonos

Siempre me ha acongojado esa manía que tienen los obispos de saber más de la familia que las propias familias. A ellos les molesta que nos metamos con sus prédicas eclesiales, pero luego son los primeros que meten sus narices en asuntos donde, teóricamente, se supone que no tienen ni idea, como el sexo o la familia.

Si son célibes y cumplen con el preceptivo voto de castidad, no deben saber mucho ni de sexo ni de paternidad, aunque curiosamente sea padre el nombre por el que lo llaman sus feligreses. También es curioso que hayan elegido un atuendo tan poco masculino para sus liturgias, como si quieran ser hombre y mujer a la vez, en una suerte de hermafroditismo.

No hay ningún dato científico que avale la aseveración del obispo, pero algo hay que hacer para frenar esa pérdida de fieles que huyen a espuertas de esa institución milenaria.

La gente huye despavorida no sólo de la Iglesia. También de los partidos políticos huyen como gatos escaldados los votantes que cada vez votan menos. Los dos grandes partidos no han ratificado el pacto antitransfuguismo, entre otras cosas porque era una pérdida de tiempo hacerlo. Hasta ahora existía, pero luego ellos hacían lo que más les convenía para mantenerse en el poder con la inclusión de indeseables que cambian de chaqueta como de calcetines. El PP le dice al PSOE que no firmará el pacto hasta que se vaya el alcalde de Benidorm y el PSOE le dice lo mismo en Puerto de Santa María. Aquí lo único cierto es que ambos son cínicos y hermafroditas, como algunos curas, que quieren pillar siempre, estar en misa y repicando.

Pillados nos tienen a todos este Gobierno, que en pocos meses ha autorizado que los recibos de la luz nos suban más que Edurne Pasabán. Si un gobierno presuntamente socialista permite esta bestial subida de un servicio tan básico como la electricidad, me imagino qué ocurrirá si Rajoy llega al poder: a velas. Apaga y vámonos.