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El futuro de NC

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Todo proceso electoral reordena las piezas del tablero político. Y hay ocasiones, como este pasado 28M, en el que recomponerse no es fácil. Y llevará su tiempo. No se trata aquí y ahora de ceñirnos al mero balance, basta (con este fin) de describir una balanza en la que sobresale la victoria (la tercera) de Antonio Morales en el Cabildo de Gran Canaria, la holgadísima e histórica mayoría absoluta de Teodoro Sosa en Gáldar y el aumento en concejales de Francisco García en Santa Lucía de Tirajana, allá donde nació todo (entre los tomateros y las zafras) a cuenta del partido. En la otra cara de la moneda, el pesar de la pérdida del escaño autonómico y el retroceso considerable de una sentada en Telde; justo un feudo electoral desde la Transición que, todo sea dicho, rescatarlo como tal no será empresa sencilla y costará lo suyo.

Ahora hay elecciones generales adelantadas y, por ende, se reabre la sempiterna pregunta de con quién debe ir NC a tal convocatoria. La respuesta es sencilla: mejor sola. Aunque no logre escaño. Que las prisas y la confusión ideológica no impida su crecimiento organizativo a medio plazo. A veces, y solo a veces, el poder por el poder es contraproducente. Y la experiencia de concurrir junto a CC en noviembre de 2019 supone ‘per se’ un agridulce recuerdo: CC rechazando la investidura al Gobierno de coalición de izquierdas (el mil veces no que espetó Ana Oramas desde la tribuna de oradores) y el disponer de un escaño a modo de custodia compartida que, luego, cuando toca cederlo a CC, deja a buena parte del electorado de NC desconcertado. Si no hay confluencia nacionalista en lontananza, un 1993 en toda regla, es un desatino. Recalco: nacionalismo; no la mescolanza de insularismos de toda laya. Y con la predominancia (otra vez, con más fuerza) de ATI dentro de CC no solo lo impide sino que ya se observa su objetivo esta legislatura: finiquitar a NC en Gran Canaria; lo que pasa, con creces, por laminar el liderazgo de Antonio Morales en la Casa Palacio de Bravo Murillo.

NC debe rearmarse ideológicamente y retomar la pujanza del que fuera su ideario: la izquierda canaria, el nacionalismo. Se impone el principio de realidad: Vox es el resurgir del neoespañolismo mesetario. Catalunya y Euskadi reaccionarán. Y Canarias no puede escapar de este escenario dicotómico. Es un horizonte (ya cercano) de disputas nacionalistas, de debates territoriales y de imposición del 155 desde Madrid. ¿Cómo va a ausentarse NC al respecto sin recuperar sus esencias ideológicas?

Solo así, más generando cuadros y liderazgos internos, meta imperiosa, podrá asegurar su futuro como organización, sin hipotecarlo todo el día de mañana a la presencia o no en la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria. Es momento de detenerse y afrontar aquello que queda por subsanar. Es tanto el potencial del que se dispone que no gestionarlo debidamente conllevaría su autoliquidación inexplicable como partido. Este 2023 electoral deja tareas por cumplimentar. Lo que ocurra en los comicios generales, tener o no el escaño, si me apuran es casi secundario. El listón que CC le endosa a NC a son de la negociación última constituye toda una declaración de intenciones; y no son precisamente buenas para NC. Eso sí, su futuro depende de sí misma, y lo tiene si asume el mensaje electoral y se reagrupa con tal fin como organización. De esto consiste su proyección como partido.

Todo proceso electoral reordena las piezas del tablero político. Y hay ocasiones, como este pasado 28M, en el que recomponerse no es fácil. Y llevará su tiempo. No se trata aquí y ahora de ceñirnos al mero balance, basta (con este fin) de describir una balanza en la que sobresale la victoria (la tercera) de Antonio Morales en el Cabildo de Gran Canaria, la holgadísima e histórica mayoría absoluta de Teodoro Sosa en Gáldar y el aumento en concejales de Francisco García en Santa Lucía de Tirajana, allá donde nació todo (entre los tomateros y las zafras) a cuenta del partido. En la otra cara de la moneda, el pesar de la pérdida del escaño autonómico y el retroceso considerable de una sentada en Telde; justo un feudo electoral desde la Transición que, todo sea dicho, rescatarlo como tal no será empresa sencilla y costará lo suyo.

Ahora hay elecciones generales adelantadas y, por ende, se reabre la sempiterna pregunta de con quién debe ir NC a tal convocatoria. La respuesta es sencilla: mejor sola. Aunque no logre escaño. Que las prisas y la confusión ideológica no impida su crecimiento organizativo a medio plazo. A veces, y solo a veces, el poder por el poder es contraproducente. Y la experiencia de concurrir junto a CC en noviembre de 2019 supone ‘per se’ un agridulce recuerdo: CC rechazando la investidura al Gobierno de coalición de izquierdas (el mil veces no que espetó Ana Oramas desde la tribuna de oradores) y el disponer de un escaño a modo de custodia compartida que, luego, cuando toca cederlo a CC, deja a buena parte del electorado de NC desconcertado. Si no hay confluencia nacionalista en lontananza, un 1993 en toda regla, es un desatino. Recalco: nacionalismo; no la mescolanza de insularismos de toda laya. Y con la predominancia (otra vez, con más fuerza) de ATI dentro de CC no solo lo impide sino que ya se observa su objetivo esta legislatura: finiquitar a NC en Gran Canaria; lo que pasa, con creces, por laminar el liderazgo de Antonio Morales en la Casa Palacio de Bravo Murillo.