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Schlichting y la ''cruzada'' contra la Iglesia Católica

Gustavo Vidal Manzanares / Gustavo Vidal Manzanares

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Por supuesto, respeto la tesis de la locutora de la cadena de los obispos, pero no la comparto. Más bien me recuerda a quienes tapan el sol con las manos para convencerse de que es de noche.

En este sentido, el número dos del Estado Vaticano, Cardenal Bertone, ha visitado recientemente España. Entre sonrisas, agasajos y carantoñas fue recibido por el presidente del gobierno y la vicepresidenta De la Vega, tras lo cual almorzó con el rey? ¡Peculiar “cruzada” la que sufre la iglesia!

Y en una desvergonzada injerencia este ayatolá de mi mitra husmeó en asuntos políticos de España e impartió cursos acelerados de moralidad.

Sí, vino a enseñarnos “moral” el representante de un Estado que nunca firmó el Pacto Internacional de Derechos económicos, sociales y culturales, el Protocolo para abolir la pena de muerte, el Pacto Internacional de Derechos civiles y políticos, la Convención Internacional sobre protección de Derechos de los trabajadores inmigrantes y sus familias o la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer?

Pocas horas después de los agasajos y la maloliente injerencia, sembró los consabidos tópicos envueltos en florituras dialécticas para quienes demandan, como alternativa al librepensamiento, una dosis de seguridad artificial.

Así, alegó la existencia de un “orden moral natural” que se hallaría “por encima de la política”? es decir, “algo” que debería prevalecer sobre la voluntad libre y racional de millones de personas.

Claro, ¡cómo no! la iglesia católica sería la depositaria y expendedora autorizada de ese “algo”, y los planteamientos civiles habrían de subordinarse a ese “orden moral natural” cuya patente explota Roma.

Resulta, por tanto, evidente su nostalgia por el poder que acapararon durante siglos. Conservan parte de aquella fuerza, sin duda. Pero los ciudadanos ya no forman la masa atemorizada, inculta y supersticiosa que moldearon durante centurias.

Y ya no pueden dominar todas las conciencias, ni a una sociedad que les va volviendo cada vez más la espalda a medida que la luz y el fuego de la razón van abrasando la grasaza del dogmatismo.

Por consiguiente, creo que para ellos “cruzada” no significa que se les prohíba manifestarse u opinar. De hecho, lo hacen constantemente. Nadie va a impedírselo .En sus esquemas, padecer una “cruzada” significa que ellos no pueden perseguir a los demás ni prohibir todo lo que les gustaría proscribirnos.

Eso es lo que realmente los mortifica ya que durante largos siglos se han acostumbrado a imponer sus credos y costumbres mientras machacaban con saña cualquier embrión de libertad y crítica.

Ahí radica la “cruzada contra la iglesia católica”, en que no les dejamos perseguirnos, en que rechazamos sus dogmas, en que no aceptamos su moralina, en que los contemplamos como una religión más y, sin embargo, los tratamos con un respeto que ellos no mostraron y les otorgamos una libertad que ellos castraron a los demás.

En suma, unos ciudadanos a los que no pueden sojuzgar, una sociedad libre, laica, ilustrada, que persigue el placer y el bienestar? les supone sentir que padecen una “cruzada”.

Admito que puedo estar equivocado, pero este es el sentido en que interpreto las palabras de Cristina López Schlichting.

*Jurista y escritor en El PluralEl Plural Gustavo Vidal Manzanares*

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