La primera víctima de la crisis nacionalista canaria no será Ana Oramas ni Claudina Morales, será Fernando Bañolas, el presidente de CC en Gran Canaria. La alianza con Nueva Canarias ha dado sus frutos y gracias al diputado obtenido en la provincia de Las Palmas, los nacionalistas conservan dos actas, un consuelo que va a servir de poco. La campaña en Gran Canaria ha sido una calamidad, con candidatos y dirigentes comarcales instalándose por su cuenta, como si la guerra no fuera con ellos. Enemigos irreconciliables hasta el otro día, el partido de Román Rodríguez se refuerza frente a su bestia parda y ahora podrá exigir algunos pasos que Bañolas ha sido incapaz de ejecutar precisamente por los odios ancestrales entre NC y CC. Telde es el ejemplo más llamativo, pero hay contestación en Arucas y en Las Palmas, entre otras localidades. En la ciudad del sureste, los nacionalistas de Paulino Rivero mantienen en la alcaldía a María del Carmen Castellano, del PP, y una vez confirmado que el Senado no estaba hecho para Paco Santiago, NC tirará de la factura comprometida. Pero no será Bañolas quien tenga que asumir ese reto. Sus jefes buscan un relevo y de momento les está resultando una tarea muy ardua.