Se cubre de gloria, aún desde la honrosa situación de reserva, el general Javier Calderón, que fuera jefe del CESID. Ahora descubrimos que hace dos años tuvo el acierto diplomático y estratégico de proponer al Gobierno de José Mari que condecoraran con la Gran Cruz de Isabel la Católica al general El Kadiri, cerebro de la operación Perejil, consistente en tocarle el nisperero al Gobierno aznariano hasta que le de la gana a Marruecos. No es la primera vez que el general Calderón demuestra su instinto y olfato de espía del siglo XXI con cosas que tienen que ver con nosotros, porque lo de Perejil, ya verán, tiene mucho que ver con nosotros. Calderón ha tenido patinazos memorables por aquí, como aquella operación con el barco Anastasia que el CESID juró por la gloria de su madre que iba cargado de armas para la guerrilla angoleña cuando, en realidad, llevaba armas, compradas todo lo legalmente que se puede hacer eso, para el Gobierno legal de ese país. Fue Calderón también el que le dijo a Manuel Hermoso que Tomás van de Walle era espía del CESID cuando alguien le llamó por teléfono para confirmarlo antes de hacerlo consejero de Agricultura. Vamos, como cuando uno llama al 1003 y pide el teléfono de un amigote. Hasta tres veces se empeñó en señalarlo con el dedo, y sólo la cuarta vez, y a través de un teléfono móvil que la oficial de servicio facilitó al delegado del Gobierno, Calderón reconoció su error. Pero para encharcarla otra vez, porque dijo entonces que el espía era el tío de Tomás van de Walle, de nombre Antonio, que viene a ser un colaborador. Por no hablar de lo del 23 F, que tiene mucha guasa visto con perspectiva, que menuda gracia hizo entonces la habilidad calderoniana para evitar el golpe. Lo dicho, un máquina este Calderón.