Quince años engañando a los lectores

La guerra abierta entre García y Soria pone muchas cosas al descubierto. La primera, desde luego, la levedad en que se sustentan en Canarias los apoyos inquebrantables, nada que ver con aquellos que el régimen franquista renovaba cada año en la Plaza de Oriente. En segundo lugar, el precio al que se cotiza en el mercado la línea editorial de un medio informativo: si no hay pela no hay lolailo, y no me tardes mucho en traer la pela que empiezo por no ponerte fotos y sigo con tu cuñado. La tercera constatación: un político puede pasar de ser intachable, insobornable, infalible y hasta supersónico a la condición de simple machango, un don nadie, un chiquilicuatre malparido. Las preguntas a formular son casi automáticas: ¿alguna vez fue buen gestor ese político? ¿Alguna vez fue buen periódico ese que ahora hace aflorar las conocidas andanzas del político casi desde que lo destetó? ¿Se ocultaron deliberadamente las tropelías de Soria en Canarias7 a cambio de la gasolina que ahora ha empezado a escasear? ¿Qué hubiera pasado si la gasolina nunca hubiera fallado? ¿Se arreglará este desaguisado de credibiliad regalando a los lectores una cubertería pagada por algún incauto que pase cerca?