La ex alcaldesa no pudo reprimir las lágrimas cuando recibió los primeros abucheos, pero soportó como pudo el chorreo durante el tiempo que duró su inoportuno discurso. Luego, cuando casi todo había terminado y antes de la foto en equipo, abandonó la sala Sinfónica, posiblemente para atender a alguna emisora de radio, pero también para coger un poco de resuello. Ya a la salida tuvo que utilizar un camerino cedido por el auditorio para reponerse, pero volvió a venirse abajo cuando abandonó el recinto en compañía de unos cuantos concejales que no sabían cómo consolarla. Aun así, aun perdiendo las elecciones, habiendo recibido la crítica de propios y extraños, habiendo meditado casi un mes, les podemos asegurar que todavía no han cambiado ciertos hábitos altaneros y soberbios de la alcaldesa saliente: sigue sin soportar que la gente sea libre, por decirlo suave.