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África y el coronavirus

Elsa López

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“Quien se informa del camino, sabrá cuándo tiene que torcer” es un refrán Luba, recogido en Zaire. “La lanza al hombro no es lo que hace valeroso al hombre”, es un refrán de Burundi, una pequeña nación ubicada en la región de los grandes lagos del África oriental. Tengo muchos más. Una libreta entera. Suelo usarlos para mostrar hasta dónde llega la sabiduría de los habitantes de ese inmenso continente del que tengo la biblioteca llena de novelas, ensayos, poesía… Tengo tanto sobre ella, incluidos mis recuerdos personales, que a veces creo saber más de lo que sé. Luego me doy cuenta de que no es cierto. No sé nada sobre África, pero lo poco que sé me da un cierto derecho a hablar sobre ella, a defenderla, a admirarla, a entenderla. Estos días he visto algunos vídeos de africanos de distintos países que han salido a hablar sobre un asunto delicado, el de las pandemias y cuál es la postura de los europeos sobre el tema. Muy esclarecedores todos ellos. Nos informan de la actitud patriarcal de algunos países, del desprecio que aún tienen los viejos continentes hacia los africanos, y de lo que éstos piensan sobre los antiguos colonizadores y no tan antiguos que aún pretenden utilizarlos como esclavos al servicio de los intereses de cosecheros y grandes empresas que explotan minas y bosques.

Siempre igual. Ellos poseen las riquezas. Nosotros las empresas y las armas. Conseguir ser los dueños de sus minas, sus bosques y sus plantaciones de cacao o de yuca, es tarea fácil. Consiste en llegar, esclavizarlos una vez más, aunque ahora se disimule la esclavitud con jornales de mierda o ni siquiera eso, que algunos pagan con un mísero plato de arroz y un puñado de cacahuetes flotando en el agua, y, fácil solución, me quedo con sus riquezas, las exporto, y ellos a seguir entrando y saliendo de las minas, enfermos, hambrientos y, encima, agradecidos al hombre blanco o amarillo o de color cobrizo que me gobierna y somete a base de látigo, humillaciones y demás enfermedades que propagan los países que los invaden y colonizan económicamente. Esclavos siempre y también esclavos ahora cuando algunos científicos pretenden utilizarlos una vez más como a conejillos de indias probando en ellos las posibles vacunas contra el coronavirus.

La propuesta de dos expertos en la televisión francesa de usar África como laboratorio de pruebas para un tratamiento contra la pandemia ha generado una enorme polémica que ha hecho alzar la voz de mucha gente. Jean-Paul Mira, jefe de UCI del Hospital Cochin de París, y Camille Locht, director del Instituto Nacional Francés de Salud e Investigación Médica, proponen probar en África la efectividad contra el coronavirus de la vacuna BCG (usada para la tuberculosis). “Podríamos hacer este estudio en África, donde no hay mascarillas, no hay reanimación, un poco como cuando en su día se probaron ciertos tratamientos contra el SIDA en las prostitutas porque sabíamos que estaban altamente expuestas y no se protegían”, dicen. Resulta un escándalo o al menos una propuesta algo frívola. Occidente, en su pretendida superioridad, no ha entendido aún que África no es su patio particular donde se siembra lo que yo digo, se juega a lo que yo quiera, y se dispone de la vida y la salud de sus habitantes cuando me da la gana. Inconcebible que lo tengamos que seguir diciendo: África no es un laboratorio de pruebas ni se puede hacer uso del pueblo africano como si fueran cobayas. Y no me valen los discursos que intentan aplacar la ira que esas palabras han provocado en muchos de nosotros como los que opinan que no hemos entendido la propuesta que venía a decir algo así como “que no se trata de poner vacunas y ver si te pones verde o te mueres, solo ver si cuando llegue la infección te contagias o no”; “probar la vacuna supone ensayar si otorga inmunidad contra la infección, sólo eso”. Vamos, que no es para ponerse así de dramáticos.

Asombroso. La hipocresía de los comentarios de lectores tan racistas y tan clasistas como muchos que lo piensan y no se atreven a decirlo en voz alta es de manual. Se asombrarían ustedes si supiesen el tanto por ciento de quienes piensan que los africanos son inferiores y no importa si mueren en el mar, en los campos de arroz, recogiendo fresones o en fábricas de renombre internacional. Es cierto. Los negros no necesitan ponerse verdes y morirse entre estertores, ya lo sabemos. Hace siglos que somos conscientes de la clase de muertes que les hemos proporcionado. Entre otras, esa tan lenta que les ha conducido a condiciones sanitarias, económicas y sociales insoportables. ¿Cómo no se les ocurre a esos ilustres investigadores proponer que la vacuna se puede probar en Finlandia, por ejemplo? ¿Se imaginan a Europa, tan blanca y tan digna, puesta en pie indignada por semejante desatino? ¿Se imaginan las reprobaciones, los mítines, las pancartas y la repercusión de tales palabras? Pues eso. Ni un comentario más.

Elsa López

20 de abril de 2020

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