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El Cedro se vistió de fiesta

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Sonaban chácaras. No, quizá no es la palabra. Resonaban, mejor, entre la inmensidad del bosque del Cedro. El corazón verde de la Isla servía de marco, de enclave, de escena para una procesión donde el romance y el tambor sonaban con la armonía que sólo saben apreciar quienes de verdad ponen el alma en aprehenderse de nuestro folklore. Este domingo El Cedro se vistió de fiesta, de parranda. La Virgen de Lourdes y su ermita, esa obra a la inglesa, levantó al cielo un canto de alegría y esperanza. El Cedro es tradición que se recupera. Es Hermigua y es Gomera. Estas fiestas tienen el sabor de lo añejo, del canto, del pie que se escuchaba: “es mi orgullo ser gomero / y con ese orgullo muero”. Orgulloso de las fiestas, sí, y también de nuestra gente, que año tras años, revalidan su compromiso por salvaguardar las tradiciones que nos diferencian.

Sonaban chácaras. No, quizá no es la palabra. Resonaban, mejor, entre la inmensidad del bosque del Cedro. El corazón verde de la Isla servía de marco, de enclave, de escena para una procesión donde el romance y el tambor sonaban con la armonía que sólo saben apreciar quienes de verdad ponen el alma en aprehenderse de nuestro folklore. Este domingo El Cedro se vistió de fiesta, de parranda. La Virgen de Lourdes y su ermita, esa obra a la inglesa, levantó al cielo un canto de alegría y esperanza. El Cedro es tradición que se recupera. Es Hermigua y es Gomera. Estas fiestas tienen el sabor de lo añejo, del canto, del pie que se escuchaba: “es mi orgullo ser gomero / y con ese orgullo muero”. Orgulloso de las fiestas, sí, y también de nuestra gente, que año tras años, revalidan su compromiso por salvaguardar las tradiciones que nos diferencian.