Muy señor mío, nos dice usted que estamos mejor que antes del volcán,  pues bueno, antes del volcán no teníamos el volcán y después de volcán ya pasó el volcán, qué le voy a decir, hay quien está mucho mejor, los que cobran alquileres de Beverly Hill, por ejemplo, y mucho peor también, los que echan de menos viviendas que habían construido con años de trabajo, perdone usted, como budista amateur, rechazo las generalizaciones, incluso esta, y como paleocristiano y postmarxista me gustaría que los quebrantos y bonificaciones del volcancito estuvieran más repartidos, y como humanista de la abundancia me gustaría que nuestro empleo no dependiera tanto de chalecos amarillos, pero bueno, supongamos, muy señor mío, que usted tiene al menos tan buenas intenciones como yo, que no es que sea gran cosa, la verdad, y que pronto veremos más economía real, que se podría ir del cantón de Tigalate al de Aridane sin dar tanta vuelta y vuelta, que las políticas de vivienda funcionan no sólo como recurso retórico y el turismo y el medio ambiente coexisten sanamente con un impulso creativo en el sector y las tradiciones no sean sólo cosa de romerías, que la funcionalidad de nuestras carreteras faciliten el dinamismo económico y comercial, entonces le daré la razón e incluso me pondré a cantar el himno canario, pues ahora mismo, que estemos mejor que antes del volcán tampoco me parece gran cosa, la verdad, y no sé si se da usted cuenta que lo triste es que para estar mejor ahora que ante del volcán hayamos necesitado un volcán. Uff. De cantón a cantón no se vive de ilusión.