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“La Negra Tomasa está este año más culona que nunca, pero máquina p’alante’

La Negra Tomasa en una imagen de archivo en la plaza de España.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Ser la Negra Tomasa es “mucha responsabilidad”. Víctor Díaz Molina, el entrañable Sosó, el hombre que desde hace más de veinte años da vida al personaje más emblemático y querido de la parodia carnavalera de Los Indianos, está estos días inquieto. “Todos los años me pongo nervioso, porque cuando voy por la calle la gente me pregunta si estoy bien, si salgo o no salgo,  que tenga cuidado vaya a ser que me pase algo… Claro, y eso es porque soy ya un poquito popular”, ha relatado a La Palma Ahora. Pero en esta edición, Sosó tiene un plus de estrés. “Es que han venido mis dos hijas que viven en Dinamarca, y como están ellas, pues peor me pongo”, admite.

Pero a pesar de las alteraciones emocionales propias de los días previos a la celebración del gran acontecimiento carnavalero, la Negra Tomasa está en forma. “Aunque tengo 76 tacos, no los aparento; me encuentro bien, estoy fuerte, me cuido, no fumo, y llevo ya bastante tiempo caminando”, asegura. “No tengo intenciones de retirarme; si el año que viene estoy con el mismo humor, desde luego que vuelvo a salir”, afirma.

A las 07.45 horas del lunes de Los Indianos, Sosó se pondrá en manos de su nuera Nazaret, que lo transformará en una deslumbrante y voluptuosa negra caribeña, con labios carnosos y pestañas descomunales. “Ella es la que me maquilla, y este año tengo que empezar a pintarme más temprano porque el coche del Ayuntamiento me recoge a las diez para llevarme al muelle; dicen que tengo que estar allí antes de las once para hacer la parodia de la lancha porque vienen unos barcos de turismo, y después me voy con la gente para la Plaza de España”, explica con emoción.

Pero antes de abandonar su domicilio, Sosó se toma el desayuno. “Este año voy a comer medio bocadillito de sardinas con un vasito de vino y manzanas, que son buenas para el estómago”, cuenta, y añade: “Y a mediodía vamos a un restaurante con mis hijas y comeré alguna sopita y croquetas, pero más bien comida seca”.

Y del traje no suelta prenda. “Es una sorpresa; uff, bien me quiere esa mujer, la costurera de San Isidro, doña Dulce, que es la que me hace los vestidos; ella disfruta como una niña haciéndole un traje para la Negra Tomasa”.

Pero ese traje, deja claro, “hay que saber llevarlo, bailándolo bien y controlándose con la bebida”. El alcohol, con mucha moderación. “Echaré solo algún vasito de vino, sobre todo cuando termine en La Alameda, con algunos fritos”. Y es que Sosó se toma muy en serio a la Negra Tomasa. “Este personaje es muy importante para mí; me siento orgulloso del recibimiento que tengo en la Plaza de España, los palmeros y palmeras me quieren muchísimo”.

Sosó no oculta que el paso del tiempo hace mella en el cuerpo femenino (y en el masculino también). “El culo me está creciendo con los años, ya va teniendo edad, lo tengo más grande, y los pechos también, están caídos, y un poco mayores, por eso este año la Negra Tomasa está más culona y más tetuda, pero eso no importa, máquina p’alante”.

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