Descubren en La Palma una mosca originaria de México que ataca al ‘hediondo’

Imagen de un macho (i) y una hembra.

La Palma Ahora

Santa Cruz de La Palma —
19 de febrero de 2021 13:11 h

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El biólogo palmero Juan Ramón Pedrianes ha descubierto en La Palma una mosca originaria de México que ataca la planta conocida como hediondo. Este hallazgo es el primer registro para Canarias. El trabajo sobre este insecto ha sido publicado el pasado mes de enero en la revista de la Academia Canaria de Ciencias.

Pedrianes explica en el trabajo que “se cita por primera vez para el archipiélago canario Procecidochares utilis (Stone, 1947), tefrítido utilizado para el control biológico del hediondo Ageratina adenophora (Spreng.) R. M. King & H. Rob.”.

“La familia Tephritidae es una de las más diversas del orden Diptera a nivel mundial e incluye a ‘las verdaderas moscas de la fruta’, de gran relevancia económica. En cambio, otras se alimentan de semillas, inflorescencias y tallos (Christenson y Foote, 1960). Algunas son herramientas de control biológico contra plantas exóticas invasoras. Es el caso de Procecidochares utilis, sus larvas monófagas se alimentan exclusivamente de la asterácea de origen mexicano Ageratina adenophora, formando agallas en brotes terminales, nudos del tallo o de las ramificaciones laterales y en ocasiones en los peciolos (Haseler, 1965) y nervios foliares (Li et al., 2018). También se ha visto que se desarrollan en los pedúnculos de los corimbos”, detalla.

En marzo de 2020, se localizó en el barranco de Juan Mayor, en Santa Cruz de La Palma, a 180 metros sobre el nivel del mar, en fronda de hediondo tres brotes terminales con agallas. Hecho también observado en el Camino El Porvenir, en Breña Alta, a 204 metros de altitud. (Concepción Lozano com. pers.). Posteriormente se han encontrado durante los meses de abril y junio entre el Camino Los Brezos y el Camino El Brezal (Breña Alta), ambos a 204 metros sobre el nivel del mar“, señala.

“Tras la emergencia de los imagos se comprobó que se trataba de P. utilis”, afirma Pedrianes, y añade que “su planta hospedadora, A. adenophora, se comporta como una especie ubiquista que se ha convertido en una auténtica plaga agrícola y paisajística en más de 30 países y regiones del mundo, siendo introducida en Canarias antes de los años 70 del siglo XX, invadiendo lugares húmedos, así como pinares canarios y zonas de laurisilva degradada (Sanz et al., 2004). Su potencial colonizador radica en varias adaptaciones como son:

A. La producción de múltiples frutos (cipselas vilanadas) que son dispersados fácilmente por el viento, el agua, movimientos de tierra o adheridos al pelaje o plumas de animales (Parsons & Cuthbertson, 1992).

B. Multiplicación vegetativa mediante el enraizamiento de tallos poco lignificados (Bess & Haramoto, 1958).

C. Presencia de apomixis o capacidad de producir semillas viables sin previa fecundación (Noyes, 2007).

A. Síntesis de sustancias alelopáticas que inhiben el crecimiento de otras plantas competidoras por el espacio y los recursos tróficos e hídricos del suelo (Dhyani, 1978).

E. Altera la composición microbiológica del suelo como medida de protección frente a patógenos y favoreciendo su propio desarrollo frente a las plantas nativas (Wan et al., 2010).

F. Elaboración de metabolitos secundarios que actúan como sustancias tóxicas para el ganado (especialmente el equino), hongos, bacterias e insectos. Las larvas de P. utilis producen unas enzimas capaces de neutralizar esos tóxicos y que inducen la formación de agallas (Li et al., 2018)“. 

“Para combatir esta exótica invasora se han empleado costosos e infructuosos métodos mecánicos y químicos, así como diferentes agentes de control biológico (hongos e insectos). Uno de los más usados debido a su efectividad y especificidad hacia su hospedador es la también mexicana

Procecidochares utilis, trasladada con éxito a Hawái, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica e India, dispersándose desde este último país a Nepal y China tras cruzar el Himalaya (Muniappan et al., 2009), con variables resultados dependiendo de factores abióticos como el gradiente altitudinal (Poudel et al.

, 2020) o la excesiva humedad (Bess & Haramoto, 1972) y bióticos como la presencia de himenópteros parasitoides, organismos que se alimenten de las agallas o de otros parásitos de A. adenophora (Muniappan et al., 2009). Además, se ha llevado al cercano archipiélago de Madeira con anterioridad al año 1971 (White & Elson-Harris, 1992) extendiéndose hasta altitudes de 1000 metros (Smit, 2006)“, indica.

“Cada hembra desarrolla hasta 170 huevos que distribuye entre varias plantas con un promedio de 3 a 7 por agalla. Al eclosionar, la larva comienza a alimentarse del parénquima circundante induciendo la proliferación de este tejido rico en nutrientes hasta formar una agalla cuyo tamaño varía en función del número de ellas. Pasan por tres estadios, en el último excava un túnel hacia la epidermis dejando una especie de ventana translúcida que la aísla del exterior y evita la proliferación de microorganismos que intervienen en la pudrición. Luego regresa sobre sus propios pasos y entra en la fase de pupa. Generalmente el ciclo dura entre 40 y 60 días, dependiendo de la temperatura ambiente”, apunta.

“Las agallas actúan como sumideros de nutrientes que limita el crecimiento de la planta, afectando a su capacidad fotosintética, acarreando una reducción en el número de ramificaciones, flores y semillas, llegando incluso a matarla cuando la invasión es muy se- vera (Muniappan et al., 2009)”, añade.

“El buen clima de las islas Canarias ha permitido la aparición de A. adenophora en casi todos los pisos de vegetación, lo que puede favorecer el establecimiento y expansión de este díptero”, advierte.

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