El paso por Canarias de Abdou, el rostro de la crisis migratoria de Ceuta: ''Que se hable de él, su situación es la de todos''

Abdou Ngom nadó durante 15 minutos para sortear el espigón fronterizo que separa Marruecos de Ceuta. Él y 10.000 personas más llegaron a nado a la ciudad los días 17 y 18 de mayo de 2021. El joven senegalés, nacido en 1996, se convirtió en el rostro de esta emergencia humanitaria, cuando exhausto y abatido, abrazó entre lágrimas a Luna, una voluntaria de Cruz Roja que tuvo que abandonar las redes sociales por los comentarios machistas y xenófobos que recibió por este gesto. Abdou fue devuelto a Marruecos en caliente. Tres años después consiguió volver a España, esta vez por la peligrosa ruta de Canarias. El 8 de junio, murió en Málaga. “Queremos que se hable de él, porque la situación de Abdou es la situación de todos”, dice Amath, uno de los amigos que hizo en Lanzarote.

Después de alcanzar la isla en una patera con 58 personas desde Marruecos en noviembre de 2024, Abdou fue trasladado a Barcelona. Desde allí, viajó a Málaga, donde trabajaba como albañil. En Casablanca dejó a su pareja y a su hija. Su mujer es senegalesa y, al igual que él, llegó a Marruecos para viajar a Europa. Allí se conocieron y juntos intentaron entrar en España. Después, ella se quedó embarazada y él pudo llegar a Canarias. “Al tener a la hija, Abdou no quiso que vinieran por el mar porque es muy peligroso y les dijo que iba a tener papeles, y que después las traería a España”, describe su amigo y compañero de trabajo Mbaye.

Tal y como relata su amigo, Abdou se quedó huérfano desde muy pequeño tanto de padre como de madre. Fue criado por su abuela y no tenía hermanos. Por eso, podía contar con los dedos de una mano la familia cercana que tenía a su lado. Cuando cruzó hacia Ceuta, lo hizo con un gran amigo al que llamaba hermano, aunque no tuvieran la misma sangre. Según publicó elDiario.es, el joven rompió a llorar en la playa del Tarajal cuando vio a su compañero de viaje inconsciente en la orilla. Después de su devolución, pasó semanas sin saber nada de él, hasta que lograron reencontrarse en el país vecino.

Abdou siempre se acordaba de su mujer y de su hija, que pronto cumplirá un año. Poco antes de su muerte, hizo una videollamada con las dos. “Hablaba mucho de su mujer y de su hija pequeña. Él quería montar una tienda a su mujer para que trabajara por su cuenta y no tuviera que depender de nadie”, recuerda Mbaye.

En Casablanca también conoció a Mbaye. Esta es una de las ciudades marroquíes en las que recalan muchos migrantes del resto de África que pretenden viajar a Europa pero que, al mismo tiempo, necesitan un trabajo que los mantenga mientras dura la espera. Mbaye y Abdou eran albañiles en Senegal, lo que les permitió sobrevivir durante años en la mayor ciudad de Marruecos. “Abdou era un buen jugador de fútbol y jugaba con mi primo. Mi primo le dijo que como él no tenía trabajo le iba a dar mi teléfono. Entonces Abdou me llamó y como era albañil le dije que viniera a hacer una prueba. Vi que trabajaba muy bien y le dije que trabajáramos juntos. Estuvo trabajando casi dos años conmigo, hasta que yo entré primero a España”, apunta su amigo.

En Marruecos, las condiciones de vida de las personas migrantes están llenas de dificultades. Según alertan las organizaciones humanitarias, en el país se persigue, se tortura y se abandona en las fronteras desérticas cercanas a Argelia a cientos de personas que esperan cruzar el Atlántico, el estrecho de Gibraltar o las vallas de Ceuta y Melilla. El caso de Abdou no fue diferente: “Abdou tuvo muchas dificultades en Marruecos porque intentó llegar a España por el mar. La policía lo capturaba y le hacía mucho daño. Estaba sufriendo en Marruecos, por la gente y por la policía, que hizo cosas muy malas con él”, se lamenta Mbaye. Abdou fue uno de los jóvenes que cruzó la frontera entre Castillejos y Ceuta en 2021 y devuelto en caliente por las autoridades.

Finalmente logró entrar a España. Lo hizo por Lanzarote. “Él me contaba que, cuando entró, las personas de Cruz Roja estaban felices porque lo reconocieron”, cuenta Mbaye. La llegada a España, después de tantos años de espera, borró en un primer momento las malas experiencias vividas en Marruecos: “Cuando él entró a España dijo que se sentía muy fuerte y que se sentía muy bien de salud. Estaba muy feliz y muy contento”. Con Mbaye instalado ya en Málaga, Abdou sintió que él sería su punto de apoyo para comenzar una nueva etapa en España.

“Él era seguidor del Barcelona y yo del Madrid, y siempre teníamos un pique. Si tú lo ves, sabías que Abdou era muy buena persona, hacía muchas bromas y sobre todo, quería que todo el mundo estuviera bien. Tenía muy buen corazón”, cuenta Mbaye. A finales de 2024, ya había comenzado a trabajar de albañil. Como miles de migrantes que han llegado a España, Abdou trabajaba sin contrato. Como marca la ley, debía esperar mínimo dos años para regularizar su situación: “Él me decía que lo único que quería era tener los papeles, ayudar a su mujer y a su hija pequeña. Ayudar a las personas, ya fueran malas o buenas. Abdou tenía muy buen corazón”, rememora su amigo.

Abdou Ngom no solo mostró al mundo la cara más humana de la migración, también fue símbolo de la parte más cruda de las políticas migratorias españolas. Con la ayuda de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) denunció a España ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por su devolución en caliente.

La repatriación del cuerpo

Amath conoció a Abdou en Lanzarote, donde estuvieron juntos dos meses y medio. Los dos llegaron a la isla desde Marruecos, aunque en pateras separadas, y compartían profesión, ya que habían trabajado siempre en la construcción. “Cuando llegó a España él estaba feliz, porque había pasado ocho años en Marruecos, y para personas como nosotros estar en Marruecos es como estar en una cárcel”, dice a este periódico. Sus caminos se separaron ya en la Península, cuando Amath se quedó en Barcelona y Abdou se fue a Málaga.

Aunque Abdou murió un martes, Amath recibió la noticia el viernes: “Ahora yo estoy muy triste, muy triste, igual que todos los senegaleses que conocimos en Lanzarote”, afirma. El senegalés cuenta que, ahora, la principal preocupación de su entorno es encontrar la forma de repatriar el cuerpo de Abdou hacia su país de origen. “Cuesta unos 4.000 euros, pero ahora todos los amigos de Abdou estamos en un centro de acogida y no podemos trabajar”, lamenta. Este jueves, Cruz Roja ha confirmado a esta redacción que está en contacto con la familia para cubrir sus necesidades con respecto a la repatriación.