LANZAROTE ARQUEOLÓGICA, ANTES Y DESPUÉS DE LA CONQUISTA /2
El enigma de los canales de Guatisea

Espectacular conjunto de doce canales; algunos tienen una longitud superior a catorce metros. Esta manifestación rupestre es exclusiva de Lanzarote

Luis Socorro

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Estaciones de canales y cazoletas hay centenares en las islas colonizadas por los norteafricanos que arribaron a Canarias durante los primeros siglos de la era común. Lo que es una rareza son los conjuntos de canales perfilados, algunos de hasta dieciséis metros de longitud, que los indígenas labraron sobre las laderas volcánicas de varias montañas de Lanzarote. Hemos visitado los de Guatisea, salpicados entre cazoletas y canalillos a lo largo de una de las caras del volcán. ¿Por qué los majos o majoreros –gentilicio de los guanches de Fuerteventura y Lanzarote- construyeron estas estructuras? De la mano de María Antonia Perera, la arqueóloga que ha investigado estas manifestaciones aborígenes en profundidad, intentaremos descifrar el enigma de los canales de Guatisea. A pesar de la singularidad y originalidad del conjunto, no está declarado BIC, aunque hace doce años se elaboró un informe precisamente para ello.

La primera referencia de estos vestigios prehistóricos data de hace tan solo veinte años. En 2003, la empresa Tibicena los documenta para la elaboración de la carta arqueológica del municipio de San Bartolomé. Ocho años después, en las XV Jornadas de Estudio sobre Fuerteventura y Lanzarote, Moisés Tejera Tejera, geógrafo del Cabildo de Lanzarote, y María Antonia Perera presentaron un exhaustivo trabajo sobre las manifestaciones rupestres de la Montaña de Guatisea. Hoy, cuatro lustros después de que Tibicena pusiera en el mapa este sorprendente legado de los majos, Nona Perera considera que la hipótesis más viable es que estamos ante “un conjunto ceremonial que fue construido para pedir agua”. 

Lo que nadie discute es que el agua está unida a esta montaña, antes y después de la Conquista. Hace 96 años, se promovió la construcción de una serie de depósitos, horadados en el interior de la montaña, para almacenar el agua de la lluvia; para recogerla, se construyó un canal descendente de varios centenares de metros de longitud que circunvala una parte considerable de la ladera de la montaña. El agua cae a esta gran acequia de un metro aproximado de profundidad y al final del recorrido se almacena en los seis depósitos construidos, unos aljibes con más de cuarenta metros de longitud y cinco de profundidad.

Este bien etnográfico ahora está en desuso, porque las potabilizadoras de agua de mar han resuelto el suministro de abasto para la población lanzaroteña y los miles de turistas que visitan la isla más septentrional de Canarias. Pero en la época de los majos, el agua dependía del cielo. Y no siempre llovía con regularidad, a pesar de que hace 1.800 años las condiciones climáticas eran mejores que en la actualidad.

Lo primero que intentó descifrar la arqueóloga Nona Perera fue la funcionalidad de los canalones, si los grupos de canales paralelos de los aborígenes se construyeron con la finalidad de encauzar el agua pluvial. Perera nos contó, cuando visitamos Guatisea este mes con nuestros guías Marcial y Julián, dos amantes del legado indígena que conocen al detalle la huella de los majos, que esa primera hipótesis fue desestimada.

“Hemos recorrido la montaña en días de lluvia intensa y comprobamos que el agua fluye por todos los sitios de la ladera, no corre más por los canales”. Esta especialista cree que los primeros pobladores de la Isla “se inspiraron en las escorrentías que se forman en la montaña cuando llueve con fuerza para labrar los canales en la toba volcánica”. Lo que sí ha encontrado Perera es la piedra con la que los majos labraron la montaña para construir estos singulares canales; también las vetas minerales de las que se extrajeron esas herramientas líticas.

¿Finalidad astronómica?

Está claro que no tienen la funcionalidad de encauzar el agua pluvial. ¿Tendrán una finalidad astronómica? Para responder a esta cuestión, durante muchos meses, incluso años, Perera investigó las montañas centrales de Lanzarote con la máxima autoridad en Canarias en arqueoastronomía -también a nivel nacional-, el astrofísico Juan Antonio Belmonte,  astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

“Las investigaciones”, aclara Nona Perera, “no han dado resultado”. En una de las montañas, “los canales están orientados al solsticio de verano, pero como los demás no lo están, desechamos esa hipótesis”. Belmonte y la historiadora consideran “casual la orientación” de los canales de Tenésara. “Medimos todas las montañas con los solsticios y equinoccios, pero no dieron resultados”.

En consecuencia, si no se trata de yacimientos astronómicos ni fueron construidos para recoger la lluvia, ¿qué significado tienen, por qué se construyeron? “Para nosotros”, según ha declarado Perera a este periódico, “la interpretación que más nos encaja es el uso de la magia simpática relacionada con la lluvia”. Al tratarse de una isla árida, “es una especie de llamada para implorar la llegada de la lluvia”.

Para explicar qué es la magia simpática, la arqueóloga recuerda las manifestaciones rupestres del paleolítico superior: “Cuando los habitantes reproducían lo que deseaban que sucediera, así se pintaba un ciervo y a una persona cazando porque ese era el deseo”. Los canales de Lanzarote se construyen porque “se deseaba que lloviera y que el agua corriese por ellos”.

¿Por qué en Guatisea? “No es un caso aislado”, aclara Perera: “Las montañas centrales tienen este tipo de construcciones, pero en Guatisea, cerca de la cresta, hay unas piedras que sirvieron para tallar y pulimentar los canales”. En este antiguo volcán hay varios conjuntos, “el más grande tiene doce canales”, mientras que el de mayor longitud es de 16 metros, con un ancho medio de 30 centímetros. Montaña Mina, por ejemplo, tiene 99 canales.

Los canales de Guatisea, como en otros conos volcánicos, “se combinan con manifestaciones rupestres, principalmente cazoletas, canalillos y peldaños”, sostiene Nona Perera. En algunos casos, añade, “se conectan unas con otras y podríamos calificar los conjuntos de almogaranes”,  –especie de templos o santuarios, generalmente al aire libre, para orar o realizar rituales de fecundidad o para pedir lluvia-.

María Antonia Perera y el geógrafo Moisés Tejera Tejera son los autores del trabajo Las manifestaciones rupestres de Montaña Guatisea, elaborado en 2011. Se trata de una investigación realizada sobre estos singulares conjuntos de canales y abarca otras manifestaciones rupestres, principalmente estaciones de cazoletas y canalillos, pero también grabados alfabéticos e incluso de época histórica. El objetivo de ese trabajo fue “redactar una propuesta para iniciar el expediente de delimitación de Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Zona Arqueológica”. Doce años después, esta singular herencia prehispánica no es BIC. 

Perera y Tejera lograron inventariar un conjunto arqueológico con 56 yacimientos. En varios se aprecia claramente cómo los nativos limpiaron el terreno para que se quedara al descubierto una amplia superficie de toba, sobre la cual se labraron los canales y las cazoletas; también otros grabados.

Especialista en grabados alfabéticos, con las escrituras líbico-bereber y líbico-latina, los dos alfabetos que conocían los antiguos canarios (líbico-latino solo existe en Lanzarote y Fuerteventura), Perera certifica en su investigación un singular hallazgo: “Se trata de la primera vez que podemos plantear la existencia de inscripciones de signos líbicos-bereber que responden a un carácter monumental, que los singulariza de los formatos de ejecución extensamente documentados en el Archipiélago”.

El informe recoge grabados posteriores a la Conquista, concretamente, “tres unidades cruciformes o geométricas”. De ellos se desprende, según Perera, la reutilización de la ladera “con el propósito de cristianizar el lugar de manera simbólica o de contaminar el espacio con la carga de esta figura en la cultura cristina, tal como se ha constatado en otros yacimientos rupestres de las Islas Canarias”.

La cultura indígena de Lanzarote y Fuerteventura tiene puntos de conexión. La más evidente son las letras con caracteres latinos que sólo se han documentado en estas dos islas, frente al alfabeto líbico-bereber que existe en las siete islas que fueron pobladas cuando los romanos controlaban el norte de África. Sin embargo, manifestaciones rupestres como los canales de las montañas conejeras no hay en las majoreras.

Isidoro Hernández, conservador del Museo Arqueológico de Fuerteventura, afirma que hay numerosas estaciones de cazoletas y canales. “Hay una en la montaña de Tarife, en El Valle, con un canal más ancho de lo normal, pero es diferente a los canales de Guatisea”. La arqueóloga Rosa López, por su parte, nos habla de una manifestación rupestre con canales en la montaña de Escanfraga, en el municipio de La Oliva. Se plantea la hipótesis de que sirvieron para recoger agua, pero no se ha realizado ningún estudio al respecto.

A la espera de nuevas investigaciones, en la isla más septentrional del Archipiélago, arqueólogos e historiadores esperan que el Cabildo de Lanzarote mueva ficha para declarar BIC los yacimientos indígenas de Guatisea.

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