Varias ciudades marroquíes han vivido estos días una serie de protestas por parte de la población para reivindicar mejoras en la sanidad y la educación. Estas manifestaciones han estado protagonizadas por jóvenes, movilizados a través de las redes sociales y bajo el nombre de GenZ212 (generación Z por el grupo de edad al que pertenecen y 212 por el prefijo telefónico de Marruecos). Las fuerzas policiales marroquíes desplegaron fuertes dispositivos en algunas ciudades como Rabat y detuvieron a varios participantes, según ha informado la agencia EFE.
En Tánger, Rabat, Oujda o Casablanca cientos de jóvenes han salido a las calles para pedir un cambio en las condiciones de vida. Omar Naji, integrante de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), desgrana a este periódico que las principales reivindicaciones se centran en el sistema sanitario y educativo y en la disparidad social: “Muchos marroquíes no son bien tratados en los hospitales públicos, donde hay una privatización general”, cuenta. De hecho, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el país contaba en 2022 con una media de casi 8 médicos por 10.000 habitantes, cuando la media mundial se sitúa en 17,2 (España, por ejemplo tiene 43 médicos cada 10.000 habitantes). Naji nombra también la educación, “que es catastrófica, también con la privatización en el sector”. Y por último, los manifestantes hacen referencia a “la disparidad social que existe entre el pobre y el rico y entre las regiones de Marruecos”, detalla.
Varios hechos han ido acumulando el descontento de los jóvenes marroquíes hasta llegar a la explosión de rabia en las calles. Por una parte, el fallecimiento de ocho mujeres embarazadas en el hospital público de Agadir, el fallecimiento del padre uno de los líderes de las protestas que tuvieron lugar en 2016 en el norte de Marruecos mientras este cumple prisión y, por último, la construcción de los estadios que albergarán el Mundial de fútbol de 2030. Además, muchos jóvenes también denuncian la parálisis en la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto de 2023 en el norte del país. “La gente se cuestiona cómo Marruecos osa organizar el mundial cuando su población vive en la pobreza y la exclusión”, resalta Naji. Por ejemplo, el país está construyendo el que será el estadio de fútbol más grande del mundo, el Gran Estadio Hasán II de Casablanca con capacidad para 115.000 espectadores.
“Es lo que algunos llaman el Marruecos de las dos velocidades”, resume Irene Fernández Molina, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Exeter y miembro del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos (CEARC). Conviven por un lado, el Marruecos de las grandes infraestructuras, de grandes obras públicas y de proyectos modernos y, por otro, el del “subdesarrollo persistente y la degradación de los servicios públicos básicos, especialmente en las zonas rurales”, amplía Fernández Molina. Coincide en esta línea el catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Castilla La Mancha y presidente del CEARC, Miguel Hernando de Larramendi, quien detalla que los jóvenes ven que aunque el país ha llevado un proceso de modernización con la construcción de grandes obras, como el tren de alta velocidad o la ampliación del puerto de Casablanca, después, los servicios públicos se han ido deteriorando: “La generación Z se encuentra un poco al margen de una modernización por arriba, pero que no ha sido capaz de limitar las crecientes desigualdades que sufre el país”, subraya.
Las disparidades socioeconómicas que sufre el país se agudizan en los entornos rurales. “Tú ves Casablanca o Tánger, que son ciudades bien equipadas, pero Marruecos es otra cosa”, matiza Naji. Estas desigualdades se remontan a la época colonial de los protectorados franceses y españoles, tal y como revela Fernández: “Marruecos es un país que desde la época colonial se ha dividido entre los que algunos llamaban el Marruecos útil y el Marruecos inútil. Se consideró que el Marruecos útil eran las grandes ciudades de la franja costera, como Rabat o Casablanca; en cambio, el interior, las zonas más montañosas, el Atlas, el Rif son zonas que están muy abandonadas y en las que parece que se va entrando en un país completamente diferente, en otra época y en otra realidad”, explica.
Cuando migrar es la salida para muchos jóvenes marroquíes
Las movilizaciones que se han producido en los últimos días en Marruecos han sido lideradas por chicos y chicas jóvenes que se han organizado mediante las redes sociales, especialmente, por medio de Discord, una plataforma pensada para jugadores de videojuego, pero donde se pueden compartir mensajes de texto, audios e imágenes. Tal y como recuerda Hernando de Larramendi, se trata de la misma red que usaron los jóvenes en Nepal hace unas semanas para protestar contra el Gobierno. “En Discord, que es de los gamers, se crean como espacios autónomos donde se pueden debatir diferentes temas y que actúa muchas veces como espacio de coordinación”, apunta. También considera que se trata de un movimiento horizontal, con mensajes muy concretos y transversales “que pueden atraer a jóvenes y no jóvenes que compartan esa agenda”.
Esta franja de población que usa las redes sociales para movilizarse es especialmente relevante en el país. Fernández destaca que cerca de 9 millones de marroquíes tienen entre 15 y 29 años y que una cuarta parte no estudian ni trabajan, y “no por voluntad propia, sino por falta de oportunidades estructurales”. Y esta situación puede generar con el tiempo el deseo de querer migrar, por lo que puede darse “una conexión clara entre las condiciones estructurales a las que responde este movimiento de protesta y las que motivan a una parte de los jóvenes marroquíes a la inmigración”, indica Fernández. Para Naji también las condiciones de vida terminan impulsado a muchos jóvenes a migrar. Resalta como factor determinante un sistema educativo “fallido”, donde los jóvenes no estudian o reciben una mala calidad en la enseñanza. La OCDE en 2024 publicó un informe que revelaba que “los estudiantes marroquíes de 15 años se encontraban entre los de menor rendimiento entre los países participantes en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de 2018, muy por debajo del promedio de la OCDE y también de otros países de la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA)”. “Mucha gente no puede ir al colegio y esa es la migración de menores no acompañados que vemos después”, señala el activista. Añade, que la deficiencia de los recursos sanitarios también los anima a salir del país hacia otros lugares donde puedan recibir prestaciones básicas: “Ellos ven como los hospitales europeos están bien equipados y los pacientes son bien tratados”.
Muchos de los jóvenes marroquíes terminan cruzando a nado hasta Ceuta, saltando la valla del Melilla, cogiendo zódiacs hasta Andalucía o adentrándose en el Atlántico en la peligrosa ruta canaria. La población joven de este país representa un grueso importante entre los nacionales marroquíes que viven en España, de los cuales más 200.000, entre hombres y mujeres, tienen entre 20 y 34 años, según datos del INE. Ayoub (nombre ficticio) es uno de esos chicos que sirve como retrato de una juventud marroquí que no ve esperanzas en su país y decide buscar oportunidades fuera. Lo intentó con 20 años por el océano Atlántico y llegó en 2020 a Gran Canaria: “Comencé en Marruecos a trabajar con 14 años como mecánico cobrando muy poco. Después de cuatro años, trabajé dos años en un supermercado donde también cobraba muy poco. Además, solo descansaba medio día cada semana porque el tiempo que descansas no cobras. Había gente que no descansaba ni un día porque no podía permitirse reducir su sueldo”, recuerda. El joven añade que también le impulsó a salir la mala asistencia sanitaria, “solo te atienden si tienes dinero y allí somos muchos los pobres que no tenemos dinero”. Ahora trabaja y estudia en la capital grancanaria y visita cada año a su familia en Marruecos.
Las carencias a las que hace referencia Ayoub reflejan una problemática estructural que viene de atrás. Fernández recuerda en este sentido las protestas producidas en 2011 en el contexto de las primaveras árabes y especialmente las que tuvieron en 2016 en el norte del país, la conocida como el Hirak del Rif, movimiento “al que se le respondió con mano muy dura ,con la detención y la puesta en prisión de gran parte de los líderes”, señala. Ahora, de nuevo, algunos jóvenes han sido detenidos en el marco de estas nuevas protestas, quienes según la AMDH han sufrido “un trato muy violento por parte las autoridades marroquíes”, y reclama por ello su excarcelamiento: “Además, pedimos que se pueden manifestar con total libertad”, concluye Naji.