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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La solidaridad con y de Canarias

Pacientes y sanitarios del HUC reciben un sentido aplauso a las puertas del centro

Juan Manuel Bethencourt

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En Canarias tenemos un problema de enfoque. Nos hemos acostumbrado tanto a pedir la solidaridad ajena que corremos el riesgo de que alguien piense que es lo único que sabemos hacer. Peor aún, corremos el riesgo de pensarlo nosotros mismos. Nos pasa un poco como a España cuando acude a las negociaciones de la Unión Europea: el resultado es incierto pero se sabe de antemano qué papel juega cada cual, y el de España es siempre el de demandante de ayuda. Cuando corresponde asumir un papel más activo, como ocurrió en la crisis de los refugiados de la guerra siria en 2015, España siempre se pone de perfil. Pues a Canarias le ocurre lo mismo con el resto del territorio nacional. Con el argumento, que en modo alguno es una excusa, de nuestra lejanía y nuestra condición insular, consideramos que el único papel que se nos tiene reservado es el de receptores de la solidaridad procedente del resto del Estado. Esto es un error, y además es no entender una realidad bastante elemental: la solidaridad, como la lealtad es siempre una calle de doble sentido. De lo contrario es otra cosa: dependencia, chantaje, lo que sea, pero otra cosa.

Podemos considerarnos afortunados por el saldo en vidas de la crisis del coronavirus en nuestro territorio. Por supuesto que cualquier fallecimiento a consecuencia de la pandemia es una tragedia que hay que llorar como es debido. Pero sumamos un fin de semana sin muertes, y nuestra ratio es la mejor de las comunidades autónomas españolas tanto en víctimas como en personas infectadas. Nuestro personal sanitario lo ha pasado fatal y sigue ahí en primera línea del frente, pero el riesgo de colapso en el sistema ha quedado atrás. De hecho hemos comenzado a reenfocar nuestras prioridades, que en el momento presente son dos: primero, que se nos permita un desconfinamiento anticipado, recuperando de este modo cierto grado de normalidad al amparo de unas cifras que por fortuna son muy tranquilizadoras sobre la evolución de la pandemia en nuestro territorio (Tenerife sería la excepción en este panorama abiertamente optimista); segundo, presentar donde corresponda, básicamente ante el Gobierno central, un programa de ayuda específico centrado en los problemas que acecharán a la economía canaria en el día después de la pandemia, porque sabemos que aunque en el plano sanitario nos hemos visto auxiliados por nuestro tradicional adversario, el aislamiento, esta circunstancia se dará la vuelta a la hora de recuperar nuestro modelo productivo también tradicional, el turismo, que sabemos que tardará más tiempo en recuperar su espacio previo a la pandemia, y que incluso quizá ha cambiado para siempre.

De este modo, Canarias, sus instituciones, líderes políticos y agentes económicos sociales, con el respaldo de la población, plantea dos acciones: desconfinamiento a la carta y plan especial de recuperación económica. ¿Son planteamientos lógicos? Por supuesto. ¿Son oportunos en este momento? Pues según y cómo. Sería mejor acompañarlos con alguna propuesta que evidencie algo: que además de pedir sabemos ofrecer y hacerlo en el momento preciso. Por fortuna otros territorios no nos hacen demasiado caso, en parte porque están muy ocupados con una evolución de la pandemia que aún no les permite mirar mucho más allá de la pelea diaria por la supervivencia. ¿Nos hemos parado a pensar si precisarán de nuestra ayuda en algún momento, quizá cuando nuestros respiradores mecánicos ya no sean necesarios aquí porque felizmente hemos contenido la enfermedad? Es una pregunta que no tiene respuesta y que deja muy mal al sistema autonómico español en su conjunto, porque el auxilio entre regiones ha sido testimonial. El presidente de Galicia prestó a Madrid nueve respiradores y fue abroncado por la oposición en su comunidad. ¡A Madrid, justo en los días en los que los muertos en la capital se contaban por centenares! Dicho esto: ¿nos hemos parado a pensar desde Canarias si podemos hacer algo por Madrid, esa ciudad que nos acoge tan bien, destino vital y profesional para tantos isleños? ¿Algún auxilio posible para esa España vaciada, exponente peninsular de nuestras islas no capitalinas, escasas de recursos y superadas por una situación que golpea especialmente a las poblaciones más envejecidas? Quizá en este momento ya no podemos hacer nada relevante por ellos. Aunque también cabría decir: ¿les hemos preguntado? Sobre todo porque son los mismos a los que vamos a reclamar solidaridad.

Para salir adelante tras este desastre que nos retrotrae a la Guerra Civil vamos a necesitar toneladas de solidaridad. Pero deberá caminar en todas las direcciones, porque sin reciprocidad no hay progreso común. La Canarias que pide solidaridad, para ganar respaldo y respeto, debe ofrecer solidaridad y articular de un modo inteligente ese relato, el hecho de formar parte de un proyecto colectivo. Una España empobrecida es la peor noticia posible para Canarias. Nos lo debemos, por las veces en las que hemos apelado a la solidaridad de nuestros conciudadanos españoles, y por las que lo haremos en el futuro apelando a criterios ciertos, al hecho innegable de que la lejanía nos pone por lo general las cosas más difíciles, aunque no haya sido así en esta ocasión. Sabemos que 2020 es un año perdido para el turismo, que eso es un golpe mortal para Canarias y que necesitaremos mucha ayuda para salir adelante. ¿Que tal si ofrecemos algo en este momento que es más duro para otros? ¿Qué tal si nos ponemos a pensar un poco al respecto? Esa es la idea.

Y también nos lo debemos, porque los canarios no estamos genéticamente formateados para exigir a los demás sin ofrecer nada a cambio. Lo dice nuestra historia, incluso la reciente. Román Rodríguez lo vio claro cuando, siendo presidente, ofreció reposo en las Islas a los ciudadanos alemanes que perdieron sus hogares en las inundaciones del año 2002. ¿Es descabellado conceder un descanso vacacional a los sanitarios infectados por Covid-19 de toda España? ¿Lo es más que ofrecernos como escenario de los partidos de la Liga de fútbol que restan por disputarse? ¿Acaso no son nuestros sanitarios unos héroes que han arriesgado su vida, los veteranos maltrechos de esta guerra tan cruel, a los que aplaudimos todas las tardes desde el balcón? Por cierto, no son pocos, son 25.000 a día de hoy. Pero igual es un buen ejemplo, y un buen momento, para dejar claro que la solidaridad con Canarias es también la solidaridad de Canarias. Además, que son nuevos tiempos. Tiempos para cambiar discursos.

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