Entrar en Aezkoa es, literalmente, entrar en otro mundo. Los valles pirenaicos navarros tienen un algo especial que los diferencia de sus vecinos de Aragón o Cataluña. No tienen la monumentalidad natural que sus compañeros (avalados por las grandes alturas de la cordillera en su parte central), pero sí que tienen un aura distinta cargada por esta cultura ancestral vasca que convierte a la naturaleza en un personaje más de su fascinante mitología. Sumergirse en este rincón del país es hacer un viaje muy atrás en el tiempo y poder imaginarse aquella península salvaje en la que la ardilla podía ir de sur a norte sin tener que pisar el suelo. Este lugar es un museo en todos los sentidos: conserva uno de los bosques mixtos de robles, abetos y hayas más grande y frondoso de Europa y, también, es una de las ‘reservas’ más auténticas de las culturas ancestrales de esa Euskadi mágica que tanto nos atrae. Aquí no sólo se habla euskera: se habla un euskera con fuertes componentes locales que casi es un dialecto del propio vasco.
Dicen por aquí que todo lo que tiene nombre existe. Y en estas selvas y alturas hay muchos seres de leyenda con nombre. Como el Unaia, sin duda alguna el ser mitológico más importante de esta comarca con permiso de los grandes señores de las montañas (Basajaun y su mujer Basandere). Dicen que este Unaia a mitad de camino entre el hombre y el oso, fue el fruto de la relación entre una moza del lugar y un oso que la raptó. También dicen que este Unaia se convirtió en pastor y en un protector del ganado en aquellos tiempos de lobos… El lobo. Siempre el lobo.
El pueblo de Ochagavía es uno de los mejores lugares para acercarse a esta realidad verde que hace poco se ha integrado en el catálogo de las reservas de la Biosfera de la UNESCO. El topónimo de Ochagavía alude a dos palabras vascas: Otso, que significa lobo y Kavia, que significa nido. Literalmente el Nido de los Lobos. Este pueblo se sitúa en el Valle de Salazar a dos pasos de las primeras frondas de la selva y es la mejor opción para instalar el campamento base si quieres pasar un par de días por aquí. Este es el pueblo más grande de la comarca y también el que cuenta con un trazado de carácter monumental. La villa es lugar de importancia desde el siglo XII y algunas de sus casonas tradicionales tienen el pedigrí de los blasones de grandes familias de la zona. Aquí puedes ver un puente medieval, varias casonas con porte palaciego (Casa Fortiño; Palacio Urrutia; Casa Koleto y Casa Izeba) y la bonita San Juan Bautista (una iglesia rural del siglo XII). Subir hasta el Santuario de Muskilda.- Una de las ermitas románicas más bonitas de Navarra. Y el lugar es impresionante. Se puede ir en coche desde Ochagavía, pero si tienes tiempo y ganas no dudes en hacer el sendero que parte del pueblo y asciende hasta la ermita atravesando un bosque de cuento.
Camino a Irati.- Dicen que las primeras impresiones son las que realmente cuentan. Pues para conocer el entorno de Irati la mejor de las presentaciones las da el Mirador de Ariztokia (acceso por NA-2040). Aquí nos vamos a encontrar con el Río Irati en todo su esplendor con la posibilidad de añadir un toque de aventura pasando sobre las aguas a través del Puente Colgante de Aribe (ojo a este pequeño pueblo y su precioso puente medieval). Desde estas alturas puedes ver la grandiosidad del Robledal de Betelu, de los más importantes de su especie en toda Europa. Este bosque de robles quedó encapsulado entre las riberas del Irati gracias al difícil acceso de esta parte del valle. Los que saben de esto aseguran que el bosque es de los más antiguos del viejo continente y que ha permanecido casi intacto desde hace más de 7.000 años. Antaño relicto, hoy el Robledal de Betelu ha vuelto a desbordar sus límites de supervivencia y crece un poquito cada año gracias al empeño de las gentes del lugar. Es un paraje único que adelanta las maravillas que nos esperan en las tripas de Irati.
La selva se muestra con todo su esplendor al norte del pequeño pueblo de Orbaiceta (NA-2030). La cascada de Landagoien da paso a un pequeño tramo de río en el que se alternan las manchas de bosque y los prados. Son las últimas trazas de paisaje urbanizado antes de que los bosques se adueñen por completo del paraje. Justo en esta zona se encuentra uno de los hitos históricos de la selva: la Fábrica de Armas de Orbaiceta (NA-2023). Este lugar ya cumplió la función de armería desde la Edad Media, cuando los reyes de Navarra ordenaron la construcción de una herrería aprovechando la conjunción de la existencia de depósitos de hierro, la fuerza del agua para mover máquinas y la abundancia de madera para los hornos. En el siglo XVIII se creó una verdadera fábrica de carácter industrial que se convirtió en una de las más importantes del país. Hoy pueden verse las ruinas de aquella enorme factoría y un viejo palacete que se ha reconvertido en centro de interpretación.
El bosque es una de las grandes maravillas naturales de la Península Ibérica. El roble aquí ha perdido protagonismo en favor de la haya y el abeto. Pero aún así el resultado es un paraje de cuento. Los mejores lugares para disfrutar de Irati son el entorno de Orbiaceta y el Embalse de Irabia. Desde estos dos puntos salen multitud de senderos que van y vienen en todas las direcciones. Si nos preguntan por el que más nos gustó, sin duda alguna el circular de cinco kilómetros que parte del punto de información de Irabia y, de paso, subir hasta la Cascada del Cubo.
Piedras milenarias en la cima del Irati.- En las zonas más altas del espacio natural los bosques dan paso a los típicos prados pirenaicos. Aquí las alturas no sobrepasan los 1.500 metros sobre el nivel del mar aunque no estamos demasiado lejos de los primeros gigantes de los Valles Occidentales del Pirineo aragonés y ya pueden verse las primeras agujas en el horizonte. Estas cumbres son interesantes por guardar uno de los conjuntos de arte megalítico más singulares del norte peninsular. La concentración de viejos monumentos prehistóricos en Los Pirineos es notable y esta zona de la cordillera en Navarra no es una excepción. En los prados que sirven de frontera con Francia nos encontramos con dos cromlechs (círculos de piedra) y un dolmen (piedras verticales y horizontales). Subir hasta aquí merece la pena. Más allá de estas viejas piedras y algunas construcciones históricas más modernas, la belleza de estos prados alpinos amerita el paseo.
La Carretera del Roncal y los últimos valles navarros.- La comarca del Aezkoa culmina en los últimos valles orientales navarros previos a la ‘frontera’ con las tierras de Aragón. Aquí la cordillera pica hacia arriba y nos deja ver los primeros picos desnudos que indican alturas que ya se van acercando a las de los grandes picos pirenaicos. Estamos a dos pasos del Valle de Ansó, el primero de los grandes desfiladeros aragoneses (uno de los preciosos Valles Occidentales de la provincia de Huesca). Subimos hacia las alturas por la Carretera del Roncal (NA-137) en busca de un pequeño pueblo de montaña famoso por ser la cuna de uno de los mejores quesos de leche cruda de oveja del mundo. La puerta de entrada al último de los valles navarros es Burgi que nos ofrece una lección de arquitectura tradicional en su pequeño casco urbano (han restaurado una buena colección de viejos edificios e infraestructuras tradicionales como aserraderos, molinos o una interesante nevera medieval) y una de ciencias naturales en el paraje conocido como la Foz de Burgi, abismo en el que podemos ver una de las mayores buitreras del país.
Roncal ejerce de capital del valle. Y es villa de cierta importancia y forma parte de esa lista exclusiva de pueblos más bonitos de España. En Roncal nos encontramos con una iglesia a medio camino entre gótico y los primeros momentos del renacimiento (San Esteban), un conjunto urbano donde puedes ver varias casonas de arquitectura montañesa, los restos de un viejo castillo y hasta un cementerio señorial con obra de arte importante: el mausoleo de Julián Gayarre, un roncalés que llegó a ser de los mejores tenores de ópera de su generación (segunda mitad del siglo XIX). En el pueblo puedes visitar su casa natal que ha sido convertida en museo.
Isaba cierra el listado de pueblos del Valle del Roncal y sirve de puerta de entrada a los parajes de alta montaña del Río Belagua. Aunque el paisaje invita a seguir hacia arriba este pueblo es parada obligada al atesorar el que sin duda alguna es el gran monumento histórico artístico de toda la comarca: la Iglesia Fortaleza de San Cipriano. Mitad castillo, mitad templo. Desde aquí también parte uno de los senderos más famosos del oriente navarro: el que conduce hasta la Cascada de Belabartze aunque podemos hacer trampa y acceder a este paraje bellísimo dando un rodeo por carretera que nos acerca a los prados de alta montaña que sirven de frontera con Francia. Aquí se produce una de las ceremonias históricas más curiosas del país. Cada año los vecinos de la parte francesa pagan un tributo de tres vacas a los habitantes del Valle del Roncal como pago a una afrenta de guerras que ya nadie recuerda. La primera referencia escrita de este tributo data de inicios del siglo XIV aunque es muy anterior a esta fecha. Es el tratado en vigor más antiguo de Europa.
Fotos bajo Licencia CC: José María Vázquez; masia vilalta; ANDARA RUTAS; Txemari; Alberto del Val; Miguel Ángel García; Eider Palmou; Carmelo Peciña; José María Vázquez