Una guía de la Península de Pelión; Grecia tal como era

El Egeo se encuentra con Pelión en una sucesión de playas, cantiles y calas dónde el bosque llega hasta la orilla del mar. Ian Rees

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Dicen que la cima del Monte Pelión era la residencia de verano de los dioses griegos. Según parece, Zeus y toda la familia se trasladaban desde las alturas del Monte Olimpo hasta las cumbres del Pelión para pasar los meses estivales cerca de los bosques y las playas de este rincón apartado de la antigua Grecia clásica. Y aún en la moderna Grecia de autopistas, aeropuertos y turismo, muchas veces, desmedido, Pelión queda un poco a trasmano de todo. Esto tiene, como contrapartida positiva al problema del aislamiento y la lejanía, un plus de autenticidad que recuerda a las islas más remotas y menos explotadas del mar griego –aquí se rodaron buena parte de las escenas de la película Mamma Mía-. Pelión es un pequeño paraíso de montes cubiertos de bosques. Dicen que de aquí salió la madera para construir el Argo, el barco que a las órdenes de Jasón, partió hacia el Mar Negro y las alturas del Caucaso en busca del Vellocino de Oro. El propio Jasón fue educado por el sabio centauro Quirón en los alrededores del Pelión (también tuvo discípulos de la fama de Aquiles, Asclepio, Jenofonte o Eneas entre muchos otros).

Al sur de las alturas se extiende una estrecha franja de tierra que separa el Golfo de Pagasétiko del Mar Egeo. La Península de Pelión es un pequeño paraíso repleto de bosques casi vírgenes, playas y calas de ensueño y pequeños pueblos encantadores. Para muchos, este trozo intacto del territorio continental griego aún guarda las esencias más auténticas del país; hasta el punto de ser un destino hasta exclusivo para los que huyen de las aglomeraciones y buscan paisajes naturales y culturales aún intactos. La ciudad de Volos es la mejor puerta de entrada a Pelión.

QUE VER EN VOLOS .- Lo más importante para ver en Volos no está dentro de los límites de la ciudad: en 1955, un terremoto echó por tierra la mayor parte de los viejos edificios. Pese a que en torno a este puerto de mar, estratégicamente situado en lo más profundo del Golfo de Pagasétiko –o Volos-, se encuentran algunos de los restos arqueológicos más antiguos de toda Grecia (que ya es decir), la actual Volos es hasta anodina más allá de algunas iglesias y ermitas. Eso sí, tiene uno de los mejores y más antiguos museos arqueológicos del país (Athanasaki, 1; Tel: (+30) 24 210 25285) con impresionantes colecciones que abarcan desde el Neolítico a la época romana. Volos es una ciudad joven. Se fundó a mediados del XIX pero está rodeada de lugares con muchísima historia a cuestas: En Dimini hay una impresionante ciudadela amurallada de época neolítica –según la tradición aquí nació Jasón- y a apenas unos kilómetros del centro se pueden visitar las ruinas de Demetrias, antigua ciudad portuaria griega y, posteriormente, romana que fue abandonada en el siglo V. Para los amantes de la navegación queda una visita al Argos (Argonafton), réplica de una embarcación de la Edad del Bronce que se construyó siguiendo los dibujos en cerámica y restos de naves de la época.

LA GRECIA MÁS AUTÉNTICA .- Pero lo importante de Volos es que sirve de puerta de entrada a una región que guarda verdaderos tesoros que van mucho más allá de la apabullante belleza natural de los bosques que rodean al Monte Pelión. No hay que hacer muchos kilómetros para toparse, por ejemplo, con Makrinitsa, un precioso pueblo escalonado con grandes casonas tradicionales, viejas iglesias cubiertas de frescos y antiguos iconos y hasta dos museos (uno natural, otro dedicado al arte bizantino y el más interesante) o su vecina Portaria desde dónde sale la senda de los centauros que sube hasta la cima del Pelión. Otra opción a menos de media hora del centro de Volos es llegarse hasta Ano Lekhonia y tomar el Trenaki (trenecito) de Pelión, un minúsculo trenecito de vía estrecha –el trazado apenas supera los 20 kilómetros- que hasta hace poco era la única manera para ir hasta el pueblo montañés de Milee, otra delicia en la que uno quiere quedarse horas, horas y horas. El trayecto, que atraviesa un denso bosque mediterráneo que, a veces, se abre y deja ver un mar de un azul casi irreal, es sólo un anticipo de lo que nos espera a más de 700 metros de altitud. Acá arriba, en Mileé, se encuentra –en una plaza arbolada preciosa- la pequeña Agios Taxiarches, una iglesia modesta por fuera pero repleta de frescos del siglo XVI que adelantan los horrores del Juicio Final. Para reponerte del susto puedes sentarte en la terrazas de alguna de las tabernas del pueblo.

Los kalderimia son antiguas sendas empedradas que recorren casi todos los rincones de la región. Uno de los más transitados por los viajeros parte de Portaria y sube hasta los dominios de los centauros, allá en las alturas del Monte Pelión. Pero hay una inmensa red de senderos que comunican las 24 aldeas y pueblos que forman esta región:Vizitsa; Pinakates;Kala Nera; Milee; Pinakates; Tsagkarada (ver mapa)… Hay senderos para todos los gustos: algunos se internan en bosques que, según los antiguos, están plagados de ninfas (dicen que sienten preferencia por los saltos de agua). Otros, se pegan a la línea de costa y unen pequeñas calas de aguas turquesas

MAMMA MIA EN LA COSTA ESTE DE PELIÓN .- El Pelión mira hacia el Egeo a través de una costa muy recortada y rocosa que atesora grandes playas, pequeñas calas y cuevas submarinas. Quizás el tramo más salvaje es el que media entre Veneto y Chorefto. Las carreteras aquí se limitan a pequeñas pistas forestales y esos kalderimia excavados, literalmente, en las faldas de la montaña. El bosque llega hasta la misma orilla del mar creando parajes de gran belleza. Más al sur, los pequeños pueblos se suceden y aparecen algunas grandes playas como Agios Iovannis o Papa Nero. Muy cerca de aquí se encuentra Ntamouchari, un pequeño pueblecito encantador que se hizo famoso por servir de plató privilegiado para Mamma Mía. Imagínate lo que te vas a encontrar.

La gran diferencia con otras zonas del litoral griego es la tranquilidad (una paz que sólo se disfruta ya en las islas más alejadas de la vorágine turística. A Mylopótamos, por ejemplo, sólo puedes llegar en barco o tras un pesado tramo de escaleras. No es difícil llegar, pero pese a que es una de las calas más bonitas de la comarca casi nunca hay mucha gente. Una delicia. En un radio de pocos kilómetros de litoral se agolpan cuevas marinas alucinantes (Panagia Megalomata), calas increíbles (Fakistra, Damouchari,Limnionas, Labinou o la propia Mylopótamos), pueblecitos encantadores, iglesias, monasterios y hasta viejos castillos.

EL EXTREMO SUR DE LA PENÍNSULA Y LA ISLA DE PALEO TRIKERI .- Las últimas rampas del Monte Pelión mueren unos 30 kilómetros al sur de la cima y dan paso a un paisaje de colinas redondeadas en las se alternan los campos de cultivo y las manchas de bosque nativo. La inmensa mayoría de los viajeros que se acercan hasta este rincón de Grecia se queda en las inmediaciones de la gran montaña y no va más allá. Si vas en coche de alquiler merece la pena acercarse al extremo sur de la península (no dejes de hacer una parada en Ayia Kiriaki) y pasar a la isla dePaleo Trikeri; eso sí, deberás dejar el coche en el puerto de Alogoporos (si te resistes a no quedarte en su playa), porque en la isla no está permitida la circulación de vehículos a motor privados. La isla está cubierta de limoneros y olivos y más allá de playas y calas encantadoras (sobre todo en la costa norte), puedes visitar el Monasterio de Evangelistria y el propio pueblo de Paleo Trikeri.

Fotos bajo Licencia CC: George Garo; Robert Cutts; George Vasilopoulos; stefg74; Prince Roy; Ian Rees; Dave SnowdenDave Snowden

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