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Cambio de tercio

José Miguel González Hernández

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Cambia el destino hacia otro deporte. Es cierto que en otro equipo, en otra liga, e incluso en otra disciplina. Parece ser que se ha confiado en el trabajo realizado y, obviamente, se esperan resultados. Cuando la noticia se ha intuido, el equipo en el que estaba manifestó su alegría por la promoción, aunque también he de entender que tantos años defendiendo una camiseta deja un poso lo suficientemente importante como para dejar algún tipo de huella.

Para los adentros espero que el trabajo haya aportado soluciones, aunque seguro que alguna duda, también. Sobre el puesto en sí, da igual. Lo mismo habrá que hacer de cancerbero, enfundándose los guantes con el fin de evitar cualquier tipo de peligro en el área, que de killer, para que, desde que aparezca una oportunidad, por mínima que sea, se aproveche en forma de éxito.

También, claro está, puede actuar uno de mediocentro, organizando el juego y haciendo que el resto del equipo burle al contrincante de forma eficaz. De esta manera, se podrán coordinar todos los recursos disponibles, para que, a través de los procesos de planificación, organización, dirección y control, se llegue al objetivo establecido. Dicho objetivo no es otro que hacer que ocurran cosas, buenas, claro está, sabiendo dónde queremos llegar, proveyendo de liderazgo para la acción del grupo. Para eso hay que ejercer la planificación, organización, dirección y control, así como viabilizar las jugadas y satisfacer al resto de compañeros y al público asistente, del cual no podemos olvidarnos, puesto que ellos son los que han pagado la entrada y le debemos nuestra existencia.

Está claro que para jugar a varios deportes debes poseer no solo capacidad analítica, sino facilidad para el uso de técnicas y herramientas. Pero de nada sirve tener el mejor tejido transpirable ni el calzado técnicamente insuperable, o saber cabecear de forma individual o golpear el esférico con el empeine de forma infalible, si no se potencia la sensibilidad para trabajar de manera efectiva como miembro de un grupo y lograr la cooperación dentro del equipo.

En definitiva, hay que tener la capacidad para percibir al club como un todo, del primero al último. Solo así se podrán considerar los errores, propios y ajenos, como una oportunidad para aprender y mejorar.

Muchas personas se alegran por el cambio, incluso desde la esperanza. Otras analizan la decisión con lástima e, incluso, incredulidad, debido a que no se entiende cómo se abandona un aparente confort y se permuta por la alta exigencia de otro tipo de competición en primera línea, pero, cuando se decide un camino, no debemos arrepentirnos. Decidimos sobre expectativas e historia.

He de confesar que el miedo escénico y el vértigo que experimentas ante cualquier cambio son una certeza, pero el compromiso, la ilusión y, sobre todo, el trabajo le puede. Si no es ahora, ¿cuándo? ¿Cuándo el equipo vaya primero, a más de diez puntos del segundo, y te salgan los éxitos por las orejas? Ahí tendría una actitud oportunista, en la que el error se sepulta con la abundancia. Lo ideal es ahora. Cuando ves que puedes sumar. Es cuando tienes que dar temple a la jugada y confianza al entorno, cuando ves que el miedo atenaza las decisiones y aquel pase largo cambiando el juego de banda o bien te sale un fuerte pelotazo y sacas el balón a la calle o bien se te queda la pierna chiquita y el pase corto por un miedo atroz a fallar.

Estoy seguro que, a partir de ahora, cada partido será una final, pero, como le gusta decir a muchos entrenadores, las finales no se juegan, las finales se ganan.

José Miguel González Hernández

Economista

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