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Practicar la osadía

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José Miguel González Hernández

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El mal-hacer se debe a la mente… ¿Si la mente se transforma, el mal-hacer puede permanecer? Debemos cambiar la manera de pensar acerca de las cosas o situaciones para que mejoren. Si nuestro pensamiento cambia en el proceso, también lo harán nuestras vidas.

Buda

En el mar hay muchos peces. Algunos grandes, otros pequeños; algunos mansos, otros voraces; algunos bellos, otros feos… pero lo cierto es que deben convivir, en más o menos armonía, entendiendo que el límite de una parte acaba en la libertad de la otra. Pero vivir en sociedad no es sencillo, aunque sí posible, tal y como se ha demostrado a lo largo y ancho de la historia. Entonces, ¿se puede arreglar un problema sin generar un conflicto? Se supone que sí porque, en caso contrario, debíamos repensarnos los efectos secundarios a la hora de plantear un procedimiento o propuesta de solución.

Es cierto que las causas no justifican los actos, y mucho menos los disculpa, pero puede ser útil y resolutivo eliminar de nuestras actuaciones y pensamientos lo que la contaminación tóxica pretende que veamos. Por ello, asumiendo que el sufrimiento experimentado por el esfuerzo se ubica en nuestro día a día, más allá de verse como algo útil e incluso imprescindible que nos da sentido a nuestra vida, debemos detectar dónde, quién y cuándo ha sembrado la semilla de la negatividad que, con el tiempo, han crecido y fortalecido.

Teniendo en cuenta estas reflexiones cercanas a la filosofía del comportamiento, aprovechemos cualquier momento para reorganizarnos y así poder volver a ordenar nuestras prioridades. De esa forma, se protocolizarían nuestros actos y sabríamos reaccionar de una forma más óptima frente a las mil y una vicisitudes que se nos va a colocar enfrente. Sería bueno comenzar por detectar qué hábitos no solo no nos son útiles, sino cuáles nos perjudican.

Es fácil acceder y provocar nuestra propia desmotivación si nos colocamos expectativas poco realistas en relación con los medios y tiempo que nos hemos dado como plazo para alcanzarlas. Aquí el remedio es rápido y sencillo, aplicando únicamente la honestidad, percibiendo al entorno tal y como es, sin que por ello debamos estar constantemente juzgándolo. Tampoco asumirlo, pero sí superarlo.

No se pretende dar lección alguna de comportamiento, ni de configurar una acción motivacional y menos en competencias transversales no adscritas directamente a disciplinas formativas cuantitativas, sino, con el fin de configurarnos como personas y organizaciones más potentes y competitivas, sobreponiéndonos al posible miedo limitante e incluso pensando que es imposible lo que tenemos en nuestro planteamiento, practiquemos la osadía, sin dejar perder de vista que la pérdida de la cómoda rutina genera ansiedad y vacío, teniendo claro que el dolor tal vez sea inevitable, pero el sufrimiento es una opción voluntaria. Feliz verano.

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