“Cuarto Milenio” o el timo de la estampita
El timo de la estampita, que es para mí el rey de los timos, se basa en que a la víctima se le hacen ver billetes reales en la superficie de una caja que, por debajo, sólo contiene papel de periódico. Los billetes auténticos actúan de señuelo, contagiando de realidad o verosimilitud, por contigüidad o yuxtaposición a los falsos billetes que hay debajo. El cerebro humano está hecho de manera que siempre tiende a completar lo que falta, independientemente de que sea real o no: cuando vemos la punta del iceberg nos imaginamos la ingente masa de hielo sumergida en la aguas, aunque ninguno de nosotros haya visto nunca un iceberg completo. Ésta es la técnica preferida para confundir al telespectador del programa “Cuarto Milenio”, que se emite en Cuatro los domingos por la noche. Tras exponer hechos más o menos ciertos, como que existen calamares de gran tamaño en las profundidades abisales del océano, el presentador muestra, sin solución de continuidad, montajes fotográficos, aún más burdos que el Christmas de la Casa Real, con misteriosas caras incrustadas por arte de magia en la emulsión. La mente tiende a pensar, igual que cuando ve los billetes de la estampita: si lo de antes era verídico, esto, que va pegado a lo otro y me lo cuenta el mismo periodista, tiene que ser auténtico también. El programa, que intenta acercarse a lo misterioso y a lo paranormal con un criterio supuestamente periodístico, progresa a buen ritmo televisivo, pero está plagado de chapuzas e inexactitudes: el director del espacio, un aprendiz de Jiménez del Oso barbilampiño y con melenita, habla del cadáver de una pobre muchacha congelado en nitrógeno líquido y dice que la chica está suspendida, como si estuviera aún viva pero hibernada, como los científicos de “2001 Odisea del Espacio”. En vez de aportar datos elementales, que están hasta en la wikipedia, sobre por qué no es factible resucitar un cadáver y de los daños que el propio nitrógeno líquido ocasiona a los tejidos cerebrales se lanza a decir que también Internet parecía imposible hace unos años y sin embargo, ahí está. El médico que se lleva al plató le dice que no hay la menor base científica para pensar que los cadáveres criogenizados sean resucitables y, como al periodista le fastidia la respuesta, se lanza a preguntarle sobre la ozonoterapia, que sí es una realidad científica, pero que no guarda la menor relación con el tema anterior, entre otras cosas porque los pacientes están vivos y coleando. De nuevo se busca, con la técnica de la estampita, que los indefensos telespectadores piensen: si la ozonoterapia es posible, ¿por qué no va a serlo la reanimación de un fiambre, que iba pegado a esto, como los billetes buenos van pegados a los recortes de periódico en el timo de marras? Es oportuno recordar que Juan Luis Cebrián, uno de los máximos responsables de Cuatro, se ha cansado de predicar en todos los foros contra Sardá y la telebasura en la que se revolcaba el catalán noche tras noche. ¿Es que un programa que alienta a la gente a creer en las psicofonías y en la resurrección de los muertos es menos deleznable?