Isla Floreana: balleneros, tortugas y piratas

Tortuga gigante en el Corral del Asilo de la Paz (Isla Floreana).

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Floreana es una de las más gratas sorpresas de un viaje a las Islas Galápagos. Aunque en la actualidad apenas es visitada por los viajeros que acuden al Archipiélago, este pequeño peñasco de apenas 173 kilómetros cuadrados atesora una de las historias más interesantes y curiosas de esta parte del Océano Pacífico. La abundancia de fuentes de agua potable en torno al Cerro Pajas posibilitó que el lugar se convirtiera, desde el siglo XVII, en un refugio recurrente de navegantes de toda reputación y primera de las islas en contar con un núcleo de población estable desde los inicios del XIX. El auge de la actividad ballenera convirtió el lugar en parada y posta de los barcos que se internaban en las regiones ecuatoriales en busca de ballenas. Entre los visitantes ilustres de aquella época se encuentra el Essex, barco ballenero de Nantucket, que se hizo célebre al ser hundido intencionalmente por una ballena dando origen al mito que inspiraría la inmortal Moby Dick de Herman Melville.

Precisamente, un marinero del Essex provocó en 1819 un incendio forestal de proporciones catastróficas que supuso el declive definitivo de las poblaciones de tortuga terrestre que se extinguieron poco después debido a la caza incontrolada por parte de las tripulaciones que hacían escala en el lugar. Hoy, Floreana (o Santa María) es uno de los escenarios privilegiados para la reintroducción de esta especie gracias al trabajo conjunto de biólogos y genetistas que han encontrado descendientes de aquellas tortugas floreanas en otras islas. El pequeño pueblo de Puerto Velasco, con sus 150 habitantes, ofrece la posibilidad de pasar una noche en el lugar (algo más que recomendable), aunque la inmensa mayoría de los viajeros y viajeras que llegan hasta aquí lo hacen en excursiones de una jornada desde Puerto Ayora.

La única manera de viajar hasta Floreana , ya sea a través de una excursión de jornada completa o de manera independiente, es en barco desde Puerto Ayora. La travesía dura dos horas y media y el precio en noviembre de 2015 era de unos 40 euros; hay una única salida al día a las 7.00 horas con regreso hacia la isla de Santa Cruz a las 15.00. La puerta de entrada a la isla es Puerto Velasco Ibarra, apenas un par de calles en las que viven las 150 personas que habitan de manera permanente la isla. Playa Negra, que atestigua el origen volcánico de la isla, nos regala las típicas postales de los puertos galapaguinos: lobos marinos tomando el sol, iguanas, cangrejos de intenso color rojo y algunos pingüinos que tienen aquí una pequeña colonia. Un par de restaurantes y varias cabañas para el turismo completan la limitada oferta turística de la isla. Por eso es fundamental reservar con antelación si quieres pasar aquí la noche, algo más que recomendable (Floreana Lava Lodge y Wittmer Lodge).

En busca de la Cueva de los Piratas

Una única carretera de tierra (ripio) comunica la única población de la isla con la zona de Cerro Pajas, un volcán extinto que alcanza los 640 metros de altura y que supone la cúspide de la isla. Como sucede en otros territorios galapaguinos, la altitud supone un cambio drástico en el paisaje. La zona central de la isla está dominada por bosques húmedos. No es de extrañar que aquí, debido a la abundancia de fuentes de agua, se establecieran los primeros colonos. El Asilo de la Paz es un conjunto de campos de cultivo y antiguas casas rupestres excavadas en la toba volcánica situados a unos ocho kilómetros de Puerto Velasco. En este lugar se encuentra la Cueva del Pirata, lugar que según la tradición local servía de refugio a las tripulaciones que recalaban en la isla. Junto a las cuevas hay una curiosa cara esculpida en la roca que los locales aseguran marca la tumba de algún pirata famoso. También en el lugar hay un centro de cría de tortugas conocido como ‘El Corral’ en el que se pueden ver algunos ejemplares.

Otro punto de interés en la zona central de la isla es el Cerro Alieri. Un circuito de poco más de dos horas de recorrido a pie permite descubrir los secretos del exuberante bosque húmedo floreano en el que se cuentan más de medio centenar de especies arbóreas de las que más de la mitad son endemismos insulares. Aquí se encuentra la mayor concentración de Scalesia pedunculata, un árbol galapaguino en alto riesgo de extinción. Según las autoridades del Parque Nacional de Galápagos apenas queda una veintena de ejemplares.

La Bahía del Correo es otro de los sitios de obligada visita en Floreana (acceso en taxi acuático desde Puerto Velasco Ibarra o a través de sendero de ocho kilómetros desde Cerro Alieri). La primera referencia escrita de este lugar data de finales del siglo XVIII. A mediados de ese siglo, alguna tripulación colocó aquí un tonel protegido del agua de la lluvia que funcionó como buzón de correos hasta principios del XX. La bahía también presume de tener una de las mejores playas de la isla donde es frecuente ver tortugas marinas. Un sendero que parte desde la ‘oficina de correos’ conduce a ‘La Cueva’, un tubo volcánico que puede explorarse en su primer tramo.

Otros lugares de interés de la zona son el Mirador de la Baronesa, una atalaya situada en la vecina Bahía de la Hoya y, algo más al norte la Punta Cormoranes, que al igual que los dos lugares anteriores sólo son accesibles por barco. En la zona hay una laguna frecuentada por flamencos y una de las mejores playas para la práctica del snorkeling de Galápagos. En la costa norte se concentran, además, las zonas permitidas para la práctica del buceo en sus variantes de superficie o snorkeling (Corona del Diablo; Islote Champion e Islote Enderby) y profundidad.

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