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Francisco Pomares

Las Palmas de Gran Canaria —

Me tiene desconcertado el proceso electoral interno en el que andan metidos los de Podemos. Por un lado, están eligiendo las direcciones locales y regionales, y por otro, los candidatos, que en muchos casos no son de Podemos, sino de otras candidaturas de unidad. En fin, que una miríada de personas poco conocidas, con escasa trayectoria pública (eso parece más una ventaja que un defecto en estos tiempos tan convulsos) han irrumpido con fuerza en los medios de comunicación vendiendo sus proyectos e insistiendo recurrentemente en dos elementos definidores: el primero es que Podemos supone la renovación de la política española y el segundo que Podemos es el más democrático de los partidos existentes.

En los procesos internos, los partidos suelen hablar más de ellos mismos que de los problemas y necesidades de los ciudadanos. Sería injusto censurar a Podemos por dedicar hoy todo su esfuerzo a organizarse. Sin organización y sin estructuras es difícil participar en la vida pública. Podemos quiere incorporar mecanismos de democracia directa y sistemas de control basado en las tecnologías de la información, y eso es muy novedoso y no está exento de problemas, no sólo prácticos, también de orden moral y político… pero sin duda, se trata de una renovación, en las formas y ojalá que llegue a serlo también en el fondo, aunque la batería dialéctica de Podemos se ha dirigido más a la crítica de los otros partidos y del sistema surgido de la Constitución del 78 que a presentar propuestas de actuación. Habrá que esperar a verlos gobernar allí donde logren mayorías o se incorporen a las existentes, para saber hasta que punto lo de la renovación va en serio. Porque renovar la política es gobernar de otra forma. Y de momento, lo que mejor hace Podemos es sumarse a la demolición de este sistema, iniciada de manera suicida por los dos grandes partidos nacionales cuando decidieron que todo valía para llegar al poder y mantenerse en él.

En cuanto a que Podemos es el más democrático de los partidos españoles, yo no me lo creo. De hecho, practican una suerte de centralismo comunista, un leninismo 3.0, en el que lo que diferencia a sus círculos de los soviets es que en los círculos los obreros y campesinos ni están ni se les espera. Pero lo que más me rechina de estas broncas entre Claro que Podemos, Somos Podemos, y Podemos decubito supino es que la mejor identificación de uno de esos subgrupos que aspiran a mandar o un miembro de Podemos que quiere subir en el escalafón sea reclamar de forma explícita que cuenta con el aval del jefe Pablo Iglesias. Uf. Me suena tan antiguo que da miedo.

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