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Titulares triunfalistas y pestilentes

Carlos Castañosa

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Rajoy presume en China de la fortaleza económica de España

Seguramente es necesario un discurso político de medias verdades cuando se trata de hacer amigos fuera de casa.

Nuestro presidente, al parecer, se ha despachado a gusto proclamando la maravilla de su gestión, mediante la que ha conseguido sacar a este pobre país de una crisis bien resuelta a base de recortes en prestaciones sociales, sanidad, educación, cultura… De una terrible reforma laboral que se cargó el concepto de trabajo digno, salario digno… La caja de las pensiones, asaltada para rescatar inmundicias financieras y dejar a los jubilados indefensos ante un IPC resignadamente inalcanzable… Los autónomos. Las colas del paro. Las de los comedores sociales. Las PYMES. La pobreza infantil. La exclusión social. La economía sumergida bajo la picaresca habitual, injertada en nuestro ADN… son conceptos cuyos porcentajes y estadísticas se incrementan todos los años con una crueldad inhumana… aunque “ya hayamos salido de la crisis”.

Es el grueso de la población: Una sociedad civil que no tuvo ninguna culpa del desastre que hace 10 años nos sumió en la miseria más abyecta. Los responsables fueron otros. Pero quienes tuvieron que pagarlo fueron ellos, los más vulnerables y fáciles de someter, sin capacidad de defensa ni posibilidad de amparo ante los poderes fácticos de las finanzas en connivencia con la política.

Jamás diría que el Sr. Presidente ha engañado a los chinos como eso… como a chinos, puesto que una parte de la verdad sí les ha contado. Pero no toda. Por lo que tampoco diré que las medias verdades son las peores mentiras. No obstante, aparte de paliar y pasar por alto el panorama negativo de la realidad masiva ya descrita, también se le olvidó citar las cifras de nuestra deuda pública, del déficit, o el PIB que, aunque boyante por encima de lo previsto, gracias en gran parte a la explotación laboral sistemática, es insuficiente para levantar cabeza, pues se nos mantendrá entrampados durante varias generaciones.

En cambio, se ha volcado con los beneficios empresariales para presumir de lo ricos que somos, y lo bueno que será para los chinos hacer negocios con nosotros, pues nos sobra pasta por todos los lados. Claro, que tampoco ha mentido del todo, porque es cierto que aquí hay gente rica; pero su número es mínimo en relación con el porcentaje poblacional, con un infamante reparto de riqueza, cuyas diferencias se acentúan cada año que pasa, aunque “ya hayamos salido de la crisis”.

Otros titulares, diferentes aunque también apestosos, justifican la indignación rezumada:

Los beneficios empresariales disparados, los salarios en caída libre

Y su entradilla:

El beneficio de las empresas del IBEX35 creció un 65,7%, los salarios un 1,06%. Así es la recuperación económica…

Cualquier ciudadano normal que haya tenido acceso al discurso presidencial debe sentir la indignación propia de la injusticia, del abuso de poder y el escarnio que supone tanto menosprecio. Pero sin duda, será aplaudido desde privilegiados foros minoritarios, como la OCDE. Aquel desde el que aclamaron por unanimidad a su entonces presidente, Díaz Ferrán, el día antes de entrar en la cárcel.

También parece un buen detalle de las autoridades chinas que nadie le preguntara por la corrupción, para que pudiera explicar que lo que ha salido hasta ahora es apenas la punta del iceberg; y que si se pudiera recuperar todo lo robado, se solucionaban de un plumazo todos los problemas de deuda pública; de déficit; no habría pobreza ni marginación ni hambre. Seríamos una primera potencia mundial. Quizá hubiese sido un buen argumento para demostrar que somos el país más rico del mundo, porque sobrevivimos a pesar tanta fechoría institucional.

Tal vez no se lo preguntaron para no ponerle en un aprieto, porque tendrían que explicarle cómo lo hacen ellos allí con los políticos corruptos.

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