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Los herbívoros introducidos en Canarias dañan la flora endémica

La revista Biological Conservation ha publicado recientemente un estudio sobre el efecto de los herbívoros introducidos en Canarias en la Caldera de Taburiente, desarrollado por investigadores de los departamentos de Biología Vegetal y de Parasitología, Ecología y Genética de la Universidad de La Laguna, así como el propio personal del parque nacional analizado. En él se revela que el pinar canario es un ecosistema “altamente perjudicado” por cabras, conejos y arruís, que empobrecen su sotobosque y someten a una fuerte presión a varias especies vegetales endémicas de Canarias.

Los investigadores se preguntan cómo era el pinar hace más de 2.000 años, antes de la introducción del primer herbívoro, y elucubran que probablemente habría presentado un sotobosque más denso y rico en especies vegetales como el escobón (Chamaecytisus proliferus), que posiblemente cubría amplias áreas del matorral asociado al pinar. Otras, como la garbancera canaria (Cicer canariense), actualmente en varias listas rojas y catálogos de especies amenazadas, posiblemente serían mucho más abundantes.

Este efecto dañino de los herbívoros introducidos podría hacerse extensivo a los otros ecosistemas insulares del archipiélago. Entre las cien especies amenazadas prioritarias de gestión en Canarias, el 60 por ciento son plantas afectadas por los animales herbívoros.

La situación en Canarias podría compararse a la de otras islas como Nueva Zelanda, Hawaii o Madeira, afectadas por la introducción y trasiego de especies foráneas que alteran y ponen en peligro su rica flora endémica.

El estudio ha consistido en la instalación de parcelas de exclusión de herbívoros, distribuidas por todo el parque, en las que se dispersaron semillas de varias especies endémicas. Cada parcela se subdividió en zonas de exclusión selectivas para cada herbívoro, además de una zona de libre acceso y otra de exclusión total.

En ellas se ha venido realizando un seguimiento del número y tamaño de plantas germinadas de cada especie, comparando cada zona con las demás. En algunas parcelas, la diferencia en número de plantas contabilizadas entre la zona de libre acceso y la de exclusión total de herbívoros llega a alcanzar la relación 1/100.

Plantear la necesidad de erradicar el arruí

Estos datos llevan a los investigadores a plantear la necesidad de erradicar el arruí de la Caldera de Taburiente y controlar aquellas otras especies difíciles de eliminar, como el conejo, tal como marcan las directrices que establece el Plan Rector de Uso y Gestión del parque nacional.

Para ello, los investigadores estiman urgente la colaboración y coordinación de los diferentes colectivos implicados, antes de que desaparezcan más especies, dañando irreversiblemente el patrimonio natural de Canarias.

La problemática social asociada a la erradicación, por los intereses encontrados que despierta entre el colectivo de cazadores y los conservacionistas, es una de las razones que explican el que aún se mantenga la población de arruís en la isla. Otra de las causas es que la población de estos animales excede el territorio del parque nacional, lo que haría necesario un consenso y la actuación conjunta y coordinada de diversas administraciones para poder adoptar estrategias eficientes de erradicación del arruí y conservación de la flora.

Ante esta situación, los investigadores consideran que es preciso articular medidas de emergencia, como controles periódicos de las poblaciones de herbívoros o de protección de las especies vegetales más sensibles y restringidas, que garanticen al menos su supervivencia, aunque como demuestra la experiencia de casos similares en otros lugares, la única medida verdaderamente eficaz sería la erradicación.

Este trabajo forma parte de la tesis doctoral que está desarrollando el biólogo Víctor Garzón Machado, del Departamento de Biología Vegetal de la ULL, y cuenta con un equipo de investigadores compuesto por Pedro L. Pérez de Paz, Marcelino del Arco Aguilar y Juana Mª González Mancebo, del mismo departamento; José Mª Fernández Palacios, del Departamento de Parasitología, Ecología y Genética de la ULL; y Ángel Palomares Martínez y Aurelio Acevedo Rodríguez, del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.

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