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“La investigación en semillas lleva retraso”

Algunas tribus africanas piensan que las estrellas son una semilla y que las semillas son una estrella. Algo así debe creer el ingeniero técnico agrícola, Jaime Gil González, un tinerfeño que desde hace dos décadas se ha dedicado a estudiar las particularidades de los granos tradicionales canarios sobre todo de la papa, la batata o el lino. Este estudioso ha conseguido que una docena de variedades que estaban a punto de desaparecer se encuentren hoy depositadas en tres bancos repartidos en La Palma, Tenerife y Gran Canaria, con lo que ha quedado garantizada su supervivencia. El método utilizado para descubrir estos tesoros genéticos ha sido una larga serie de entrevistas con los campesinos de avanzada edad. Así ha podido recopilar muchísima información sobre la diversidad de los cultivos y sistemas en las islas que luego ha plasmado en un amplio número de publicaciones. No obstante, se queja de que esta labor debía haberse iniciado, al menos, 20 años antes y por ello nunca se sabrá lo que se ha quedado por el camino. Desde hace algún tiempo reside en Lanzarote donde se centra en estudiar los usos de las hierbas.

-¿Cómo comenzó su trabajo?

-Pues fue dentro de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnico Agrícola de La Laguna que está integrada en el Centro de Investigaciones Científicas. Nuestro primer estudio se centró en la agricultura tradicional de la isla, sobre aspectos que parecían sencillos y que se han transmitido de forma oral, pero a los que los científicos no teníamos acceso y además se estaba perdiendo. Los hijos de los agricultores se dedicaban a otras actividades y no iban a continuar con este legado. Desde 1995 hemos seguido en esta línea aunque trabajando con otras instituciones y en las demás islas. Otra fase consistió en hacer lo posible para evitar que un gran número de cultivos se perdieran como vimos que estaba ocurriendo. Las semillas ya no se plantaban, estaban en manos de muy poca gente y por ello procedimos a la recolección de granos de papas y batatas. Hoy hay varios bancos de semillas que preservan ese material.

-¿Cuántas variedades pueden haber recuperado?

-Es difícil dar un número pero por ejemplo nos encontramos con que apenas dos o tres agricultores tenían semillas de cultivos como el lino que se utilizaba para tejer. También había variedades de papas en La Palma, El Hierro o Lanzarote que estaban a punto de desaparecer. Curiosamente, estas últimas semillas permanecían en manos de mujeres que las seguían cultivando de forma muy puntual. Hoy creemos que hemos garantizado su supervivencia. Luego estudiamos granos para animales como chícharos o lentejas pardas.

-Este material está guardado en bancos de semillas.

-Sí hay uno en Tenerife, otro en La Palma y luego en el Jardín Botánico Viera y Clavijo de Gran Canaria. Se secan, se limpian y después se conservan en cámaras donde pueden permanecer mucho tiempo. Entre batatas y papas hemos conseguido salvar una docena de variedades. Algunas batatas sobrevivían como hierbas en los alrededores de las huertas. Nosotros las recogimos y luego las estudiamos.

-¿Cuál ha sido el principal enemigo de estas especies hasta el punto de que incluso hayan estado a punto de desaparecer?

-Algunas son muy rústicas. Una batata de este tipo tarda hasta nueve meses en producir y claro hay otras más modernas de Venezuela o Cuba que igual brotan en tres meses. Sin embargo, las originales de las islas eran muy buenas de sabor, pero poco a poco se fueron abandonando a favor de las otras que crecían de forma más rápida. La suerte es que ahora ha surgido toda una cultura de cocineros que buscan nuevas texturas y sabores y se muestran interesados por estos productos. Sobre todo ocurre en La Palma con la batata o boniato, como allí los llaman.

-Supongo que será un enemigo radical de los productos transgénicos.

-La variedad que hay aquí en Canarias es tan grande que antes de hacer experimentos deberíamos tener estudiado nuestro potencial tradicional. No creo que nosotros necesitemos de ese tipo de pruebas.

-Me da la impresión de que los agricultores también buscarán los resultados y los beneficios rápidos.

-Sí, de hecho ha habido una sustitución de variedades, pero creemos que aunque hoy muchas de ellas no sean rentables no podemos permitirnos el lujo de perderlas. En La Palma existe el garbanzo colorado que en determinadas condiciones es muy productivo. Igual dentro de 40 años tenemos que plantar en tierras en donde esta variedad se da muy bien. Esa es nuestra filosofía; preservar lo que tenemos porque no sabemos lo que va a ocurrir en el futuro. De hecho, hasta ahora el tiempo nos ha dado la razón.

-Veo que el trabajo que han desarrollado se ha basado sobre todo en la realización de muchas entrevistas con agricultores ya mayores.

-Sí, ese fue un recurso básico que nos ha permitido ver como los conocimientos se van perdiendo y simplificando. Hace veinte años entrevistamos a un señor palmero de Mazo que conocía como quince o veinte variedades distintas de boniatos. Sin embargo, su hijo ya sólo recordaba la mitad. De ahí la importancia de entrevistar a toda esta gente mayor para que nos explicaran cómo plantar, técnicas o tipos de tierra. En La Palma a algunos campos de cultivos los llaman salón rojo, salón blanco o sangre de toro. Nos hemos visto frente a un conocimiento riquísimo y muy grande del territorio. Perder todo ese legado es grave.

-¿Pero han llegado a tiempo o se ha quedado ya mucho de todo este mundo por el camino?.

-Sin duda hemos llegamos con veinte años de retraso. Este tipo de trabajo tenía que haberse iniciado en la década de los setenta. Mucha de la gente a la que entrevistamos ya no estaba activa, incluso hablamos con algunos agricultores que permanecían en la cama por su edad tan avanzada. No sabemos lo que hemos perdido.

-¿Cuál sería el trabajo del que se siente más orgulloso?

-Tal vez el que hicimos con las papas, que fue el primero. Era un mundo que al principio nos resultó muy confuso pero que luego ha dado resultados porque la gente de Tenerife se siente ya muy identificada. Fue una labor muy humilde que era simplemente recoger los nombres de las distintas variedades por las medianías. La mayoría de las personas a las que entrevistamos ya han fallecido. Ellos sabían que aquel material era muy valioso que había variedades que resistían mejor la enfermedad o que tenían un sabor particular.

-¿Y cuántos nombres de papas podía haber en Tenerife?. Como resultado de aquel trabajo todavía hay carteles repartidos por los bares de la isla donde se informan sobre las distintas variedades.

-Nombres solos recogimos como unos ochenta que se corresponden a unas veinticinco variedades distintas. Eso es muy común. Tantos nombres nos creaba confusión, pero es interesante porque te da una información bastante rica. La misma hierba puede tener en una isla un nombre portugués, en otro castellano y en otro aborigen.

-Desde hace unos años han centrado su labor investigadora en Lanzarote.

-Sí, no sólo estudiamos los cultivos sino también las hierbas silvestres. Es muy interesante. Nos hemos encontrado con plantas medicinales, tóxicas, abortivas y algunas con doble uso. Igual servían para curar males de estómago pero también para abortar. Por ejemplo, en Canarias hemos estudiado alrededor de un centenar de especies silvestres que en algún momento sirvieron como alimento, a veces de forma regular y otras cuando había mucha hambre. Por ejemplo, está la rúcula, que hoy es muy conocida en los restaurantes y que en Lanzarote ha servido como alimento desde hace siglos. Junto con los botánicos Manolo Gil y Ricardo Mesa, y el arqueólogo Jacob Morales también hemos descrito una nueva especie para Lanzarote. Se trata de una leguminosa del género vicia, a la que hemos bautizado como vicia vulcanorum y que constituye un endemismo para la isla.

-¿Cree que la venta masiva de productos en hipermercados a precios muy económicos es uno de los principales enemigos de este tipo de variedades?

-Nosotros en casa apenas consumimos productos de grandes superficies. Aunque también hay que decir que en muchos casos están más controlados que los que se pueden encontrar en los mercadillos. Hablo a nivel de pesticidas, no de calidad gustativa. Los mercadillos son muy positivos pero debería haber un mayor control de los productos fitosanitarios.

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