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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Basta con un cabreado que no tema a Soria

Soria en una reunión del Comité Ejecutivo Regional del PP de Canarias (EFE/Ángel Medina G.).

Carlos Sosa

Ya sabemos otra cosa que no sabíamos de Miguel Cabrera Pérez-Camacho: lee a Blasco Ibáñez, un político republicano que tampoco se callaba la boca con facilidad. El histórico dirigente del PP tinerfeño estalló tras las elecciones autonómicas y locales en el primer Comité Regional del partido y cantó a Soria las 40 como hasta entonces nadie se había atrevido a hacer. Pérez-Camacho estaba en esa reunión casi de prestado porque en la confección de las listas electorales alguien decidió dejarlo fuera de los puestos de salida para el Parlamento de Canarias. Y al no ser parlamentario perdió el puesto de miembro nato que le correspondía. Desde que responsabilizó personalmente a Soria del desastre electoral en Canarias, a este abogado tinerfeño de muchos posibles no lo han vuelto a convocar más para que acuda a ese órgano del partido, del que venía formando parte las últimas dos décadas. Quizás por eso, por haber perdido la capacidad para hacer la crítica de puertas adentro, Pérez-Camacho ha dado el salto a las tribunas de opinión de los periódicos locales. Este miércoles publicó en El Día y en Canarias7 un durísimo artículo contra José Manuel Soria en el que lo compara con un emperador turco islámico descrito por el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, el Gran Mogol de la India del Norte. Al emperador se le rinde tributo con una liturgia muy concreta cada vez que se está en su presencia y se pretende comunicarle o pedirle algo. Fue la manera más sibilina que encontró Pérez-Camacho para delatar a sus compañeros de partido, los que opinan lo mismo que él pero no se atreven ni siquiera a insinuarlo por los conductos reglamentarios. No todos tienen la suerte de tener la independencia económica suficiente como para pasar la correspondiente travesía del desierto que se decreta en caso de discrepancias con el Gran Mogol.

Un escoramiento hacia Gran Canaria

La tesis que desarrolla Miguel Cabrera Pérez-Camacho en su artículo es que Soria ha desviado hacia Gran Canaria todo el poder del partido. Ya no sólo porque el mismísimo Gran Mogol sea de esa isla, sino porque la dirección del grupo parlamentario y el nuevo equipo de campaña recién designado (también a dedo) están conformados mayoritariamente por grancanarios y grancanarias. En Tenerife ha quedado una capitidisminuida Cristina Tavío como vicepresienta segunda del Parlamento, junto a un Manuel Domínguez, presidente insular, con escasa capacidad de maniobra y sin mando más allá de ser el jefe de la oposición en el Cabildo. Con este claro escoramiento hacia Gran Canaria, Soria parece querer volver a mandar el mensaje conciliador que tan bien le funcionó en la primera legislatura compartida con Paulino Rivero: nos dividimos el Archipiélago en dos, Coalición Canaria y sus ATIS con sus APIS, controlan lo divino y lo humano en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, mientras el PP hace lo propio en la de Las Palmas. Para fortalecer las intenciones, al frente del equipo pepero ha de colocarse a lo más flojo de la organización, tanto en las candidaturas como en la organización interna. De ahí los nombramientos tan ampliamente criticados dentro y fuera del PP por los pocos que se atreven a hacerlo.

Se marchará tras las generales

Aunque pudiera parecer lo contrario, Soria pretende sacar unos buenos resultados en las elecciones generales de noviembre. Con un equipo de campaña que deja bastante que desear en cuanto a su perfil técnico y político, a cuyo frente ha puesto a Felipe Afonso el Jaber, las pretensiones del Gran Mogol pasan por recuperar buena parte del electorado para, acto seguido, anunciar al mundo que no se presentará en 2016 a la reelección como presidente regional del PP. Se trata, simplemente, de no marcharse ahora con el agrio sabor de la derrota, dando la razón a quienes, como Miguel Cabrera Pérez-Camacho, opinan que debió dimitir el 25 de mayo, tras los catastróficos resultados cosechados, en gran parte atribuibles a él por unas listas impresentables y por una trayectoria de despropósitos que empezaron con los certificados de residencia y acabaron con las prospecciones de Repsol. Aunque ya se haya anticipado Afonso El Jaber a negar que estos fueran los motivos, lo que le obligó a echarle la culpa por elevación al PP nacional, es decir, al Gobierno de España y a Marianico. El caso es que Soria se va de la política canaria. Se quedará en el Gobierno o sus alrededores si el PP logra mantener el poder tras las generales; o en alguna multinacional por él beneficiada si gobiernan otros. Tras 20 años desde que se iniciara su carrera política, Soria se dispone a abandonarnos del todo. Lo echaremos de menos.

Hay más días que lentejas

Les ponemos al corriente de las últimas novedades en torno a la futura crisis que estallará en la ciudad de La Laguna a partir del viernes, cuando se constituya el ayuntamiento de la ciudad y el PSOE se vea obligado a sumar sus cinco concejales a los siete que tiene el candidato a la alcaldía por Coalición Canaria, José Alberto Díaz. A ver, siete y cinco son doce. Pero la Corporación la conforman 27 concejales, lo que significa que hay otros quince que no votarían al alcalde nacionalista. “Yo no he inventado la aritmética”, contesta airado el líder del PSOE lagunero, Javier Abreu, cuando se le pregunta por las distintas combinaciones posibles. Él y los suyos se limitarán a cumplir el mandato de Patricia Hernández de votar al candidato de CC. De lo que hagan los demás este viernes o en lo sucesivo, ni comenta nada Javier Abreu. “Hay más días que lentejas”, se limita a repetir en una clara alusión a la duración de cuatro años que suelen tener los mandatos municipales. Traducido al román paladino, y perdón por lo de Román, a Coalición se le puede estar cociendo a fuego lento una sorpresa que no tiene por qué saltar necesariamente el viernes y que no va a tener que ver con su socio forzado, el PSOE. Toda la oposición, la natural y la postiza, desea ver a los nacionalistas en la oposición y cada día con más motivos. Si el primero ha sido y sigue siendo el de acabar con una tiranía de 20 largos años, el segundo motivo que anima cada día más a los protestantes es el mal trato que está infligiendo CC a su socio del PSOE, al que no puede humillar más porque ya pasaríamos a la fase de la agresión física. Cuidado con la concejalía de Obras y con los papeles que debería estar custodiando hasta el día del juicio final.

La foto que ha soliviantado a los socialistas gomeros

El autor es desconocido, al menos para nosotros, aunque seguro que las personas que aparecen en la fotografía saben perfectamente quién es. Y, ya puestos, incluso las intenciones que abrigaba al disparar su dispositivo. Bastó que corriera por WhatsApp para que a los pocos minutos fuera un incendio en los grupos de usuarios formados por militantes y simpatizantes del PSOE, especialmente los gomeros. Tras una humillante derrota en la isla de manos de Casimiro Curbelo, apartado de las listas por su imputación en la operación Telaraña, los que permanecieron fieles a las siglas han tenido que soportar de todo, desde la acusación de haber hecho una sucia campaña con hojas volanderas y buzoneo y con acusaciones sin fin. Luego vino la nefasta negociación llevada a cabo por otro gomero del aparato socialista, Julio Cruz, que tendrá que conformarse con el premio de consolación que supone irse al Senado, en representación de la Comunidad Autónoma, acompañando a Mercedes Roldós y a Mari Mar Julios. Cerraron filas con Patricia Hernández y aguantaron el chaparrón como jabatos, por eso les duele que la candidata a vicepresidenta (al menos hasta noviembre) se deje fotografiar en actitud divertida con parte de su núcleo duro (Ana González, diputada por El Hierro; Marcos Hernández, diputado por Lanzarote, y Manuel Marcos Pérez, histórico palmero), junto a Casimiro Curbelo, cuyos tres escaños valdrán más en esta legislatura de lo que han valido los que históricamente ha obtenido por La Gomera. No podemos reproducir los comentarios de los dolidos socialistas gomeros. Que sean ellos los que los hagan llegar al nuevo PSOE.

Zaida González, Canción triste de Hill Street

Ni en sus mejores sueños se pudo imaginar nunca Zaida González que alcanzaría el poder. Lo hizo gracias a una de las habituales tretas barriobajeras de Coalición Canaria en Santa Cruz de Tenerife, que primero humilló a la número uno de la lista del PP, Cristina Tavío, y luego al socio natural del pacto, el PSOE, para terminar formando un gobierno de conveniencia que dará muchas alegrías a la prensa crítica del lugar. Tavío, por si no lo recuerdan, fue la cabeza de lista del PP al Ayuntamiento, pero el alcalde José Manuel Bermúdez puso a Soria la condición innegociable de su desplazamiento para solventar el pacto. Y así se hizo. Lo mejor ha venido después: convertida de ese modo tan sandunguero en la lideresa del PP en la capital tinerfeña, Zaida González ha terminado por creerse que en realidad los honores le correspondían por méritos propios. Y así anda conduciéndose estas primeras semanas de gloria. En su calidad de concejala de Seguridad Ciudadana reunió la semana pasada a los policías locales que estaban de servicio en la ciudad para soltarles un sermón que nadie en el cuerpo es capaz de comparar con nada ocurrido hasta entonces. El núcleo central de su intervención, que enseguida corrió como la pólvora por los bares y los bulevares de la ciudad, fue que con ella se acabó el cachondeo, que el PP al que ella representa “no es el PP de Ángel Llanos”, un concejal que lleva ya más de cuatro años fuera de la política. No quedó claro a qué nuevo PP se refería la señora concejala en vísperas de que entrara en vigor la Ley Mordaza, pero los más viejos de lugar, con percebes criados y ensolerados en determinados pliegos de su fisonomía, no salían de su asombro. Ni en los tiempos más gloriosos de Miguel Zerolo o de ese concejal extravagante que fue Hilario Rodríguez, ningún jefe político se había atrevido a una filípica así. Parecía que Zaida González estuviera imitando patéticamente al sargento Philip Freemason, de Canción triste de Hill Street, que reunía cada mañana a los agentes que iban a echarse a la calle para contarles las novedades y terminar sus instrucciones con el celebrado “tengan cuidado ahí fuera”.

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