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El Banco del Sur, ¿una oportunidad?
Para Rafael Correa, presidente de Ecuador, el Banco del Sur “es un inmenso paso en la integración latinoamericana, pues se podrán financiar proyectos de desarrollo, y no proyectos a control remoto como los que imponía el Banco Mundial que nos ha quebrado”. Crece la convicción latinoamericana sobre la necesidad de unirse porque, como declaró el brasileño Lula, cada país carece de salida por sí mismo. Iniciativas como Telesur, Petrosur, el Banco del Sur, apuntalan esa perspectiva en medio de grandes dificultades.
No sólo las provenientes de la presión estadounidense sino también de gobiernos alineados abiertamente con Washington y/o las propias inercias internas sometidas a las directrices usureras internacionales que tanto daño han hecho al subcontinente y que siguen recibiendo flujos financieros del sur en forma de pagos de una deuda externa ilegítima, fuga de capitales y demás. Algunos de estos fondos provenientes del ahorro interno son recuperables para el desarrollo? si regresan. La posibilidad de una moneda común de la región queda abierta, al menos para los intercambios regionales y al margen de cualquier tentación monetarista ortodoxa.
La toma de decisiones aparece delimitada con claridad. Lejos de la normativa del FMI o del Banco Mundial, la cantidad de votos no dependerá de la cantidad del capital aportado. Cada país tendrá un voto. La estrategia consiste en financiar de forma prioritaria proyectos de integración latinoamericana como las infraestructuras, el abastecimiento alimentario, el sistema de salud, el educativo, las conexiones de oleoductos y productos energéticos. La cooperación y la solidaridad representan principios destinados a compensar el brutal desarrollo desigual, al mismo tiempo que se transitan los caminos de “la igualdad, la equidad y la justicia social”. Un lenguaje completamente ajeno al discurso de un banco normal.
Sin embargo, una entidad financiera de este tipo siempre estará sujeta a las decisiones gubernamentales, de donde cabe la eventualidad de la aprobación de proyectos camuflados que respondan a intereses distintos a los declarados como fundacionales. Esto resultará posible mientras las clases dominantes sean la que todavía mandan. Lógicas las dudas, pues, a pesar de los nobles principios enunciados. E igualmente razonables los planteamientos de múltiples organizaciones que, aunque sostienen el proyecto, han enviado ya dos cartas con sanas advertencias a los presidentes. Aportan, entre otras, la siguiente reflexión: “Que el Banco del Sur contemple la participación de las organizaciones ciudadanas y los movimientos sociales no sólo en la elaboración de su arquitectura original, sino también en la toma de decisiones financieras y operacionales y en el monitoreo (seguimiento) de la utilización de los fondos adjudicados”. E insisten: “Que el Banco del Sur esté comprometido con la transparencia de la gestión, rindiendo cuentas públicas de su funcionamiento y actividad, sometiéndose a la auditoría externa permanente de sus préstamos y de su funcionamiento interno con participación social”. Dicho queda.
Rafael Morales
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