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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Un combate desigual

Antonio Morales

Las Palmas de Gran Canaria —

Andamos en estos días envueltos en una agria polémica alrededor de la financiación de las carreteras canarias. Es un asunto muy importante sin duda para el desarrollo económico de las islas pero, por las mismas fechas del inicio del debate, se publicó el último informe de Cáritas en el que se señala que la desigualdad y la pobreza han aumentado considerablemente, que se mantiene el número de personas atendidas (más de dos millones), que se está heredando la pobreza, que un 53% de las personas que acuden a solicitar ayuda vive en hogares en los que un miembro trabaja, pero siguen siendo pobres: el empleo ya no garantiza la “reinserción social”. La primera noticia ha ocupado y sigue ocupando cada día páginas enteras en los medios de comunicación, la segunda ha pasado absolutamente desapercibida. Nosotros creemos que las dos deben tener el mismo protagonismo; que las dos nos deben preocupar de la misma manera. Y no está siendo así. Estamos todos los días dándole vueltas al Producto Interior Bruto. Se trata, sin duda, de un indicador significativo. Pero no puede ser el único medidor de la economía de un país. Existen otros indicadores que no podemos obviar. El Índice de Desarrollo Humano o el Índice de Progreso Genuino, por ejemplo, tienen en cuenta otros aspectos fundamentales para el hombre y la naturaleza. Como planteaba el Nobel de Economía Krugman, “el coste real de un bien debe incluir aquello a que lo que se debe renunciar para conseguirlo”. Pero de esto apenas se habla.

El pensador Tony Judt afirma que “si nos limitamos a los aspectos de la eficiencia y la productividad económica, ignorando las consideraciones éticas y toda referencia a unos objetivos sociales más amplios, la política dejaría de ser útil…si queremos transformar la sociedad desde la política”… Yo me temo que en muchos lugares la política ha claudicado.

En Gran Canaria la población en situación de pobreza severa se ha duplicado desde 2009 y alcanza a casi un 10 % de la población. Un 17 % de la ciudadanía se encuentra en riesgo de exclusión social. La desigualdad ha aumentado un 12 % en los últimos años. Somos la quinta comunidad autónoma con mayor riesgo de pobreza. Tenemos una tasa de pobreza infantil cercana al 40%...Superamos los 150.000 desempleados… Pero aún tenemos a personas que son más pobres entre los pobres ya que, si bien la tasa de pobreza relativa afecta prácticamente igual a hombres y a mujeres (22% y 23%, respectivamente), en los tramos de edad de 20 a 29 años, y 40 a 49 años las mujeres alcanzan tasas de pobreza significativamente superiores a los hombres. El último informe de Foessa señala que el 60% de las personas pobres en la provincia de Las Palmas son mujeres. En definitiva, la pobreza, la marginación, la violencia… tienen muchas veces rostro de mujer.

Desgraciadamente las diferencias en la distribución de la renta se han situado al mismo nivel que en el periodo de entreguerras del siglo XX por lo que se hace necesario también un contrato social, lo vemos absolutamente necesario, como el acordado tras la Segunda Guerra Mundial, para reconducir el Estado de bienestar y alcanzar mayores cotas de justicia social.

Por eso, lo primero que propusimos en esta materia en el Cabildo de Gran Canaria fue un Plan de Lucha contra la Pobreza y la Desigualdad, dotado inicialmente con cinco millones de euros, y un Plan Extraordinario de Empleo, dotado de unos 8 millones gracias a la colaboración de algunos ayuntamientos, para familias sin ningún tipo de recursos. Son planes de choque, de movilización social. Quisimos actuar y visibilizar nuestro compromiso. Pero son medidas que deben tener detrás una propuesta sólida de trabajo y por eso ya se está elaborando el Plan para la Igualdad e Inclusión 2016-2020, para trabajar la emergencia social y la prevención. Y por eso estamos trabajando para eliminar las listas de espera en dependencia (1.738) o discapacidad (361); para implantar un modelo de atención gerontológica, un plan de accesibilidad universal, un programa de voluntariado social, planes de atención a los niños y adolescentes…Y una propuesta seria y rigurosa de generación de economía productiva mediante la obtención de las cotas más altas posible de soberanía alimentaria, energética, de investigación, desarrollo e innovación; de modelos ecosociales de desarrollo económico. Es lo que hemos defendido siempre. Dar respuesta desde lo local a los problemas más graves de la ciudadanía. Es la medida que se ha comprobado más efectiva, y más estable a largo plazo.

Pero se trata de un combate desigual. El premio Nobel de Economía de 1998 Amartya Sen ( “Teoría de la desigualdad económica”, “El índice de pobreza de Sen” o “Políticas contra la pobreza en el contexto de las carencias humanas”, entre otros textos), señala que “una sociedad que haga posible la autosuficiencia, la autonomía individual, no puede fundarse en la admisión de niveles altísimos de desempleo. El tributo que hay que pagar por el desempleo no consiste sólo en pérdida de ingresos, sino también en efectos de largo alcance sobre la confianza en uno mismo, la motivación para el trabajo, las aptitudes básicas, la integración social, la armonía racial, la justicia entre los sexos y la apreciación y utilización de la libertad y la responsabilidad individuales. Es asombroso que la Europa de nuestros días tolere tal cantidad de desempleo con tanta tranquilidad. No tener empleo es una de las mayores disminuciones de libertad que la gente puede tener en una sociedad”.

La condición de pobreza de una persona equivale a algún grado de privación que impide el desarrollo pleno de sus capacidades. Angus Deaton, el recién nombrado Premio Nobel de Economía, “por su análisis del consumo, la pobreza y el bienestar”, afirma que “la ausencia de capacidad estatal es una de las principales causas de pobreza y marginación alrededor del mundo. Sin estados eficaces que trabajen junto a ciudadanos activos y comprometidos, hay pocas probabilidades de que tenga lugar el crecimiento que se necesita para eliminar la pobreza mundial”. Para el matemático británico-estadounidense, las políticas europeas de austeridad “nos harán infelices, quizás durante bastantes años (ya que) reducen ingresos, recortan beneficios y destruyen empleos”. La gran lección de la crisis es “que no puede dejarse a los mercados que funcionen sin restricciones. Hay que encontrar el grado óptimo de interferencia del Estado en la economía”, aunque teme que su regulación la dificultan “los líderes políticos demasiado ligados al sector financiero como para querer verlo”. Deaton asegura, además, que la actual crisis de refugiados es consecuencia de cientos de años de desarrollo desigual y de haber dejado atrás a gran parte de la humanidad.

Llevamos muchos años instalados en unas políticas de ajustes y recortes que profundizan en la pobreza y la desigualdad. El neoliberalismo no termina de entender que la desigualdad pudre a la sociedad en su conjunto y amenaza, como sugiere Antón Costas, al propio capitalismo y a la democracia. Obliga a utilizar recursos para paliar la pobreza en detrimento de la educación, la investigación y la innovación. La paz social se puede ver necesariamente quebrada si no ponemos en práctica políticas económicas que democraticen también las ganancias. Si no hacemos valer la opinión de la ciudadanía con menos recursos frente al dominio de las élites de la política, la información y la economía. Y las brechas sociales pueden generar ansiedad y detrás violencia y peligrosos desafectos. Es sorprendente que se acepte sin más que el 1% de la población mundial posean tanto dinero líquido o invertido como el 99% restante de la población mundial, como informaba hace unos días El País. Afirma este diario que esta enorme brecha entre privilegiados y el resto de la Humanidad lejos de suturarse ha seguido ampliándose desde el inicio de la gran recesión, en 2008 y señala que “la estadística de Credit Suisse, una de las más fiables, solo deja una lectura posible: los ricos saldrán de la crisis siendo más ricos, tanto en términos absolutos como relativos, y los pobres, relativamente más pobres”.

La tasa de población en riesgo de pobreza o exclusión, que se mide con el indicador europeo AROPE, alcanzó en 2014 un nuevo máximo histórico en España, con 13,6 millones de personas afectadas, el 29,2 % de los habitantes del país, según el informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN), que monitoriza la evolución. El resultado del avance de AROPE trae consigo un aumento de la desigualdad. En España, segundo país más desigual de la Unión Europea, el 20 % más rico y el 20 % más pobre están separados por siete puntos de distancia, frente a los cinco de brecha media que hay en el resto de los Estados miembros. Además, el 10% que más tiene acumula la cuarta parte de toda la riqueza nacional.

Pero no debemos rendirnos y nos debe quedar la reflexión de Amirta Sen: “Si tengo esperanza en el futuro es porque veo la exigencia cada vez más manifiesta de democracia en el mundo y la convicción cada vez mayor de que la justicia social es necesaria. No tengo una esperanza incondicional, sino condicional; sin embargo, debemos tener una perspectiva de la pobreza suficientemente amplia como para asegurarnos de que los pobres tienen una razón para la esperanza”.

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