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Don Francisco Caamaño no es masón por Amando Hurtado
D. Felipe Jiménez Gálvez, Director del Consejo Rector de la Gran Logia de España hasta 2006 ? y actualmente Gran Secretario de la Gran Logia Ibérica Unida - me confirma que durante el tiempo en que él desempeñó tal cargo, D.Francisco Caamaño no fue nunca miembro de dicha entidad masónica, ni de ninguna otra de la que se tuviera constancia. Tampoco les consta tal pertenencia a los dignatarios de otras corporaciones masónicas consultadas.
En 2005, la Gran Logia de España, presidida entonces por D.Josep Corominas - que ahora preside la Gran Logia Ibérica Unida - creó el Premio Estatal de Investigación Histórica que, en aquella primera edición, había de tratar sobre “Franceses en el Camino de Santiago”. Como toda institución o asociación legítimamente constituída y legalmente establecida en nuestro país, el Sr. Corominas buscó el respaldo simbólico que el ministerio de Cultura suele dar a los acontecimientos de esa naturaleza.
Era lógico que los organizadores de un premio estatal sobre temática tan española y tan europea como es la del Camino de Santiago, decidieran que el escenario idóneo para su entrega fuera Galicia y que el Estado fuera invitado a presidir el “Comité de Honor”, dotado por la Gran Logia de España con seis mil euros (aportados por sus miembros), que ganó D.Luis Español Bouché, investigador y traductor hispano-francés bien conocido (no masón), por su trabajo “Franceses en el Camino”. Tambien parecía muy idóneo que fuera un gallego, de acreditado prestigio universitario, quien presidiera el Comité de Honor. Por ello, D.Francisco Caamaño, entonces Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, nacido en 1963, en Ceé (Coruña), catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Valencia desde 2002 y Letrado del Tribunal Constitucional, a partir de 1993, fué designado para presidirlo, sin más función que la meramente representativa.
A los habitantes vitalicios de esa caverna histórica que es el nacional-catolicismo (que no es un respectable catolicismo, a secas) les siguen pareciendo utilizables los muy obsoletos timos difamatorios de todas las dictaduras, atribuyendo a la Masonería aquellos poderes ocultos de los que tanto se habló, sobre todo en las hojas parroquiales de muchos de nuestros pueblos y ciudades de finales del siglo XIX, explotando la dialéctica del miedo.
Lo cierto es que Francisco Caamaño sí es un hombre ilustrado e ilustre, con todas las cualidades exigibles a un buen ministro, pero, a diferencia de algunos que causarían una ingrata sorpresa a la Caverna, no es masón.
*Escritor y licenciado en Derecho en elplural.com Amando Hurtado*
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